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AJUSTES DE CUENTAS EN EL ROCK ARGENTINO


Por el doctor Alan Grant

Tal como prometimos acá, el doctor Alan Grant, paleontólogo musical de cabecera de esta página, excava para esta nota el pasado del rock argentino en busca de canciones cuyo tema sea la venganza, y se encuentra con los siguientes ajustes de cuentas sonoros. Desconocemos si habrá rock siciliano o calabrés, suponemos que sí: sus vendettas en 4x4 no expresarán menos rencor que las siguientes canciones (?).

"La venganza nunca es buena, mata el alma y la envenena".
El Chavo del 8

Como siempre en este tipo de nota, la elección de los casos es en buena medida discrecional, y al que no le guste que forme un partido y presente a eleccio... que haga su propia lista. Se excluyen las canciones abiertamente políticas: despacharse contra la policía o el gobierno de turno no tiene mucha gracia en el contexto de estas líneas.

Tontos, Billy Bond y La Pesada del Rock and Roll, 1972 La historia de los desórdenes en el Luna Park la noche del 20 de octubre de 1972 es conocida por todos, o por lo menos debería serlo. La respuesta de la banda fue un disco conceptual, pero con una sola canción al final de un mar sónico de lo que podríamos llamar psicodelia negligente, si es que eso no fuera un pleonasmo. Pero Tontos es un tema compuesto e interpretado con total seriedad, un rock duro y áspero con una letra que grita, asqueada, que "existen tontos / tontos / tan, tan solo tontos / Ya sean hippies / hippies / o tipos de chalecos gordos". Una conclusión similar a la que extrajo George Harrison en San Francisco durante el llamado Verano del Amor de 1967, cuando en vez de cultores de la paz y el amor que comulgaban con LSD se encontró con hordas de patoteros drogados y dealers siniestros. Dream is over, dice el epitafio de los sesenta que Lennon escribió en 1970.

Nena boba, Pescado Rabioso, 1973 Este tema es un raro ejercicio spinettiano de rencor puro y duro, y está en uno de sus mejores discos, Pescado II. Hasta el año pasado no sabía que estaba dedicado a Liliana Lagarde, la entonces novia y luego musa inspiradora y primera esposa de David Lebón, cuya irrupción abrió una cuña en la sólida amistad entre los dos integrantes de Pescado Rabioso y terminó empujando a la banda a la disolución. Hay una clara imputación de frivolidad en la letra del tema, con una furia que no se detiene ni ante el feísmo evidente de dos adverbios seguidos como tributo a la métrica ("¿tal vez tomaste demasiado mucho sol en la arena?"). Tan frívola no debería ser Liliana, ya que coescribió algunas de las letras del grandioso primer disco solista de Lebón, aunque no el Tema para Luis, que es una indisimulada respuesta.

Peperina, Serú Girán, 1981 Como buen conocedor de la obra de Dylan, Charly García sabe que el rencor es tan buen material como el deseo, el amor o el desamor cuando se trata de componer canciones. (¿Les suenan apenas Like a rolling stone, Positively 4th street, Idiot wind?). En Grasa de las capitales de Serú Girán estaba Perro andaluz, esa oda a la traición amorosa que admite una triple lectura: la dama a la que el narrador sigue tontamente "como un perro andaluz" puede ser una mujer, pero también la fama o, claro, la cocaína, un retorcimiento hermenéutico que explica nueve de cada diez análisis dilettantes de las letras del Indio Solari. En el disco siguiente, Bicicleta, las letras de Charly postulaban para Serú Girán el rol de justo medio entre el arcaísmo de los tangueros (A los jóvenes de ayer) y los falsos renovadores que izaban la bandera del anteayer pop (Mientras miro las nuevas olas). Pero elegí Peperina porque es un tema que me encanta, porque melódica y armónicamente es impagable, y porque es un aporte a la discusión sobre el rol de los medios (¡tomá nota 678!) ya que el blanco es una periodista, Patricia Perea, corresponsal en Córdoba del Expreso Imaginario, pareja por un tiempo del entonces representante de la banda (Daniel Grinbank) y crítica tiempo completo de Serú Girán. La letra es muy buena; no la voy a citar en extenso, pueden leerla acá.

Casi todo Recrudece, Virus, 1982 Imposible elegir una sola de las canciones de esta especie de disco conceptual contra la crítica rockera de la época, todavía ejercida predominantemente por miembros de una generación previa y anclada en el depresivo zeitgeist del rock argentino de 1975-82, moldeado a partir de un cóctel (esperemos que irrepetible) de forzado aislamiento del mundo, censura férrea, persecución policial e infraestructura indigente. (¡Cómo ibas a tocar rock and roll al mango con sistemas de sonido propios de actos escolares! ¡Da gracias si se distingue una guitarra criolla de otra!). El banquete habla de una fiesta para la cual se sacrificaron "jóvenes terneros", pero en la cual los cocineros "muy conocidos" que prometen "un menú magistral" y disponen de "un montón de dinero" sirven "un guiso" que "parece algo recocido" y es de "antes de ayer". Ay qué mambo anuncia que "hay todo un cambio" y se burla del rock argentino copando la radio y la TV porque la surrealista dictadura de entonces había prohibido la difusión de música en inglés. Bandas chantas arañan la nada casi no exige mayores aclaraciones, fuera de la necesidad de hacer notar el implícito homenaje del genial letrista Roberto Jacoby a Georges Perec. Reportaje sincero y anticonvencional es una parodia del reportaje convencional a una estrella de rock no menos convencional. Entra en movimiento propone un público de rock que baile y salte en vez del realmente existente entonces, que escuchaba sentado (!), y además cita a Oliverio Girondo ("a la música hay que levantarle la pollera") y termina afirmando "los críticos cacarean / y nosotros ponemos los huevos", lo que parece una cita del Coco Basile en una discusión con Víctor Hugo Morales pero desgraciadamente no lo es. Y Caricia azul o sino soledad carmesí es una parodia a Spinetta. Si fuera una respuesta a Mientras miro las nuevas olas, hay que decir que es extraordinaria.

Mis amigos saben, David Lebón, 1984 ¿Quieren saber lo que es un blues bien hecho? Acá tienen uno. Integra Desnuque, el último álbum parejo de David Lebón, y que cuenta con la producción de Charly García en cuatro de sus ocho canciones. ¿Por qué sólo cuatro y no todas? Durante el resto de ese 1984 Charly y David estuvieron peleados: persisten huellas de esa pelea en un reportaje a Lebón en una revista Humo® de esa época que no puedo recuperar entero, así como en la larga coda de Total interferencia que al final no salió editada. Y algo de esa bronca está en la sarcástica letra de este tema, dedicado a innominados amigos que "dicen cómo debo manejar / mi vida entera", preguntan si en un cierto disco "tu voz no está muy atrás" o "saben cómo hacer / bien sus cosas y las tuyas también".

No te bancaste, Andrés Calamaro, 1987 El Calamaro de los años ochenta manejaba los códigos del pop con una suficiencia tan notoria como la superficialidad de la que hacían gala sus letras. Incluso en la expresión de sus emociones negativas, como es el caso de esta canción, carecía de la profundidad de la que daría prueba en incontables momentos a partir de ese disco grandioso que es Nadie sale vivo de aquí. No te bancaste está dedicada a una anónima señorita que no se animó "a ser mujer, sos un bebé". La mejor versión no está en el álbum donde apareció por primera vez, Por mirarte, sino en El salmón: una prueba de cómo Andrés evolucionó durante sus largos e inolvidables años noventa.

Ya morí, Ratones Paranoicos, 1991 El tema es realmente bueno, la pintura del pequeño mundo de una estrella de rock yendo de su cama a su living está muy bien lograda, así que era innecesario recurrir a una argucia publicitaria digna de una bataclana como dedicárselo al Indio Solari. Pero todos sabemos que, en el fondo, el pequeño mundo de una estrella de rock no es radicalmente diferente del de una bataclana: la estrella de rock promedio tiene más cosas en común con Carmen Barbieri o Moria Casán que con Martha Argerich o Alejandra Pizarnik. Por suerte, disipadas las nieblas de los excesos concurrentes de testosterona, alcohol y merca, Juanse fue lo suficientemente piola y valiente como para arrepentirse y pedir disculpas. Tampoco la había sacado gratis: el Indio le devolvió uno de los mejores insultos rockeros de la historia, como llamar a los Ratones Paranoicos "los Danger Four de los Rolling Stones".

¡Es hora de levantarse, querido! (¿dormiste bien?), Patricio Rey y Sus Redonditos de Ricota, 1993 La afilada lengua del Indio Solari no se gastó con los Ratones Paranoicos, ni con Enrique Symns, a quien le asestó Héroe del whisky y Blues de la artillería. Por la misma época, le endilgó al periodista Carlos Polimeni la ilevantable condición de tener asegurado "un lugar en el cielo de los nabos" por afirmaciones que ya ni importan, pasados más de veinte años. La ira solariana se expresó en forma inmejorable: en una canción melódicamente brillante, y con una letra con hallazgos como "nadie quiere tu secreto más que vos" o los sencillamente extraordinarios versos "un caníbal desdentado / enseñando a masticar". Yo que Polimeni estaría orgulloso (?) de haber impulsado al Indio a llegar a un punto tan alto.

No te creo, Gustavo Cerati, 2002 El atildado Gustavo Cerati no fue el primer rockero que se cobra con una canción las cuentas pendientes de una pareja deshecha, ni será el último. Pero lo hizo con la elegancia que es su sello, en un disco que es tanto su despedida de Cecilia Amenábar, la madre de sus dos hijos, como la bienvenida a su nueva mujer, la modelo y cantante Déborah del Corral, a su vez, ex novia de su compañero en Soda Stereo, Charly Alberti. A pesar, o tal vez en razón, de semejantes circunstancias, Siempre es hoy es un disco sorprendentemente lánguido, tal vez demasiado cool, como si tantas emociones hubieran llevado a Cerati a una dieta a base de Alplax.

Banquero blues, Pappo, 2003 El descalabro argentino de 2001-2002 quedó cifrado en el corralito bancario, el límite de retiro de fondos de los bancos, así como en las protestas por la conversión forzosa de los depósitos en dólares a meros pesos. (A millones de argentinos no les preocupaban esas tragedias de clase media bancarizada: estaban demasiado ocupados pensando qué iba a comer su familia ese día y los siguientes). Y una de las canciones que se ocupó de ajustar cuentas con la banca fue el Banquero blues de Pappo, editado en el primer disco en que el Carpo contó con una producción a su altura, gracias a una mano que le dio, quién diría, el Corcho Rodríguez. Desgraciadamente fue también el último.

Casi todo Naturaleza sangre, Fito Páez, 2003 El año pasado, Fito Paéz conmovió durante seis minutos y cuarenta y tres segundos a esa deficiente sinécdoque del mundo que son las redes sociales digitales con Rock & Roll Revolution, su cacofónica proclamación urbi et orbi de su separación de Julia Mengolini. Once años antes, en un momento de mayor inspiración, o tal vez a consecuencia de un amor mucho más fuerte, ya Fito había dedicado no una canción, sino varias de las canciones de un disco a otra ruptura, la de su relación con Cecilia Roth, la mujer que le había impulsado a componer, apenas, Un vestido y un amor. Por caso, la postulación de la crisis en Oh nena ("oh nena, ya sé que los tiempos son duros / banquemos, banquemos, amor"). Por caso, Volver a mí, donde el narrador ya vive " solo y encerrado en una gran habitación / esperando una maldita decisión", pero intuye que "es posible que me traigas un perfume del pasado / pero nunca más el néctar de la flor". Por caso, Nuestro amor, cuya letra filosofa resignada, a modo de balance, que "son las sombras de un hechizo que pasó / todos los momentos en los que te hice feliz / son los restos de nuestro amor". Por caso, Nuevo, que postula una lucidez amarga, adquirida tras el sufrimiento: "nuevo es ser viejo, nuevo es morir / renacer cada día y volver a escribir", y a modo de conclusión, "vuelvo nuevo a tocar rock and roll".

Bonus tracks: Cantorcito de contramano (León Gieco y Los Fabulosos Cadillacs, dedicado claramente a Palito Ortega, 1988). Venganza (Los Fabulosos Cadillacs, 1992). Muy indignado (La Renga, 2014).

 

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