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CAPÍTULO 28

(Donde el Apóstol comienza a recorrer el Infierno) (1)

Viene del Capítulo Anterior

En el Inicio del Periplo del Apóstol Catódico por el Infierno, el cochecito comenzó a andar sobre las vías. Repechó una brusca subida y pronto salió a lo que parecía la superficie, que al Apóstol le pareció la escalera de la estación de subte del barrio del Abasto, en la ciudad junto al Río del Color del Río. Estaba lloviendo con furia, y el tránsito era muy denso.

- Todos dicen lo mismo al comenzar el viaje, y si no lo dicen, lo piensan. Esto - dijo el conductor, señalando vagamente el ámbito que los rodeaba - es el Infierno, que más que una localidad geográfica es otra coordenada dimensional del mundo que todos conocen. Un londinense empezaría el recorrido en la estación Waterloo, por ejemplo, así como un romano la empezaría en la Plaza San Pedro. Si le interesa saberlo, esto que digo me lo escriben. Ni sé qué es lo que estoy diciendo, espero que usted comprenda.  

Para cuando el Apóstol pudo reaccionar de su asombro, el cochecito ya circulaba en la zona de la Plaza San Martín. Debajo de los añosos árboles del paseo, el Apóstol vio a varios hombres corriendo alrededor de un sillón lujosamente ornamentado, en el que reposaba un bastón de mando del que pendía una cinta con los colores de la bandera argentina.

- Esos hombres son políticos, señor pasajero. Tal vez reconozca a alguno que otro. Lo dudo: éstos son los políticos que pagaron todos los precios por llegar, aún los más terribles, y aún así nunca llegaron a destacarse. Cuanto mucho llegaron a concejales o subsecretarios. Están condenados a girar alrededor de ese sillón, el famoso sillón de Rivadavia de los presidentes argentinos, hasta que un funcionario infernal grite "¡primeros datos a boca de urna!", y el que vaya ganado la carrera puede sentarse en el sillón durante cuatro años.

El Apóstol hizo notar que abundaban los codazos, zancadillas y empujones.

- Es que es una carrera sin reglas. Vale todo, menos no hacer trampa. Hay quien dice que el grito "¡primeros datos a boca de urna!" es proferido cada diez o veinte años, hay quien dice que no hay una regularidad preestablecida y hay quien dice que estos condenados nunca lo oirán.

- Son muchos y el circuito es muy corto, así que están todos mezclados. ¿Cómo saben quién va ganando? - inquirió el Apóstol.

- ¿Quién gana? Eso no tiene importancia. Gane quien gane, todos perdemos. Aquí, al menos, sólo se pueden mandar entre ellos. Su poder de hacer daño está bastante limitado ¿no?

El Apóstol no pudo menos que asentir. El viaje siguió, y el guía y conductor, uno de los dos Carlos Gardel, iba silbando una melodía que el Apóstol creyó reconocer: era nada menos que "Highway to Hell" de AC/DC, o al menos se le parecía mucho.

Habían dado la vuelta por el Bajo y tomaron la Avenida de Mayo y luego Rivadavia. El conductor tuvo que frenar violentamente cuando otro coche se cruzó con el semáforo en rojo. Gardel se asomó por la ventana y profirió soeces insultos contra el desaprensivo transeúnte.

 - Adónde vamos a ir a parar, señor, a usted le parece. Si estuviéramos en Nueva York, o París, esto no pasaría. Claro, allá está la Administración del Infierno. No sabe lo que es el palacio de Satán, por ejemplo. Acá mandan demonios castigados, de segunda, que se la pasan charlando de fútbol, o que vienen a firmar y se van. Acá no hay orden, señor. Acá tendría que venir un Pinochet, o un Saddam Hussein. Aunque dicen que a esa gente la destinan directo a la Administración.

Dicho esto, el taxista dirigió un pesado salivazo al asfalto y tomó por Callao rumbo a Santa Fe, como indicaba la Guía del Infierno. En una esquina había un enorme cartel publicitario, en el que el mismísimo Satán, vestido con una camiseta de la selección argentina de fútbol, anunciaba con terrible caracteres "¡Qué me vienen con que Dios es argentino! ¡YO SOY ARGENTINO! ¡YO, EL DIABLO!".

Al ver que el Apóstol se quedaba observando la espantosa figura del As del Mal, Carlitos dijo:

-  Eso es para las elecciones, puro grupo, señor. Un cuñado mío que trabaja en el Registro Civil me dijo que tiene la doble ciudadanía. La semana pasada toda la ciudad apareció empapelada con un afiche con la cara de él. Era para una propaganda de McDonald's...

Llevaban unos minutos detenidos en un semáforo. La lluvia arreciaba. Gardel sacó la cabeza por la ventanilla y, mientras hacía sonar repetidas veces la bocina, dirigía duras imprecaciones a los conductores que estaban delante. Uno le contestó algo ininteligible, y Gardel (alguno de los Gardel, en rigor) volvió a maldecir horriblemente.

- Parece que están haciendo reparaciones en el asfalto. Con este día y a esta hora, a usted le parece... Vamos a tener que desviarnos un poco.

Dicho esto, Gardel, con gran esfuerzo, sin ahorrar insultos a cada cuál más terrible y sordo a las enconadas razones de los otros conductores, fue abriéndose camino hasta una calle lateral.

Estaban ya en barrios habitados por gente de elevado poder adquisitivo cuando Gardel detuvo el coche ante un semáforo. En esa esquina había un local de una afamada marca de ropa masculina, célebre por sus elevadísimos precios. El Apóstol notó con sorpresa que toda la ropa llevaba carteles que indicaban que su precio era cero: ya fuera en euros, dólares estadounidenses o meros pesos. El Apóstol se lo hizo notar al chofer.

- Es así precisamente porque estamos en una zona habitada por gente de buen pasar. En el Infierno de los ricos todo es gratis: su riqueza no les sirve de nada. Hay locales que no han vendido una prenda en años. De paso note otra cosa: mire los jardines y los techos. ¿Qué ve? ¿Liebres por todos lados, no? Es otra de las bromas de Satán, que por cierto tiene un humor bastante especial. No por nada es argentino... Es que al Diablo le gusta vender gato por liebre, y debe meter las liebres que le sobran en algún lado...

El viaje prosiguió y llegaron a otro semáforo. Había una persona que repartía unos volantes. Gardel dejó de silbar una melodía de Palito Ortega y señalándolo dijo:

- Este era uno de esos artistas que piensan que, si el arte no escandaliza a las masas, no sirve. Hizo exposiciones de cadáveres. En una de sus muestras, el público podía torturar a un prisionero esposado. Una vez montó una torre de latas de comida en una villa y contrató a unos mercenarios para que dispararan a quien quisiera sacar una sola... Un experto en la transgresión prestigiosa, en suma. Acá está condenado a que nadie le preste atención. Su genialidad es tan enrevesada que es indistinguible de la dislexia.

El Apóstol tomó de manos del extraño uno de los volantes que repartía. Iba a darle una moneda, pero el artista lo detuvo en seco, con tono despreciativo: "sólo acepto pagos con tarjeta de crédito", exclamó.

El volante decía lo siguiente:

En el paso al Más Allá, el Verbo del Tiempo se conjuga en Presente Póstumo. Así pues, lo voy a decir con todas las letras: no me imprt lo qu digas.

NO ME ESTUPERPLX EL SO2PLPLF.

¡Ay de ti, pie de mono tití blusero arqueado en hipotenusas tangentes de píloro de momia! ¡Ay de ti, fellatio digital artrópoda! ¡Ay de ti, esperpento espongiforme, vaga mierda desflecada! ¡Ay de ti, hipocampo transexual empavesado de eones truchos! ¡Ay de ti, ano dilatado en explosiones genitales cuánticas semánticamente reptilianas! ¡Ay de ti, desinencia mucilaginosa de holograma de escroto! ¡Ay de ti, flor de Bach, sin tu Tabla Ouija ni tu despertar de mambo! ¡Ay de ti, gas pogo, serpiente de humo, sin tu tatuaje de Godzilla! ¡Ay de ti, flatulencia precámbrica de herpes australopiteco de las montañas afganas! ¡Ay de ti!

¡Ay de ti, hemorroide lisérgica defecada en genomas de sucio gas coreano! ¡Ay de ti, homosexual ventral enjabonado en penes de fulano anfibio! ¡Ay de ti, yerba sintáctica fumada en rizos antropoides en la escala de do sostenido menor! ¡Ay de ti, Regla de Sarrus mal cagada! ¡Ay de ti, tú, cleptócrata sacacórcholis! ¡Ay de ti, flatulencia pisciforme de sapo ebrio de baba! ¡Ay de ti, comechingón kosher! ¡Ay de ti, ornitorrinco desquiciado por el gas mostaza irradiado por granadas de savora rastafari! ¡Ay de ti, ácido pluscuamperfecto en cadencias sinusoides en sol bemol menor cayendo en escaleras botánicas de raíz babilonia tricotiledónea! ¡Ay de ti, peluca terapéutica de paquebote! ¡Ay de ti, calamar cachafaz en su tinta scotch extraída de los meandros cerebrales! ¡Ay de ti, turbulencia hexadecimal de adenoides en clave esférica! ¡Ay de ti!

¡Ay de ti! Pues más claro, oscuro.

Tras un par de vueltas más, el taxi infernal comenzó a circular por Palermo Chico. Al acercarse a los estudios de un canal de televisión, Gardel dijo:

- Un paseo por el Infierno no sería completo si no se tiene una perspectiva de la TV. Si lo desea, puede bajarse a mirar: tiene una hora. Después, me voy. Se cumple mi turno. 

Sin esperar su respuesta, Gardel hizo correr en forma regresiva un reloj que comenzó marcando 60 minutos, 59 minutos 59 segundos, 59 minutos 58 segundos... El Apóstol tardó en reaccionar, y al fin decidió bajarse a conocer la TV del Averno.

Mientras se acercaba a la puerta, el Apóstol creyó escuchar que Gardel silbaba esa canción de Raffaella Carrá  que dice "para enamorarse bien hay que venir al sur".

 (Continúa)

(1) El lector puede saltear la lectura de este capítulo, a los efectos de un mayor disfrute de la obra.

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