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LUZ, CÁMARA... ¡LARGARON!

Si alguna vez hubo en el cine competencias de carros (Ben Hur) o de vehículos que aún no se han inventado (Episodio I) es porque antes hubo competencias de automóviles. Aquí va una revisión del comercio entre el cine y el automovilismo, excluyendo documentales y filmes donde las carreras de coches son en cierto modo un Mac Guffin (Operación Fangio, Death Race 2000). Adelanto una conclusión: el cine aún está en deuda. [Publicado originalmente en octubre de 2006 en Televicio Webzine. O sea, bastante antes de siquiera rodarse la muy buena Rush de Ron Howard].

VUELTA PREVIA

Ver por TV una carrera de Fórmula Uno es una fiesta para los ojos. No tanto por el atractivo de las competencias en sí (devaluado si uno recuerda lo que era la categoría a fines de los '70 o principios y mediados de los '80) sino por el asombroso despliegue de tecnología al servicio del espectáculo visual. Cámaras dentro de los coches (en la trompa, en la cola, sobre el habitáculo del piloto), cámaras en un travelling a medida que un auto dobla una curva, cámaras aéreas... Los autos tienen elegantes formas aerodinámicas, colores vivos, decoraciones que hacen a uno preguntarse si un Fórmula Uno no es acaso un objeto artístico (¿recuerdan el famoso Tyrrell deseisruedas de 1976-77 - imagen - que parecía diseñado por Dalí?).

Tenemos además el glamour de una actividad que cada fin de semana pisa un país distinto en los cinco continentes, con deportistas que suelen ganar cada año una cifra en dólares con seis o hasta siete ceros. Tenemos un culto del riesgo, el coraje, la templanza, la inteligencia, la picardía. ¿No podríamos esperar que el cine nos diera al respecto algo mejor que una telenovela a 300 km/h, al estilo de las muy pobres Days of thunder o Driven? (Al menos Carola Casini se asumía como tal...).

En general los argumentos de las películas que se han ocupado del automovilismo son bastante obvios. (¿Me parece a mí o los estudios subestiman al entusiasta de los deportes motores, a la vez que dudan de que una película sobre carreras de autos pueda interesar a los neófitos?). En estos filmes abundan los Self-Made Men sobre ruedas, héroes que de la nada llegan a la cumbre (que viene con chica incluida); los buenos muchachitos que son los preferidos de la muerte; los paladines caídos que redescubren la gloria perdida en la última vuelta... Algunas salen mejor libradas que otras, por cierto, pero puede constatarse que la obra que lleve el subgénero a su punto culminante y lo trascienda (digamos como hace 2001 con la CF o Los imperdonables con el western) todavía está en el futuro. Tal vez no sea una mala noticia: es una señal de que hay una aventura que todavía no hemos vivido, siquiera en la butaca... de la sala de cine.

Con ustedes una selección que a sabiendas no quiso pecar de muy extensa.

BANDERA DE LARGADA

THE RACE (George Melford, 1916). Salvo error, la primera película de ficción sobre una carrera de automóviles, y cosa extraordinaria, no hay héroe sino heroína. Los papeles principales están a cargo del actor cómico Victor Moore (popular por aquellos años) y una celebridad de la época: Anita King, una fanática de los coches que competía de igual a igual con los hombres (dejó de hacerlo tras un accidente) y que entró al cine como doble de riesgo y luego devino actriz. The Race presenta a Anita como a una valiente mujer que gana una carrera de costa a costa a través de Estados Unidos, explotando un hecho real: la King había cruzado el país sola en su auto en 49 días (¡hace 90 años!), dando conferencias a su paso por cuenta de la Paramount, el estudio que la tenía contratada. En la escena más espectacular, cuando su coche salta un puente roto a 100 km/h ¡conduce la propia Anita!

THE ROARING ROAD (James Cruze, 1919). Primera película sobre autos del primer Schumi del cine, el atlético y muy tuerca Wallace Reid (personaje cuyo destino merecería una nota para sí solo), quien también sería un as del volante en las posteriores Excuse my dust y Double speed (ambas dirigidas por Sam Wood en 1920), y en la serie de Dusty Rhoades: What's your hurry (Wood, 1920) y Too much speed (Frank Urson, 1921). En el filme de Cruze (quien, por cierto, había nacido en el Lejano Oeste, y era mormón y mitad indio) Reid tiene dos obsesiones en su vida: correr y quedarse con la joven y bella Ann Little. En casi todas estas películas actúa Theodore Roberts, rostro habitual en los filmes de Cecil De Mille: es nada menos que el Moisés de Los Diez Mandamientos.

THE CROWD ROARS (Howard Hawks, 1932) (1) ¡Una película dirigida por Hawks y protagonizada por James Cagney en verdad merece atención! Sin embargo, el resultado no es gran cosa. Joe Greer (Cagney) es un gran campeón que vuelve a su pueblo natal para participar en una carrera local, y se encuentra con que a su hermano menor se le ha dado por imitarlo. Durante la competencia, la muerte de un rival afecta profundamente a Joe, quien se ve derrotado por su hermano. Es el comienzo de un plano inclinado para Joe, simultáneamente con la elevación de adivinen quién... A Cagney el guión no le ahorra padecimiento: la gloria perdida se traduce en alcoholismo, vagabundeo y hasta hambre, aunque todos sospechamos que, en un filme de los años '30, la redención y el "The End" deben llegar juntos. La tecnología de la época obliga al uso del un tanto penoso recurso de filmar primeros planos de Cagney en un sedentario coche en estudio, mientras por detrás se proyectan imágenes de carreras reales. The crowd roars" incluso mereció una remake en 1939, Indianapolis Speedway, de Lloyd Bacon.

THE RACERS (Henry Hathaway, 1955). Kirk Douglas es un conductor de micros italiano que desea elevarse a cualquier costo de su baja condición social, por vía de la competición automovilística. El quijotesco Douglas no es sólo piloto sino también su propio ingeniero y mecánico: pilotea un auto de su propia artesanal y obsesiva construcción, enfrentando a las grandes marcas y los mejores pilotos (2). La historia es banal y melodramática, con pinceladas de documental turístico (Roma, la Costa Azul, París). En otros papeles aparecen Bella Darvi (haciendo honor a su nombre), los algo más recios Gilbert Roland, César Romero y Lee J. Cobb y la por demás sensual Katy Jurado.

THE GREAT RACE (Blake Edwards, 1965). ¿Una versión cinematográfica de Los Autos Locos mezclada con La vuelta al mundo en ochenta días? Tal vez, y con nombres que merecen todo respeto: el propio Edwards, la imbatible dupla Jack Lemmon - Tony Curtis (pocos años después de la deliciosa Some like it hot), Natalie Wood y Peter Falk. A principios del siglo XX, los fabricantes de automotores convienen en que las ventas de coches recibirían una buena promoción si se disputara una desaforada carrera de Nueva York a París, a través de América del Norte, el "Reino de Carpania" y Europa. Los principales rivales son obviamente Curtis (Leslie) y Lemmon (el Profesor Fate, casi un Pierre Nodoyuna). El filme es una agradable comedia dedicada a Laurel & Hardy, homenaje que se trasluce tanto en la relación de Fate con Max / Peter Falk como en la escena de pelea con tortas de crema más larga jamás filmada.

GRAND PRIX (John Frankenheimer, 1966). Obra de un fino artesano que dirigió también, entre otros filmes, The Manchurian candidate, Seven days in May y Ronin, Grand Prix es una telenovela, pero el trabajo de filmación, fotografía y sobre todo edición y banda sonora (3) (en ambos casos, premiados con sendos Oscar) son otras tantas maravillas. Es seguramente la mejor de todas las películas de carreras de automóviles. Motivó incluso un documental de 2001 sobre su realización, The making of 'Grand Prix.

El argumento sigue a cuatro corredores durante toda la temporada. Jean-Pierre Sarti (Ives Montand) es un piloto francés, campeón del mundo del año previo, que ve acercarse el final de su carrera (para colmo mata a un chico que se le cruza imprudentemente en el lluvioso GP de Spa) y sufre las idas y vueltas de su relación con una periodista norteamericana, Louise Frederickson (Eva Marie Saint). Scott Stoddard (Brian Bedford) es un inglés que lucha por volver a correr tras un terrible accidente en Montecarlo, en el que colisiona con su compañero de equipo, Pete Aron (James Garner). Aron, a su vez, es un norteamericano que está en caída libre: tras el incidente con Stoddard, es echado del equipo, se va a ofrecer por monedas a una disimulada versión de Ferrari ("Agostini") y no es aceptado, y termina recalando en el equivalente de Grand Prix del equipo Honda, el team de Izo Yamura (Toshiro Mifune). Por si esto fuera poco, a su vez tiene una relación clandestina con la esposa del pobre Stoddard (Jessica Walter). El cuarto mosquetero es Nino Barlini (Antonio Sábato), una joven promesa italiana, compañero en Agostini y creciente rival del paternal y algo cansado Sarti, y novio de la sensual Lisa (Françoise Hardy).

Frankenheimer se dedicó a seguir el campeonato de F1 a lo largo de 1965, filmando en locaciones reales (el pintoresco circuito callejero de Montecarlo, los hermosos autódromos de Spa y Monza tal como eran hace 40 años). Grand Prix se filmó en el carísimo formato Super Panavision, para su exhibición en pantalla ultra-ancha. Un detalle de lo ambicioso de la apuesta: la filmación requirió el empleo de todas las cámaras de Panavision existentes...

Lograr la calidad de imágenes que exhibe el filme no fue nada sencillo (recordemos que, a mitad de los '60, se estaba muy lejos de contar con el arsenal de efectos que existe hoy). No hay modelos: cuando se ve a un coche salir despedido en una peraltada curva de Monza, es un coche de verdad el que lo hace (4). Frankenheimer podría haber filmado a los autos a baja velocidad y luego acelerar el filme, pero pensó que los toscos resultados harían que cualquiera se diese cuenta del truco (algo que nunca le agradeceremos bastante). Hubo que superar montones de problemas técnicos, como la interferencia de la estática de los motores en las radios que controlaban las cámaras, el diferente comportamiento en largada de los F1 comparado con los pequeños y baratos F3 que se usaron para la filmación, o el trompo de un automóvil y su posterior caída en la bahía de Montecarlo (5), una estremecedora escena de 15 segundos, filmada con cámara en el coche. Esos 15 segundos requirieron largas horas de trabajo, y repito que no se usaron modelos ¡es un auto real, a velocidad real!

También merece destacarse la escena de apertura, en pantalla dividida, con los pilotos preparándose para la largada.

TURISMO CARRETERA (Rodolfo Kuhn, 1968). Película argentina dedicada a la popular categoría homónima, con la participación de algunas figuras del automovilismo local haciendo de sí mismos (Juan Manuel Fangio, Juan Manuel Bordeu, Carlos Pairetti) y la actuación de nombres importantes: el entonces en auge Héctor Pellegrini, María Vaner, Dora Baret, Luis Brandoni, Nora Cullen, María Rosa Gallo, Duilio Marzio, María del Carmen Valenzuela, Marcos Zucker... En parte se filmó en Balcarce: para un nativo de dicha ciudad como yo, ver cómo era unos pocos meses antes de que yo naciera es un motivo menor para ver Turismo Carretera. (El taller que se empleó todavía existe y está igual). Pellegrini conoció a su esposa allí: los padres de su mujer vivían enfrente del taller ya citado. Y un par de perlas para un filme que apostaba a atraer a las multitudes aficionadas al deporte de los fierros: su director era uno de los nombres principales del cine de autor en la Argentina de los '60 (Los jóvenes viejos) y uno de sus guionistas fue Paco Urondo, escritor y periodista que con los años iría a devenir en miembro del grupo guerrillero Montoneros y a morir en combate en 1976.

LE MANS (Lee Katzin, 1971). Steve McQueen iba a ser el Pete Aron de Grand Prix pero no pudo ser, y el papel le tocó a James Garner, casualmente su vecino. Le dio tanta bronca que solía arrojarle basura a sus jardines a través de la medianera... Le Mans es casi un documental sobre cómo era competir en esa terrible carrera de 24 horas a principios de los '70, una época en la que había autos tan hermosos como el Porsche 917, la Ferrari 512S o el Lola T70. El núcleo del argumento es el duelo entre la Ferrari del alemán Stahler (Sigfrid Rauch) y el Porsche del equipo Gulf del norteamericano Delaney (McQueen). Delaney había causado un grave accidente el año anterior, en el que murió el esposo de su amiga Lisa (Elga Andersen), por lo que compite bajo una fuerte presión. No se aleja de la banalidad habitual de este tipo de cine; empero, a Le Mans la salvan las imágenes de un auto bien arriba de los 300 km/h por la recta de Mulsanne, o el sonido del motor de un Porsche 917 con el acelerador a fondo.

Le Mans también cierra una época: los costos y la mercantilización del deporte motor hacen casi imposible hacer un filme con autos reales. (Imagínense, en el mundo de hoy, si una fábrica prestaría sus coches para otra película que no fuera una en la que sus bólidos vencen).

 

NOTAS

(1) No confundir con la obra homónima de 1938 de Richard Thorpe, cuyo tema es el boxeo.

(2) Una fuente de inspiración fue la edición 1952 de las 24 Horas de Le Mans, cuando el francés Pierre Levegh estaba a una hora de ganar cuando se averió su automóvil, un Talbot de su propio y modesto equipo. Levegh tripuló el coche 23 horas, a diferencia de sus rivales, que contaban con pilotos que se iban turnando. Su mala fortuna no terminaría allí: Levegh sufrió un accidente en la edición 1955 que terminó con 80 muertos, entre ellos él mismo.

(3) Obra de Maurice Jarre. Durante años, en Argentina, el tema principal acompañó las transmisiones radiales y televisivas de Carburando.

(4) Incluso uno de los dobles de riesgo perdió una pierna en un accidente.

(5) Algo así le pasó a Alberto Ascari en 1955. Milagrosamente resultó ileso... para matarse a los pocos días en unas pruebas privadas.

 

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