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SI LAS SANGUIJUELAS NO PUEDEN HERIRTE
Ahí vienen otra vez.
Hay uno detrás del álamo que está a la derecha de la reja. Se descolgó por encima del muro; parece atlético.
No sé si me odian. Pero vienen por nosotros; por mí y por mi familia.
Disparo dos veces.
El primer tiro descabezó a uno de los enanitos del jardín. El segundo... Él sigue allí. Quiere engañarme. No se mueve. Está anocheciendo y ya me cuesta distinguir las siluetas, entre tantos árboles. El sol ya casi se puso detrás del muro. A lo mejor lo dejé herido.
No me odian, pienso. Cumplen órdenes. "El objetivo de hoy es..." Hoy me toca a mí. Mañana será otro. Hace poco le pasó a Maradona. Sabían que estaba solo, en la casa, con una mina. Algún conocido hizo de entregador, a mí no me engañan. Diego terminó en un hospital, medicado con sedantes. Casi se vuelve loco. Los tomaron de sorpresa. Pero a mí eso no me va a pasar, no. Ni a mí ni a mi familia.
¡Le di! Apareció uno, de chomba roja, corriendo entre los ligustros. Le di de lleno; voló como un metro. Ya no se mueve. Fuiste, flaco. Lo siento por tu familia, pero eras vos o yo. Mi mujer y mis hijos son sagrados. No te metas con ellos. El teleobjetivo rodó debajo de las reposeras. Si llegaba al quincho que está junto a la pileta, yo ya no tenía manera de eliminarlo. Hubiera tenido que salir a la descubierta para tirarle. Y ellos son varios, no menos de cuatro. El de chomba roja, el que está detrás del álamo, y otros dos que están a ambos lados de la reja. Vi dos relámpagos simultáneos, uno a cada lado, pero no oí nada. Tienen fierros modernos. ¡El teleobjetivo del tipo que bajé...! Ni en la Guerra de Irak. Dios mío, la que nos espera. Pero yo voy a resistir.
La verdad, admiro su valor. Todos lo conocen. Corren muchas leyendas. Pero los que los mandan, los que les marcan los blancos... "Quiero a tal', les dicen, y más vale que lo consigan. Si no...
Disparé dos veces más, y el que antes estaba detrás del álamo se desplomó junto a la reja. Intentó saltarla y salir, se ve. No le di tiempo. Por suerte no lo dejé herido, o estropeado. O muerto o sano. Yo soy leal. No como ellos, que atacan a traición. Hijos de puta... ¡Con mi familia no!
Estoy perdiendo el control. Vacié el cargador al pedo. Tranquilo. Inspiro. Expiro. Inspiro. Expiro. Recargo. El arma me la regaló un milico que fue asesor de los guionistas cuando filmé Los escuadrones de la muerte. Todo legal, con papeles. Bueno, andá a saber de dónde los sacó. El director me comentó que le habían dicho que había trabajado para el Batallón 601... Pero bueno, la cosa es que el tipo me vio asustado por los robos que hay por acá, y me consiguió esto. Arma de guerra. Todo sea por mi familia.
Voy a esperar un poco más y, si no veo nada raro afuera, voy a llevarles algo de comida a Laura y a los chicos. En el sótano están seguros.
Enciendo las luces del parque. Nada se mueve. A mí me parece que los de la reja todavía están ahí. Les va a costar mucho saltar el muro para entrar. No hay otra entrada. Desgraciados... esperan que uno esté en el fondo del pozo. Sin trabajo, con deudas. ¿Qué pueden querer de mí ahora? No los entiendo. Y vienen, y vienen. Y vigilan la puerta de mi casa. Y llamo a la policía y no me dan bola. "No, señor, que después el periodismo se queja, o nos joden los de los derechos humanos". Acá la cana es así: o causan una masacre, o no mueven un dedo. Basuras. Inútiles. Y la agente que me atendió encima me preguntó por Laura. Claro, un chimentero de cuarta larga un bolazo y... todos atrás batiendo el parche. ¡Mirá que le voy a pegar a mi mujer! Sanguijuelas...
Oigo un auto que se aleja. ¿Se habrán ido? A la mañana hicieron esa, y cuando salí de la casa dispararon ellos. Nunca más. Y Laura no me quería hacer caso... La tuve que llevar a empujones al sótano. Ella no entiende el peligro que corremos.
Voy a soltar a los perros, y si ellos no notan algo raro, voy a asomarme a la reja.
Tengo que acordarme de revisarle la herida a Laura. Se la hice sin querer aquel día en que discutimos, y hoy se le reabrió cuando se golpeó con el marco de la puerta. Por suerte ella está conmigo. Yo velo por ella. Por Sandrita. Por Christian. Por nosotros, todo. Ellos ya lo entenderán.
Los perros huelen los cadáveres. Se asoman a la reja. Creo que ven algo, pero lejos. No le dan importancia. Afuera no hay nadie. ¡Otra vez gané yo! ¡Buitres hijos de puta! ¡Vayan a comer mierda a otro lado! Parezco nomás el parapolicial de Los escuadrones de la muerte. Para el Oscar.
Me acerco al de chomba roja. Tiene un balazo en el pecho y otro en el cuello. Por suerte no sufrió nada. Lástima por tu familia, flaco, pero eras vos o era yo. Y el de la reja... Grandote, tipo Tarzán. Le di en la espalda, a la altura del corazón, más o menos; le debo haber destrozado la columna. El otro era de Gente, me parece. Creo que lo conozco de Pinamar. Éste es de Crónica TV. La cámara se le hizo mierda contra el suelo. Andá a joder al infierno, ahora.
Parapetado detrás del muro, me asomo por la reja. La calle está vacía. Allá, en la esquina, hay un cordón policial. Parece que recién llegan. Están con dos tipos con cámaras fotográficas. ¿Se estarán entregando?
Dedicado a los paparazzi, a sus víctimas, y a Serú Girán.
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