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PENSAMIENTOS DEMOLIDOS, EL REGRESO

O pensamientos que provienen de ninguna parte y que, al menos, observan la módica pulcritud de volver al punto de partida. En esta oportunidad, los años ochenta en el rock, la mayor o menor complejidad de una obra musical como indicador de su calidad, la intrínseca imperfección de todo esfuerzo humano, las canciones que hubieran ganado si sólo hubieran sido letra y no música, y un gran tema casi olvidado de Fito Páez. Si gusta, es su casa.

Anda por ahí la idea de que la música de los años ochenta es floja y no ha resistido la prueba del tiempo. También anda por ahí la idea de que fue especialmente brillante. A mí, que fui adolescente durante casi toda esa década, no me pareció nada mal. Podría citar unas cuantas grandes bandas o solistas de la época, además bastante diferentes entre sí, como Talking Heads, Peter Gabriel, U2, R.E.M., The Cure, Prince, Depeche Mode, The Police, Madness, INXS, Pixies... y que el lector agregue o quite nombres a su gusto. (¿El rock argentino? El decenio que comienza en 1980 es su época dorada, junto con la que va de 1969- 70 a 1976-77).

(Abajo, a la derecha: una versión de la notable "And she was" de los no menos notables Talking Heads).

Creo que una de las razones de las muy diferentes opiniones sobre el valor de la música de los años ochenta es que casi todos los próceres sobrevivientes de los sesentas y setentas, con sus más y sus menos, sufrieron un notorio parate creativo en el decenio que va de 1980 a 1989: por caso, Bob Dylan, los RollingStones, David Bowie, Paul McCartney, Robert Plant, Jimmy Page, Roger Waters, Pete Townshend, Neil Young, Eric Clapton, George Harrison... y que el eventual y acaso inexistente lector siga agregando o quitando nombres a su gusto. Para quienes están enamorados del rock de los años sesenta y setenta, los años ochenta son años de decadencia; para quienes no guardan una reverencia especial por aquellas jornadas iniciales, los años ochenta son una cumbre creativa; y para quienes nacieron en los años ochenta o incluso después… toda esta discusión es una muestra más de lo patético que es envejecer. Caemos en lo mismo de siempre: todo juicio de valor sobre un hecho artístico es un juicio subjetivo, y no hay manera de referirlo a patrones de medida objetivos o, lo que es lo mismo, universales.

El candidato más serio a patrón de medida objetivo de la calidad de un hecho artístico es, qué duda cabe, su complejidad. Uno intuye que al menos hay algo, o bastante, de verdad en el uso de ese criterio, pero al pensarlo un poco se encuentra con reparos importantes. Por ejemplo, la música de The Beatles es, para casi todo el mundo, mejor y más compleja que la de INXS. (Comparar a los Beatles con una poronga de banda no tiene gracia, por eso elegí INXS, que fue una gran banda de pop y rock). Ahora bien ¿y si la comparación es entre Yes y los Beatles? Está claro que la música de Yes es bastante más compleja que la de los cuatro muchachos de Liverpool pero ¿es igual de claro que sea mejor? ¿El juicio que todos tenemos no es exactamente el contrario?

Complejicemos más el análisis, como diría algún invitado a 678 o a Palabras más palabras menos. ¿Cualquier versión con coros y orquesta de “Blackbird” va a ser necesariamente mejor que la austera y casi solista versión de Paul McCartney en el Álbum Blanco, sólo porque se escuchan más instrumentos y algún que otro contrapunto? ¿Seguro, che? ¿Desde cuándo el barroquismo puede tomarse como sinónimo de calidad?

Salgamos por unas líneas del mundo de la música. Los comentarios de Jorge Luis Borges a las ideas de Macedonio Fernández o Immanuel Swedenborg son fascinantes y muy disfrutables: me permito decir que mucho más disfrutables que los textos originales. ¿Cómo es, entonces, que un resumen, una actividad que claramente reduce la complejidad de un texto, pueda ser mejor que éste mismo?

Aclaro una vez más que no estoy en contra de la idea de que la mayor complejidad sea un aceptable indicio de mayor calidad artística: estoy en contra de que sea un indicador infalible, así como también tengo mis dudas acerca de la conveniencia de que existan criterios objetivos para determinar si un hecho artístico es bueno o no. ¿No terminaría siendo ese supuesto criterio, entonces, una receta para hacer música? ¿Y dónde queda entonces el artista, si se ha limitado a seguir una receta?

Después de todo ¿por qué extrañarse de que no podamos afirmar ni siquiera si un hecho artístico es objetivamente bueno o malo? El cristianismo, desde Tertuliano y desde San Agustín, afirma que el ser humano es una criatura débil y falible o, empleando la terminología profesonal del clérigo, pecadora. La evolución biológica de nuestra especie, contra lo que solemos suponer con demasiada liviandad, no ha terminando y no tiene por qué hacerlo: por qué no pensar, entonces, que los seres humanos de hoy somos apenas un work in progress, un borrador de un Homo Sapiens futuro ya verdaderamente sapiens (el nombre latino de nuestra especie quiere decir "hombre sabio". Más que un nombre, me parece una petición de principio). Estamos muy orgullosos de nuestra racionalidad, que nos ha llevado muy lejos en los últimos dos o tres millones de años, pero nuestra capacidad para pensar de acuerdo a criterios racionales se bate demasiadas veces en desventaja frente a demasiados condicionantes, desde la pertenencia a una determinada clase social y la relación familiar muy estrecha con una persona hasta las experiencias traumáticas de la niñez o el exceso o deficiencia de una cierta hormona. (George Bernard Shaw decía, un poco en broma, que la función de la inteligencia consistía en justificar aquello que quería la voluntad: parece ser que no podía estar más acertado).

Pero bueno, hace mucho, tanto como cinco párrafos, hablábamos de la música de los años ochenta. Y sí, es muy probable que una compilación de grandes temas de los próceres de las primeras décadas del rock se abstenga de incluir muchas canciones con fecha de edición entre 1980 y 1989, al menos si esa compilación se hace con criterio hedónico, que me parece el único criterio capaz de producir compilaciones interesantes. El recopilador con criterio de curador elegirá temas en base a su carácter representativo de la evolución de un artista, aunque tal vez no sean necesariamente los mejores. No es ése el criterio de quienes nos pasamos haciendo compilaciones todo el tiempo y sin darnos cuenta, al armar la lista de temas del viejo pero aún útil Winamp, el Windows Media, Grooveshark o lo que fuere. Y el juicio de nuestra lista de temas es más agudo, más cruel y menos políticamente correcto que el juicio de notas como ésta, porque no suele tolerar canciones con letras inspiradas pero con melodías y acompañamientos muy repetitivos, como a veces pasa con obras de Lou Reed o Bob Dylan, o estructuras musicalmente admirables por su compleja inventiva pero que requieren del oyente demasiada buena voluntad, como a veces pasa con canciones de Spinetta. También creo que, por ejemplo, la letra de “Todas son iguales” de Andrés Calamaro es extraordinaria. Y también creo que la versión editada en “El salmón” es, por demasiados momentos, intolerable.

(Derecha: Juan Carlos Baglietto y su banda, 1982. El primero de la izquierda... adivinen quién es. Una pista: es rosarino).

Y ya que hablamos de los años ochenta, de Dylan, de Lou Reed, de Spinetta y de Calamaro ¿cómo no hablar de Fito Páez? En especial si se trata de rescatar un tema casi olvidado del rosarino, que se llama “Un loco en la calesita”, y que apareció en el epónimo tercer disco de Baglietto en 1983. Fue ésta la última placa en que Fito apareció como tecladista y compositor del cantante, justo antes de irse a acompañar a nada menos que el Charly García de la era de “Clics modernos” y “Piano bar” y a empezar su carrera solista.

La música es particular, porque es una especie de reggae con acordes jazzeros más algunas partes muy rockeras, lideradas por la filosa guitarra de Roberto Tschopp, y ciertamente no parece inocente de la imputación de haber recibido la influencia de Frank Zappa. ¡Pero la letra! Una muy expresionista pintura del progresivo reviente de un marginal del rock, tal vez digno hijo del protagonista “Balada para un loco” de Piazzolla y Horacio Ferrer, que “pierde la cabeza” por “un romance de estación”, pasa por las pastillas y la heroína y el rechazo de un Dios que no es más que “una máquina de humo”… y tiene un extraordinario y alegórico y buñuelesco final. Abajo, va el video de una muy buena versión, la ejecutada por Baglietto y su banda más David Lebón, durante el ya remoto 2020 de la pandemia. (Desde que escribí la nota en 2012 ya tuve que cambiar tres veces el video, porque desaparecen de YouTube uno tras otro). Y más abajo, trascribo la maravillosa letra de Fito.

Varios años después (tanto que hoy es 16 de mayo de 2019 y el artículo es de diciembre de 2012) noto los puntos de contacto con "Resumen porteño" de Spinetta, que es del mismo año y probablemente unos pocos meses anterior: al primer protagonista del rapsódico tema de Luis, Ricky, también le asusta tener que cumplir con el servicio militar obligatorio, también busca en un viaje a Brasil un remedio para su desconsuelo.

 


Un romance de estación
le hizo perder la cabeza
se fue al baño y se fumó
y empezó a sonar la orquesta.

Un, dos, tres va y bien
tocaba y se olvidaba de todo
Un, dos, tres va y bien
la Fender le chorreaba de odio

El quería conocer
eso de irse a California
trabajaba en un taller
de mecánica en la Boca

El se apresuró
y se arrancó de a uno los dientes
y se salvó
por ser de clase '57

Nunca tuvo un buen hogar
no fue padre ni buen hijo

Nunca conoció a Gardel,
Sólo a Hendrix y a Tanguito
Se empezó a cansar
y así probó algunas pastillas
Se volvió a cansar
y no paró hasta ver la heroína 

Han visto a un loco en una calesita
casi desnudo y con la vista enferma
y daba vueltas y se sonreía
y silbaba bajo por no molestar
y Dios es una máquina de humo

Cambió la Fender por una Suzuki
se fue a Brasil con plata de su abuela,
y estuvo preso por robar un auto,
y llegó a Gerais.
y se pegó el tren
Y Dios es una máquina de humo
Y Dios es una máquina de humo
Nadie más lo volvió a ver
se sospecha que anda suelto
Disfrazado de faisán
o gendarme en algún puerto

Un, dos, tres va y bien...

Han visto a un loco en una calesita...

Dicen que un ángel lo atrapó en el baño,
lo crucificó y le sacó los ojos,
y con su sangre se pintó los labios
y cortó sus piernas y se las comió
Y Dios es una máquina de humo
Y Dios ¡es una máquina!

 

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