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TRES VERSIONES DE BATMAN

BATMAN: EL CABALLERO DE LA NOCHE ("The Dark Knight")

Vinculo IMDb (en inglés)

Vínculo Wikipedia (en español)

Otra nota sobre el Hombre Murciélago en este mismo sitio

"Superhéroes, o la única verdad es la irrealidad"

 

Desde el punto de vista puramente cinematográfico, “El Caballero de la Noche” es una cumbre difícil de superar para el subgénero “filme de superhéroes”. En un plano pochoclero, de entretenimiento puro, es perfecta: es imposible pararse para ir al baño o ir a comprar una gaseosa, y hay momentos en que te podés atragantar con el pochoclo. (¡Los dos transbordadores a punto de estallar en medio del río!). O sea, todo lo que debería ser una película, cualquier película. Pero aún hay más, porque tiene una oscuridad, una densidad, del todo anormal en un mero blockbuster: la oscuridad del abismo de la condición humana. Y esa oscuridad es en gran medida resultado de un villano inolvidable, un Guasón tan soberbiamente interpretado por el fallecido Heath Ledger que desequilibra la película: tranquilamente podría haber llevado su nombre. Un Guasón cuya sonrisa está varios pasos más allá de la demencia y del dolor, un Guasón que es pariente muy cercano del Kurtz / Brando de “Apocalypse Now” y no tanto del (muy buen) Guasón de Jack Nicholson en el anterior “Batman” de Tim Burton.

 

Lo de Ledger es tan impactante que oscurece otra gran actuación, la de Christian Bale: el antiguo “American Pyscho” es el mejor Batman / Bruce Wayne / Bruno Díaz que se vio en cine. (La cita al filme basado en la novela de Brett Easton Ellis no es gratuita: su personaje está siempre al borde de la psicosis). El resto acompaña con la solvencia esperable: el elenco (Gary Oldman, Michael Caine, Morgan Freeman, Aaron Eckhart, Maggie Gyllenhaal) era una garantía. La fotografía y la iluminación, como es de esperar, apuntan a sostener el clima opresivo y oscuro del argumento.

 

El argumento: esto nos permite pasar a otro plano del análisis, la lectura política de la obra. En general se afirma que “El caballero de la noche” funciona como justificación de los métodos que la Administración Bush emplea en la así llamada Guerra Contra el Terror (nótese cómo el afiche de la izquierda remite a la caída de las Torres Gemelas): así, Batman interviene todos los teléfonos móviles de Ciudad Gótica, emplea la violencia a discreción o secuestra a un sospechoso en el extranjero (subrayando de paso el “peligro amarillo” que viene de China). En esto, obedece a tres coordenadas poco menos que consustanciales al cine industrial norteamericano: 1) cualquier medio que el héroe emplee para enfrentar a los malhechores está plenamente justificado; 2) el héroe sólo emplea sus poderes contra los malhechores; y 3) éstos son fácilmente identificables, dado que suelen utilizar disfraces llamativos. Ahora bien, yo creo que la película admite una lectura menos lineal: después de todo, hasta el propio Wayne / Díaz / Batman comienza a temer adónde lo lleva su lucha.

 

En un momento, el mayordomo Alfred advierte a su patrón que bien puede ser responsable de los crímenes del Guasón, al menos en parte: “usted cruzó primero la línea, señor. Usted los acorraló y, en su desesperación, ellos acudieron a un hombre al que no entendieron completamente”. Un pecado de hubris, dirían los griegos: de arrogancia, la arrogancia del Hombre Murciélago al colocarse por encima de la ley cuando decide imponer la justicia por fuerza de su voluntad, la arrogancia del Imperio Norteamericano como motor del terrorismo fundamentalista islámico. Un freak (Batman) atrae a los otros freaks (Guasón); uno (Batman) surge como reflejo de la desesperación de la ley, el otro (el Guasón), de la desesperación del crimen organizado. Ambos se complementan: ambos son la negación misma de la ley. Pero en el filme si uno niega la ley desde el terror, desde el Mal Absoluto, el otro lo hace desde el Bien. El problema de estas lecturas maniqueas es que, en la realidad, nadie se identifica con el Mal: el Mal es siempre el Otro, el Bien siempre se expresa en primera persona del plural. Para los palestinos o los iraquíes, Osama Bin Laden es Batman; el Guasón, Bush o el premier israelí Olmert.

 

Pero hay un tercer plano de análisis: el filosófico - moral. Si bien la resolución de la versión del dilema del prisionero que se plantea en la escena de los dos transbordadores invita a tener cierta confianza en la naturaleza humana, abundan los apuntes en sentido contrario, comenzando por el quiebre del fiscal Dent, quien llega a afirmar, en su desesperación, que “el mundo es cruel, y la única moralidad en un mundo cruel es el azar. El azar es justo”, recordando al Anton Chigurh de "Sin lugar para los débiles". (Por cierto, la forma en la que Batman y el Comisionado Gordon / Fierro lidian con este problema recuerda a aquel cuento de Borges, “Tema del traidor y del héroe”). Esa fragilidad del orden moral cuando está en juego la supervivencia es uno de los temas del filme: “el hombre lobo del hombre” de Thomas Hobbes, el Superhombre de Nietzsche que puede (debe) elevarse por encima de “la moral de los esclavos”, la creencia calvinista en que alguien beneficiado por la gracia de Dios obtiene la salvación más allá de sus acciones, están presentes en el tratamiento que los guionistas dan al tema. El precio a pagar por ese quiebre es altísimo: Harvey Dent lo hace enloquecido por el dolor de perder lo que más amaba y termina costándole la vida. Batman termina perseguido por las fuerzas del orden, cargando voluntariamente con culpas que no son suyas.

 

Batman, al ponerse por encima de las consideraciones morales, convierte su idea personal de la moral en absoluta. Que el Absoluto esté corporizado en un hombre disfrazado de murciélago da una buena idea de hasta qué punto la idea de lo Absoluto es ajena a estos tiempos posreligiosos.

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