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STAR WARS III: LA VENGANZA DEL CHICO QUE FUI
Tras varios días de un duelo que reíte del de Obi Wan y Anakin / Darth Vader en Mustafar, el chico de nueve años que fui hace bastante le ganó a la (por cierto fundada) desconfianza del adulto desengañado y cínico que soy, y fui a ver Episodio III: La venganza de los Sith. No es muy lejano a la realidad decir que ambos fueron juntos, y que estas líneas son una especie de nota en colaboración. Y la Fuerza fue con nosotros. (La versión original de esta nota fue publicada en Televicio Webzine en julio de 2005).
EN EL PRINCIPIO FUE LA PALABRA
George Lucas ha tenido el valor de decir en algunas entrevistas que no siente un gran apego ni por los diálogos ni por la dirección de actores, y que hace tres décadas ideó la saga teniendo en mente a un espectador de unos doce años de edad. Hay que decir que se nota: los diálogos de las seis Star Wars no son tales, sino ejercicios de recitación de líneas a menudo imposibles, y dan la sensación de haber sido escritos por Lucas en el automóvil que lo lleva del hotel a los estudios un rato antes de ser filmados. Emparedados entre dos escenas de acción, en general visualmente soberbias, uno extraña no tener a mano el control remoto y pasar esas escenas en fast-forward e ir directamente a lo que importa. Que ya está dicho, son las escenas de acción. Y que más de una vez lo dejan a uno con la boca abierta.
(Fue interesante descubrir que el chico que fui hace precisamente eso, pero en forma inconsciente: no recuerdo ni una frase de la primera trilogía - salvo la entonces increíble "¡Luke, soy tu padre!". Los chicos ni registran los diálogos, algo que Lucas parece intuir).
LUCAS COMO EL DOCTOR FRANKENSTEIN
Las escenas de batalla iniciales de Episodio III son puro regocijo, más allá de algunos detalles (los engendros que usan las fuerzas separatistas para atacar las naves de la República parecen más bien gadgets del Superagente 86). El adulto entrenado en las matinés de sábados a la tarde y aficionado a las columnas de ciencia y técnica de los diarios advierte que el enfrentamiento es tecnológicamente inverosímil pero cinematográficamente harto efectivo, y pronto descubre por qué: los combates de cruceros espaciales remiten directamente a los cañoneos, desarbolamientos e idas a pique del viejo cine de piratas, y las de las naves menores son los añejos y queridos duelos de Mustangs y Zeros de las películas de la Segunda Guerra Mundial pero anabolizados por los expertos en FX. Al chico de nueve años todo esto le da lo mismo y simplemente disfruta, y tiene razón.
La siguiente escena abona la idea de que toda la saga es una especie de Frankenstein ensamblado con partes heterogéneas: tras samplear El Capitán Blood y La batalla de Midway, el rescate del Canciller Palpatine por obra de Anakin y Obi Wan parece extraído del guión de una película de James Bond. (Aunque aquí la identidad del verdadero Doctor No está bastante bien camuflada...). Más adelante habrá una especie de desembarco á la Día D en el planeta de los Wookies, unas tomas de la capital de la República que recuerdan a la Nueva York de los '30 (la arquitectura de los rascacielos es muy similar, sólo faltaría King Kong, pero ya sería mucho) y un Templo de los Jedi diseñado, uno imagina, a partir de palacios grecorromanos, mesopotámicos o egipcios. Cinematográficamente justificado: si uno quiere sugerir "templo antiguo" nada mejor que incluir columnas y capiteles; si uno quiere sugerir "metrópolis enorme", nada mejor que evocar a la Gran Manzana (algo que ya sabía Fritz Lang en 1925).
Todo esto podría pasar por simple empleo de los lugares comunes de la CF, pero es en realidad un truco para generar la rápida identificación del espectador. Darth Vader es una mezcla de samurai y caballero medieval, y convenientemente sostiene duelos de capa y espada; R2D2 y C3PO son una especie de Laurel & Hardy cibernéticos; Han Solo usa chaleco y pistola al cinto, y recibe a Luke y Obi Wan en algo así como un saloon; podríamos seguir ad infinitum...
No voy a seguir secuencia por secuencia, que no se asuste el eventual y acaso inexistente lector. Retomaré algo señalado en el primer párrafo: la superficial dirección de actores. Hayden Christensen carga con el peso de hacer creíble la lucha interior que termina con la caída de Anakin en el abismo del Lado Oscuro, pero muestra solamente un rostro bonito y un repertorio de mohines que no pasa por actuación ni en el peor capítulo de Rebelde Way; es flojo lo de Natalie Portman (le asestaron algunas líneas que ni Charles Laughton, en rigor de verdad), digno lo de Ewan McGregor, muy bueno lo de Ian McDiarmid y extraordinario lo de Yoda. ¿Que es un muñeco o un truco de animación? ¿Qué importa? ¡Al Oscar directo! Pero ya sabemos que al chico esto no le importa.
Dado que esta película es el eslabón perdido entre las dos trilogías, se entiende el interés por explicar algunas lagunas, además de algo más discutible, que es la gratuita aparición de algunos personajes de la primera trilogía y cuya inclusión no aporta nada en realidad: hablo de Chewbacca, de Moff Tarkin (apenas esbozado) y de los dos robots. El chico que fui protesta, y lamenta que no haya aparecido además un Han Solo preadolescente criado entre los Wookies, onda Tarzán.
INTERMEZZO CON ANÉCDOTA
"El actor inglés [Alec Guinness] recuerda que, durante un paseo, una madre se le acercó con su hijo de doce años quien, orgulloso, proclamó: 'he visto Star Wars más de cien veces'. A lo que Alec / [Obi] Wan / Kenobi le respondió: 'te ordeno en el nombre de la Fuerza que no vuelvas a verla nunca más'". (Rodrigo Fresán, "El destino de la Fuerza", Suplemento Radar del periódico porteño Página/12, domingo 15 de mayo de 2005).
PARA QUE NO QUEDE EN EL TINTERO
1- Decía más arriba que la batalla del comienzo funcionaba cinematográficamente, pero era tecnológicamente inverosímil: esto es porque es una batalla tácticamente arcaica, con miríadas de naves cañoneándose a corta distancia; es como si el ataque a un convoy norteamericano en Irak fuera respondido haciendo un círculo de transportes, como colonos en carretas defendiéndose de los sioux. Hay otras perlas así: Padmé se entera en el parto que es madre de gemelos, Obi Wan monta una cabalgadura reptil instantes después de descender de una nave interplanetaria, cualquiera puede entrar así nomás a la habitación del Canciller Palpatine, nadie descubre la verdadera identidad de Darth Sidious debajo de ese hábito que parece hecho de arpillera ¡y no hay nada parecido a la TV! ¿Qué hacen los habitantes de Coruscant en sus tiempos libres? ¿No hay una CNN que cubra la guerra, que cubra los sinuosos debates en el Senado galáctico y, fundamentalmente, que le cubra las espaldas a Palpatine en su maquiavélico ascenso, como hace su homóloga de Atlanta con Darth Bush? (Sugiero modestamente que la transmisión termine con Yoda en una versión Jedi de "Un momento de meditación").
2- El duelo final es en el infierno volcánico de Mustafar. Alguien lo señaló como analogía con el final de El retorno del rey. En realidad esta característica es común a muchos relatos épicos: todo héroe que se precie debe purificarse triunfando sobre el Hades, ya sea Heracles o Jesucristo (Jesús no es un mito sino una persona real ¡calma cristianos! pero el relato de su vida sigue modelos míticos, algo que reconoce hasta Benedicto XVI).
3- Una duda ¿qué hubiera sido de la serie sin el merchandising, sin el crescendo de publicidad que poco menos que obliga a uno a ir a ver la película de marras, sin la abrumadora presencia de Star Wars en la TV, la radio y desde hace unos años Internet? (Acerca de este tsunami virtualmente imposible de resistir, tal vez no sea del todo inadecuado recordar la genial intuición de la crítica norteamericana Pauline Kael: muchos de los grandes éxitos de estas últimas tres décadas son en verdad películas a prueba de público).
EPÍLOGO
Más allá de alguna que otra ironía, la saga Star Wars fue para mí la puerta de acceso a la CF. A través de ella llegué a Blade Runner (vía Harrison Ford / Han Solo / Rick Deckard) y por ese memorable filme de Ridley Scott llegué a saber quién era Dick, y Ballard, y Aldiss, y Bradbury, y vi 2001. Le debo mucho a George Lucas, que además es nada menos que el cerebro de otra trilogía muy popular: la de Indiana Jones, que es, tanto o más que la saga de Obi Wan y Anakin y Luke, un feliz homenaje a los seriales de los años '30 y '40.
Le pido una opinión final al chico que fui. No me presta atención: todavía está extasiado con el recuerdo de la primera aparición de Darth Vader en su siniestro atuendo / exoesqueleto. O con la música del brillante John Williams. O tal vez con el atardecer de los dos soles sobre el paisaje desértico de Tatooine. ¿Y saben qué? El chico tenía razón: me terminé divirtiendo.
Puedo argumentar que, en cuanto a peso dramático, Episodio III por muchos momentos se impone a las deficiencias arriba apuntadas. Puedo decir que, en cuanto a imaginación visual, Lucas tiene todo muy claro. Puedo agregar que es la mejor de las seis, un poco por encima de los Episodios IV y V (1) y bastante por encima de las otras (en especial de los vergonzantes Episodios I y II), pero lo importante es esto: que me terminé divirtiendo.
El chico asiente, con una sonrisa como de "ya lo sabía".
NOTAS
(1) Comentario de diciembre de 2017: ¡no puedo creer que haya escrito eso en mayo de 2005!
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