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NOTAS AL PIE: LA PASION MANDA / EL BESO DE LA MUERTE

Hace ya un buen tiempo inauguramos una sección, Notas al Pie, cuyas características principales son, por partes iguales, una mirada digresiva sobre el cine y la haraganería. Consiste, en vez de una nota sobre un filme dado, en una serie de apuntes que normalmente irían como nota al pie en ese susodicho artículo; usando una metáfora de la TV en vivo, "material sin editar". Arrancamos con "Roma, ciudad abierta" y ahora seguimos con dos filmes de la era dorada de Hollywood, que pudimos ver gracias a las inagotables sorpresas que depara el archivo del ínclito Darío Lavia: “La pasión manda” (Raoul Walsh, 1940) y “El beso de la muerte” (Henry Hathaway, 1947). ATENCIÓN: SI BIEN TRATAMOS DE NO DEVELAR NI LOS ARGUMENTOS NI LOS DESENLACES, ES INEVITABLE QUE TERMINEMOS DANDO ALGUNAS PISTAS, ASI QUE, CHICAS Y MUCHACHOS, QUEDAN ADVERTIDOS.

Luz, cámara... notas al pie.

 

LA PASION MANDA

Ficha de IMDb

 

* El comienzo es realmente muy interesante, por el enfoque sumamente realista de la dura vida de los camioneros durante la Gran Depresión de los años ’30 en Estados Unidos. Hay una multitud de apuntes sociales bastante inusuales para el cine de Hollywood, hasta tal vez más propios del neorrealismo italiano, aunque en definitiva se terminará presenciando el triunfo del self-made man tan caro a los amigos del Gran País del Norte. Pero en esos primeros minutos, la película tranquilamente podría pasar por pro-socialista o pro-comunista, o hasta por peronista (¡George Raft, Bogart y Perón, un solo corazón!).

 

* El guión cultiva la moralina típica de la era del Código Hays, con estereotipos como la relación directa entre el deseo sexual femenino y la perdición, o el carácter abstemio de los virtuosos (más que el carácter virtuoso de los abstemios). En ese entonces, esos eran lugares comunes del conformismo; pero si hoy se la volviera a firmar idéntica, cuadro por cuadro, en donde había conformismo hoy se vería incorrección política, y resultaría una obra polémica, hasta revulsiva ¡voto a Pierre Menard!

 

* ¿A qué me refiero con el primero de los estereotipos? A que los peligros que acechan al héroe, Joe Fabrini (George Raft) se originan en el deseo (no correspondido) que despierta en Lana Carlsen (Ida Lupino). La ardiente Lana logra, primero, que su esposo Ed (Alan Hale) acepte darle trabajo en su empresa a su amigo Joe y, tras enviudar, que éste se asocie con ella para administrar sus negocios. El deseo (y luego el despecho) de Lana es el verdadero motor de la acción, y en un determinado momento, pareciera que tiene en sus manos la suerte de un Joe que sólo tiene ojos para Cassie (Ann Sheridan). El carácter antifemenino de este estereotipo se ve apenas suavizado porque a Lana no la gobierna la maldad, sino la locura, como termina de revelarse en la escena del juicio. La actuación de Ida Lupino en dicho momento puede haber sido buena para los estándares de actuación de la época, pero no hoy no puede menos que despertar una sonrisa.

 

* ¿A qué me refiero con el segundo de los estereotipos? A que Joe Fabrini, que dice no beber alcohol, abjura en un solo momento de esa costumbre que algunos elevan incomprensiblemente a virtud: cuando comete el error de asociarse con Lana Carlsen. El alcohol parece subrayar que se trata de un momento de debilidad.

 

* Otro detalle llamativo y bastante artificioso: las culpas por el accidente que trae serias consecuencias para el hermano de Joe, Paul (Humphrey Bogart, unos pocos meses antes de pasar al estrellato con “El halcón maltés no recaen en éste sino en un tercer personaje, por la vía de darle a Joe el consejo que termina desencadenado la tragedia. Pareciera que el héroe sólo puede ser un virtuoso sin mácula…

 

* Me da gracia este buen diálogo. Joe (mirando a la atractiva Cassie): “Qué buen chasis”. Cassie: “No tienes ni para los faros”.

 

 

EL BESO DE LA MUERTE

Ficha de IMDb

Ficha de Cinefania

Artículo de Wikipedia en español

 

* Uno de los más disparatados ejemplos de las ridículas disposiciones del Código Hays: en una escena en el dormitorio del matrimonio que forman Víctor Mature y Coleen Gray, se puede apreciar que en el mismo ¡hay dos camas individuales!

 

* Alguna vez Borges señaló que el concepto de Estado y de Ley de los anglosajones es incomprensible para los argentinos, dado el carácter malévolo o nefasto que dichos institutos suelen tener entre nosotros, y citaba como ejemplo la actitud ante la delación. Que alguien ingresase a una organización criminal y trabase amistad con los malhechores para mejor delatarlos a las autoridades es, en el cine de Hollywood, digno de encomio: entre nosotros, semejante personaje sería considerado un traidor asqueroso, en el argot, un “buchón”, y como tal, poco menos que el peor de los réprobos.

Un caso así se plantea en esta película, aunque con un cariz que sirve de atenuante: el personaje que colabora con la policía lo hace tras haber sido abandonado a su suerte, a su vez, por sus antiguos amigos.

 

* Es cierto: la famosa escena jugada por Richard Widmark y Mildred Dunnock se roba la película. Vista sesenta años después de filmada, sigue siendo poderosísima, y envejeció muchísimo mejor que el resto del filme, que hoy luce un tanto desvaído. Y la actuación de Widmark como el desalmado gángster Tommy Udo termina opacando incluso al protagónico de Mature.

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