ADIÓS, DOCTOR HOUSE
Se acabó una de las grandes series de la historia de la TV mundial y quise dedicarle unas palabras, más allá de aquella nota de marzo de 2009 para Televicio Webzine que, por suerte, no ha perdido actualidad y que invito a leer haciendo clic aquí. En lo que creo que constituye toda una novedad para el lector argentino, en las próximas líneas me referiré a la serie sin citar las catchphrases "nunca es lupus" ni "todos mienten" ni recordar que algunos capítulos fueron dirigidos por Juan José Campanella. ¡En serio, es posible!
Se terminó “Doctor House”. Ya no habrá nuevos incorrectísimos dardos del tipo de “¿estás hablando con tu amigo imaginario?”, asestado a un personaje que está… rezando en la capilla del Hospital Princeton - Plainsboro. Ya no habrá más frases que nos conmuevan y nos abran los ojos con esa blasfema lucidez de verso de poeta maldito o de versículo de evangelio herético, al estilo de “la esperanza es cosa de maricas”. Ya no habrá más diálogos chispeantes con Wilson, más tensión erótica disimulada de tensión laboral con Cuddy, más duelos de egos con Foreman. No volveremos a saber de Taub y sus dos hijas de la misma edad pero nacidas de dos madres diferentes, no volveremos a hacer arder el aparato de TV con miradas de deseo con cada nueva aparición de “Trece” o Adams, no volveremos a preguntarnos qué haríamos en la situación de Chase (el hijo dilecto que House nunca tuvo) si el equivalente en nuestra vida de Cameron nos dijese que conserva el esperma congelado de su primer esposo y no piensa destruirlo. (Por suerte, y para balancear esta elegía, nos hemos salvado de que la serie tuviera un final ridículo al estilo de Lost). No: una de las tres o cuatro mejores series que vi en mi vida terminó, y está bien. Y la razón por la que la oración anterior no es autocontradictoria ya la dio Jorge Luis Borges hace más de setenta años.
(A la derecha, secuencia de títulos de la sexta temporada de la serie. La música de fondo es, por cierto, una versión de "Teardrop" de Massive Attack).
Escribió Borges (“La vuelta de Martín Fierro”,
La Prensa, 24 de noviembre de
1935) acerca del por qué de la inferioridad de las segundas partes: “sospecho
que la fatiga del escritor tiene alguna culpa, y mucho más que la del escritor,
la del público. Éste, en efecto, requiere una proeza no muy posible: la
repetición de un asombro. Quiere ser asombrado por el héroe que la primera
parte le descubrió, y no tolera ningún cambio en el héroe. Quiere lo mismo y
quiere que lo mismo sea diferente. Sucede así con las segundas partes lo que
sucede con las muchas versiones fonográficas de los ‘Saint Louis Blues’ o ‘Don
Juan’: deben satisfacer una lealtad, pero también deben deslizar novedades”. La
proeza imposible de la que habla nuestro máximo escritor es la que nos hizo pensar que la serie empezó a decaer después de esas verdaderas hazañas de la TV moderna que son los dos últimos capítulos de la cuarta temporada, "House's head" y "Wilson's heart", emitidos a mediados de 2008. No creo que haya sido el caso: hay muchos grandes capítulos en temporadas posteriores, sólo que tal vez, para entonces, los seguidores de antaño conocíamos demasiado bien a los personajes como para dejarnos sorprender; nos vendría bien el juicio de alguien que hubiera empezado a seguir la serie en la penúltima temporada. Por eso es que, repito, está bien que la serie haya terminado. "Siempre tendremos París", le dice Rick Blaine a Ilsa Lund, en el momento de despedirse para siempre (¿para siempre?) en "Casablanca". Nosotros, aquellos que compartimos el gusto por la saga de House y Wilson y el Hospital Princeton - Plainsboro, siempre tendremos en la memoria capítulos como éstos que postulo, sin un orden en especial y sin la petulancia de pretender fijar un canon, como los mejores de una de las mejores series que he visto:
* Tres historias. Penúltimo capítulo de la primera temporada, en el cual conocemos la razón de la discapacidad de House, entrevemos una de las grandes heridas que atormentan su alma, y nos asombramos con un montaje extraordinario, casi surrealista, que juega con la perspectiva del espectador.
* Nobody's fault. Capítulo de la temporada final, en el que entrevemos los límites del anárquico método de trabajo del equipo de House, nos asomamos al amago de la repetición de su historia en uno de sus colegas más apreciados, y admiramos la sofisticación del lenguaje televisivo de la serie: presten atención al modo en que son presentados los testimonios de los médicos del equipo ante el encargado de llevar adelante el sumario.
* House contra Dios. En este episodio de la segunda temporada, House se enfrenta al doble desafío de atender a un sanador pentecostal adolescente y de explicar cómo este paciente pudo, aparentemente, curar a una de las pacientes de Wilson con sólo tocarla. El capítulo también es recordado por el marcador del duelo entre Dios y House, llevado por Chase, y que termina... Bueno, si quieren saberlo, hagan clic aquí.
* Niño de papá / Lazos familiares. Otro episodio de la segunda temporada, en el que se exploran los difíciles lazos entre padres e hijos a través de un esquema narrativo habitual en la serie: el proceso de diagnóstico de la enfermedad de un paciente revela una situación humana particular (en este caso, derivada de la relación del enfermo con su padre) y los médicos del equipo del hospital reaccionan ante esa situación particular pensando en sus propias vidas. En este caso, es la traumática relación de House con su padre marine la que queda en foco.
* Sin pistas. Nuevamente la segunda temporada no ofrece un gran capítulo: la enfermedad de un hombre que mantiene relaciones sexuales poco convencionales con su esposa lleva a los personajes a replantearse su actitud hacia sus parejas, empezando por House (que no cree que existan los matrimonios felices) y siguiendo por Wilson, que se acaba de divorciar otra vez.
* Fidelidad. Episodio de la temporada inicial, y que con su título ya nos advierte qué aspecto de las relaciones humanas se verá cuestionado tras la fachada de un diagnóstico médico. (Los que creen que "Doctor House" es una mera serie de médicos no son personas que se caractericen por la profundidad de su mirada...). De paso, comprendemos algo más de la personalidad tan desesperadamente empática de Cameron, de la de Wilson... y de la de House.
* Posición fetal. Capítulo de la tercera temporada, en el que una mujer parece dispuesta a todo con tal de ser madre, aún poniendo en riesgo su propia vida. Hay una secuencia inolvidable, en la que casi por única vez vemos a House conmovido por un contacto con un ser humano (o al menos en vías de ser humano...). No creo que le interese a nadie, pero... es el primer capítulo de la serie que vi en mi vida.
* La comezón. Episodio de la quinta temporada. El equipo de House debe tratar a un paciente agorafóbico en su propia casa, por las razones obvias. La historia del capítulo gira alrededor de la aparente imposibilidad de enfrentar las propias debilidades: en el caso de House, su imposibilidad de relacionarse positivamente con otra persona, en especial con Cuddy.
* La maldición. Episodio de la primera temporada, en el que se pone en cuestión la construcción de la imagen personal, a través del caso de un chico que cae enfermo tras una aparente maldición, y que es hijo de un padre muy dominante y presuntuoso. También apreciamos la forma en que la traumática relación con su padre ha condicionado la vida de Chase.
* Juegos es un episodio de la cuarta temporada, en el que el aparentemente obvio caso de un adicto es, para House, algo bastante más complejo. La negligente y desencantada actitud ante la vida del adicto, un músico punk, pone en cuestión algunos de los fundamentos no asumidos de la vida de los médicos a cargo de su diagnóstico. Paralelamente, Wilson se enfrenta a un insólito juicio iniciado por un paciente al que le informa que su cáncer terminal no es tal, y que en realidad se trataba de un error de diagnóstico: el paciente se queja ¡de que se gastó toda su fortuna pensando que le quedaban meses de vida!
* 97 segundos es un gran capítulo de la cuarta temporada, cuyo principal interés esta vez no es el caso principal, sino el de un paciente que se ha electrocutado intencionadamente para revivir la que llama la experiencia más poderosa y transformadora de su vida: aquella en la que estuvo clínicamente muerto durante 97 segundos. La reacción de House ante ese desafío a su ateísmo radical es... de una racionalidad estremecedora. .
* Encerrado, joya de la quinta temporada, está narrado, en su mayor parte, desde la perspectiva de un paciente con síndrome del cautiverio: está consciente y despierto, pero no puede moverse ni comunicarse verbalmente debido a una completa parálisis de los músculos voluntarios, excepto aquellos que mueven los ojos. Repito: el que piensa que "Doctor House" es sólo una serie médica... Y el que piensa que es "sólo TV", que me diga cuántas películas ha visto que se atrevan a desafíos narrativos semejantes.
* La cabeza de House y El corazón de Wilson conforman el notable capítulo doble con que cierra la cuarta temporada, tal vez la cumbre de la serie. La tortuosa recuperación de House tras la amnesia sufrida debido a su accidente en un autobús, su desesperada búsqueda de la respuesta a su sueño recurrente con una bella y desconocida mujer, la tremenda revelación que esconde su desmemoria, serían suficientes motivos de interés, si no fuera por la extraordinaria forma en que la historia está contada, con saltos temporales y una perspectiva subjetiva... desde la visión de un House que se induce estados alterados de conciencia para descubrir el secreto enterrado en lo profundo de su mente.