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EL TANGO Y EL ROCK
“O ser argentinos es una fatalidad y en ese caso lo seremos de cualquier modo, o ser argentino es una mera afectación, una máscara”. Jorge Luis Borges, El escritor argentino y la tradición.
"¿TE ACUERDAS DEL CLUB DEL CLAN / Y LA SONRISA DE JOLLY LAND?" (1)
En su obra “Las letras del
tango: antología cronológica 1900-
¿Qué estaba pasando en la
juventud argentina a fines de los ’50? Más allá de la influencia de las grandes
corporaciones de medios, más allá de la genuina aparición del rock (un estilo
musical que sintonizaba como ninguno con el zeitgeist adolescente de la
época) había al menos un sector de la juventud argentina que se sentía incómodo
con el tango. Iba más allá de que la evolución del género se hubiera detenido y
que el tango luciera cristalizado, más allá de que sus principales cultores
tuvieran la edad de sus padres y tuvieran inquietudes y problemas muy
diferentes: y para ello le paso la palabra al Mono Cohen, o Rocambole,
el artista plástico que es conocido popularmente por sus trabajos para Patricio
Rey y Sus Redonditos de Ricota.
Decía Rocambole al Pulga Pavlovich en un reportaje publicado en
la desaparecida revista virtual montevideana LadoB… (“Donde se está bien y hay
libertad, allí está la patria", nos.
A su vez, esto le dice Luis Alberto Spinetta a Juan Carlos Díez en el libro de conversaciones Martropía, de 2006: "mis parientes eran todos tangueros, obviamente. Cuando se hablaba de Piazzolla se ponía el dedo en la llaga siempre porque tenia sus acérrimos críticos. Con mis primos, que éramos los más jóvenes, lo defendíamos a muerte porque nosotros veíamos la ciudad con su ritmo actual, con los autos, con los semáforos, con la locura de Buenos Aires. La veíamos representada mejor que con la melancolía hedonista del tango tradicional". Y agrega: "exceptuando los grandes tangos, los bellísimos tangos que hay, en general a mí [el género] terminó aburiéndome. Pareciera que los protagonistas de los tangos son inexpertos en el amor, son una especie de bluseros más resentidos, por decirlo así. Los negros ya venían sufriendo mucho más que por amor. Entonces, cuando cantaban blues, en realidad era una alabanza. En cambio, los protagonistas de los tangos son ineptos para querer, para no dejarse engañar, ineptos inclusive para no llorar. Es un poco dura la crítica, pero bueno, los veo demasiado melancólicos y sufriendo por pavadas. Pareciera que ninguno labura, que ninguno hace nada, que no hay ciudad, no hay gente, no hay nada… Hay una mina, una madre, un barrio, un momento de soledad angustiante y chin chín, se terminó el tango".
Por cierto, Mejía terminó
siendo esposo de uno de sus nuevos “productos”: Jolly Land. (Ambos, en la imagen de arriba a la derecha, año 1962).
(Otras lecturas: “Entre el sonido de época y la eternidad”, Diego Fischerman, Página/12, 4 de julio de 2002. “Cada grabación es una historia”, reportaje de Roque Casciero a Luis Herman, Página/12, 20 de octubre de 2004. “La sonrisa de Jolly Land”, Mariano Del Mazo, Clarín, 30 de octubre de 2005. Sitio web de Violeta Rivas).
“RÍETE AL FIN, QUE LLORAR /
TRAE TANTO FRÍO” (2)
Si el tango luchaba en clara
desventaja contra los elementales clones de un rock en acelerada decadencia, la
situación empeoraría aún más a mediados de los ’60, cuando el género dio un
tremendo salto de calidad gracias a, entre otros, los Beatles, los Rolling
Stones, los Who y Bob Dylan. Buena parte de la
juventud de ciudades como Buenos Aires, Rosario,
(No convendría olvidar, en
este repaso de la música popular de la
década del ’60 en Argentina, que esos fueron años de un notorio auge del
bolero. Un par de escalones abajo en cuanto a masividad, también se hicieron su
espacio los amantes del jazz y de la bossa nova,
entonces flamante).
Sin embargo, la juventud que
adoptó el rock había crecido en casas donde sus padres escuchaban tango de la
mañana a la noche, ya fuera en discos como en audiciones radiales. Esa marca de
identidad es una característica notoria de muchos de los integrantes de la
primera generación verdaderamente original de rockeros argentinos: para ello basta con escuchar “Yo vivo en esta ciudad” o “Che ciruja” del tanguerísimo Miguel Cantilo o “A estos hombres tristes”
de Almendra, o releer las letras de algunas canciones como la durísima balada “Ayer nomás” o “El
mendigo de Dock Sud” de Moris,
o “Avellaneda blues”
de Manal. La herencia del tango se nota especialmente en la pintura de
personajes y paisajes de la gran urbe: para hacerse cargo de la parte musical,
el rock debería esperar hasta que Ástor Piazzolla y su conjunto electrónico grabaran “Libertango” en Italia, en 1974. Del tango interpretado con
guitarra, bajo y piano eléctricos a los elaborados arreglos del rock sinfónico
en su apogeo no parecía haber una distancia musical tan grande: el año en que
ambos estilos se encontraron es 1976.
“Y SIN EMBARGO, YA VES, SOMOS DE ACÁ” (3)
El primer resultado de ese
encuentro es el tercer disco de Invisible, la banda que Spinetta formara con Pomo y Machi Rufino y que, para “El jardín de los presentes”,
incorporara como segundo guitarrista a Tommy Gubitsch (posteriormente integrante del octeto electrónico del propio Piazzolla), como tecladista a
Gustavo Moretto y como bandoneonistas a Rodolfo Mederos y Juan José Mosalini.
Si en el extraordinario y muy spinettiano tema “Los libros de la buena memoria” el tango
se hace presente apenas a través del sonido de unos bandoneones, en “El anillo del Capitán Beto”
y “Las golondrinas de Plaza de Mayo” lo hace también a través de una poética
profundamente porteña, ya sea en la pintura de un original astronauta “ayer
colectivero” (y que extraña a Gardel, a River, el
mate amargo, los umbrales, “mi vieja y el café”) como en la de las golondrinas
que pueblan el centro espiritual de Buenos Aires y que, en ese tremendo
1976, “sólo vuelan en libertad”.
A esta altura también debemos
citar al trío Alas, de Gustavo Moretto y al artista que llevaba en sí la
influencia tanguera más fuerte: Charly García.
Tempranas demostraciones son el maravilloso “Cuando ya me empiece a quedar
solo” que abre “Confesiones de invierno” (segundo disco de Sui Generis, 1973),
la línea de bandoneón sintetizado de “Hipercandombe”
(ya con
(Derecha: Osvaldo Pugliese, Charly García, Edmundo Rivero, 1977. Véase aquí).
[Nota del 11/08/22: hoy me encontré con una entrevista de Pipo Lernoud a Charly García en la edición 37 de la revista CantaRock, segunda quincena de junio de 1985. Charly, luego de elogiar a Carlos Gardel, dice: "después del tango de esa época, no hubo nada que saliera de la Argentina. Aquí hay un corte tremendo entre el tango y las nuevas generaciones. En otros lugares de Latinoamérica, la música tradicional y la música joven se alimentan mutuamente. Pero vos lo hablás de tango a un pibe de aquí y vomita. Nosotros tenemos algo de culpa, porque se generó un movimiento muy fuerte, y fuimos al choque contra todo lo que viniera del pasado”. Y agrega: “pero poco a poco nos vamos acostumbrando a aceptar esa parte de nuestra herencia. Le vamos poniendo un poco de eso a nuestro rock and roll, porque también es parte de nosotros. Nos hemos sacado todos esos fantasmas y estamos experimentando con libertad, dándonos permiso para equivocarnos”]
Lo antedicho no implica que
Charly abordaba al tango de un modo acrítico: además de ser una de las cumbres
de la banda en lo musical, “A los jóvenes de ayer” (de “Bicicleta”, de Serú Girán, 1980) pinta
mordazmente el concepto que un joven tenía de los próceres de la música de
Buenos Aires en esos años, próceres que “lloran el pasado / como vieja en matiné” y que son “nuestros nuevos Dorian Gray”. Charly termina burlándose de “sus bronceados de
domingos familiares / y sus caras de kermés” y de su almidonado espacio
televisivo de “Grandes valores de hoy y de siempre”: vueltas de la vida, el airbag mediático que se le negó al tango
en los ’60 se le volvió a ofrecer en plena dictadura, a costa de empujar al
rock a sobrevivir en espacios marginales.
“EL TANGO AHORA ES ROCK AND
ROLL” (4)
Los ’80 comienzan por el
camino en el que terminaron los ’70. Charly García siguió escribiendo canciones
que coqueteaban con el tango, tanto en el final de Serú Girán (el blues cocainómano “Llorando en el espejo”)
como en el comienzo de su carrera solista (“Vos también estabas verde”, “Huellas
en el mar”, “No soy un extraño”). De este último tema hay una bella versión
explícitamente tanguera, con Fernando Samalea en bandoneón, en el disco “Hello!
MTV Unplugged” de 1995.
En 1982, el país se vio
sorpresivamente envuelto en una guerra contra el Reino Unido por la posesión de
las Islas Malvinas. La dictadura, en una medida que pinta acabadamente el
desconcierto general de aquellos días, prohibió la difusión de música cantada
en inglés, con lo que los programadores radiales ¡se encontraron de pronto con
que carecían de discos suficientes para musicalizar las 24 horas durante todos
los días! Repitiendo una
historia que ya hemos contado, los parias de ayer
pasaron a ser los niños mimados: para los tangueros poco avisados, pareció que el rock argentino se inventó de golpe en 1982 para
cubrir un problema de oferta. Escribía el recordado Osvaldo Ardizzone en el número 98 de la revista Humo® (enero de 1983): “¿Por qué Charly García
mete 25.000 personas en Ferro y por qué
la desconcertante manija? (…) ¿Puede ser líder de la generación de un país
(…) cuando esa juventud se ‘copa’ con
una puesta de Renata Schussheim tan espectacular que
nada tiene que ver con el mensaje
poético – que no existe – ni musical (…)?”
La caída de la dictadura que
siguió a la derrota en la guerra le abrió el camino no sólo a la democracia,
sino también a un grado de apertura cultural y de liberalización de las
costumbres que, hasta entonces, no se había visto jamás. Esta apertura, esta
liberalización, coincidió con el auge mundial de un pop bailable y descontracturado que sintonizó a la perfección con los
primeros años de la presidencia de Raúl Alfonsín: había que celebrar que
habíamos sobrevivido. Por contraposición, el espíritu melancólico del tango le
comenzó a resultar del todo ajeno al rock argentino de los ’80: de las viejas
noches de milonga, sólo se quedó con… el consumo de cocaína. Muy pocos rockeros escaparon a ese cambio de paradigma: los miembros
de
Así y todo, muchos jóvenes rockeros de la época terminaron, con el tiempo, acercándose
al tango y dando cumplimiento a la célebre frase de Osvaldo Pugliese:
“los espero después de los
“HACÍAN CUARENTA DIBUJOS AHÍ
EN EL PISO” (5)
A partir de los ’90, el mainstream del rock argentino comenzó a replegarse hacia el barrio, al culto del aguante, la marihuana y el odio a la policía, así como a temáticas que hasta entonces raramente le habían interesado (¡el fútbol!). Las principales influencias musicales (Rolling Stones, Ramones, Pappo) están en las antípodas del tango; sin embargo, algo de la poesía de la canción de Buenos Aires se coló en las letras de la época. Abundan los covers de tangos: “Yira, yira” por Los Piojos (banda que en sus comienzos demostró un gran interés en ritmos rioplatenses como el candombe); “Tomo y obligo” por Moris; “Por una cabeza” por Los Pericos; “Sur” por Los Visitantes; “Naranjo en flor”,”Malena”, “Cafetín de Buenos Aires”, por Andrés Calamaro. Hay algunos acercamientos paródicos (“Volver, ni a palos” por Divididos, “Pollo viejo” por Los Piojos) y no tanto (la inédita “Barrio” por Bersuit Vergarabat) pero los abordajes más interesantes vinieron por otros carriles.
Memphis
Un artista que verdaderamente
fue algo más allá de coquetear con el tango fue Palo Pandolfo (líder de Don Cornelio y
La innovación más llamativa
corrió por cuenta del mal llamado tango electrónico, producido por bandas como
los fundadores Gotan Project y el colectivo Bajofondo. Digo mal llamado porque, en rigor, en el caso de Bajofondo se trata de música electrónica con
sonoridad tanguera, mientras que en el de Gotan Project se trata de tango intervenido con elementos
de música electrónica. En ambos casos media una búsqueda hecha con respeto y
voluntad de explorar las posibilidades de la fusión y, como tal, su resultado
es necesariamente desparejo. A casi una década de los comienzos, parece irse
decantando que los intentos de acercar el tango a las pistas de baile (“Los tangueros” o “Naranjo en flor”, de primer disco de Bajofondo) han sido bastante menos exitosos que aquellos en
los que el tango y las texturas electrónicas se integran de un modo por demás
natural para crear melancólicos paisajes sonoros (“Santa María” de Gotan Project, “Vacío” de Didi Gutman, “Avenida de Mayo” de Diego Vainer, “Éxodo II”
de Juan Blas Caballero, “Montserrat” de
En este 2009 que muy pronto va
a entrar a salir se comienza a percibir un mayor interés por la integración de ambos géneros: cabe destacarse
el disco “Fisura expuesta” del mencionado Subirá y agrupaciones como Altertango, Buenos Aires Negro y Romina y Los Urbanos.
Despacito y por las piedras, el rock entre nosotros ya está cerrando su cuarta
década: ¡salud, don Osvaldo, parece que tenía razón, nomás!
Deje, maestro, que esta vuelta
la pagamos nosotros.
NOTAS
(2) “A estos hombres tristes”, de Luis Alberto Spinetta, Almendra, 1970.
(3) “Los sobrevivientes”, de Charly García, Serú Girán, 1979.
(5) “Volver, ni a palos”, de Ricardo Mollo y Diego Arnedo, Divididos, 1995.
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