Narciso Ibáñez Menta (1912-2004)
El caballero del miedo
Fuente: http://www.lanacion.com.ar/
Dueño de una sugestiva voz y de una mirada penetrante, asustó a varias generaciones
de espectadores desde el teatro, el cine y la televisión
MADRID.-
El actor español Narciso Ibáñez Menta murió ayer en Madrid, tras una larga enfermedad,
a los 91 años. Sus restos serán cremados hoy en el cementerio de La Almudena,
de la capital española.
***
Narciso Ibáñez Menta fue, durante muchos años, el dueño del terror, el protagonista
de horas interminables de suspenso, de misterio y de ese miedo grande o pequeño
que todos teníamos cuando nos sentábamos a ver una de sus creaciones.
¿Quién no se estremeció alguna vez al descubrir en la pantalla del televisor
su rostro maquillado, perfecta y prolijamente desfigurado, después de cuatro
o cinco agotadoras horas de trabajo de transformación frente al espejo? ¿Quién
no sintió frío en su interior al escuchar esa voz casi inhumana, casi demoníaca,
que surgía desde lo más profundo de su garganta y sin embargo parecía venir
de detrás de la cortina de nuestro dormitorio?
Pero antes de llegar a ponerse en la piel de estas horripilantes criaturas,
Narciso Ibáñez Menta ya había recorrido una larga y exitosa carrera artística.
Había nacido en Sama de Langreo, Asturias, España, el 25 de agosto de 1912.
Hijo del actor Narciso Ibáñez y de la tiple cantante Consuelo Menta, a los tres
años demostró su precocidad histriónica cuando en una gira de sus padres por
Granada subió a un escenario e improvisó en un fin de fiesta, ante el asombro
de los espectadores.
Luego de realizar giras por España y Portugal, debutó en Buenos Aires con la
zarzuela "Los granujas", de Carlos Arniches, en 1919, día en que cumplía siete
años. Su presentación porteña la hizo en el teatro Comedia, en cuya azotea,
además, realizó una prueba cinematográfica para un proyecto que no llegó a concretarse.
Desde aquel año hasta 1923 actuó en nuestro país. Luego, con la Compañía Hispano-Argentina,
Narciso continuó con una larga gira por el continente europeo y americano. Vivió
tres años en los Estados Unidos y fue precisamente en ese país donde Ibáñez
Menta, gran admirador de Lon Chaney, decidió como él recurrir al maquillaje
para dar una nueva vertiente a su carrera y lograr composiciones distintas de
las que había encarado en sus actuaciones infantiles.
Larga etapa de éxitos
A
partir de enero de 1931, y hasta diciembre de 1963, se radicó en la Argentina,
dando comienzo así "a la etapa más importante de mi vida artística y personal.
No sólo me siento un artista argentino, sino que me siento un hombre argentino",
aseguró en una oportunidad.
Su amplia trayectoria escénica en nuestro país tuvo títulos significativos de
la dramaturgia universal: "El jorobado de Notre Dame" (1934), "Cruza", de Claudio
Martínez Paiva; "Arsénico y encaje antiguo", de Joseph Kesserling, y "Fausto",
de Goethe, los tres de 1941; "Mis amadas hijas", de Catherine Turney y Jerry
Horwin (1944); "Sangre negra", de Richard Wright y Paul Green, y "Luz de gas",
de Patrick Hamilton (ambas en 1945), y "El fabricante de piolín", de Carlos
Gorostiza (1950).
Otros títulos engalanaron su larga carrera teatral - "El carro de la basura",
"Culpable", "Así en la tierra como en el cielo"-, y en 1969, con "Los huevos
del avestruz", de André Roussin, festejó en el Liceo los cincuenta años de su
debut teatral en Buenos Aires. Atrás quedaban dos obras que definitivamente
lo elevaron a la categoría de notable actor y de talentoso director: "La muerte
de un viajante", de Arthur Miller, y "Las manos sucias", de Jean-Paul Sartre,
representadas, respectivamente, en 1950 y en 1956.
Su primer contacto con el cine argentino se dio a través del film "Nuestra tierra
de paz", de Arturo S. Mom, rodada en 1939, donde Ibáñez Menta maquilló al actor
Pedro Tocci, que personificó a San Martín. En 1942 aceptó una propuesta para
protagonizar dos películas: "Una luz en la ventana" e "Historia de crímenes",
ambas dirigidas por Manuel Romero.
De
su filmografía argentina se destacan sus trabajos en "El que recibe las bofetadas",
considerada por el actor como su mejor participación en la pantalla grande;
"Corazón", dirigida por Carlos Borcosque, y las biografías de William C. Morris,
Pedro B. Palacios y Evaristo Carriego, en los films "Cuando en el cielo pasen
lista" (1945), "Almafuerte" (1949) y "La calle junto a la luna" (1951), respectivamente.
Por aquella época, Narciso Ibáñez Menta se había casado con la actriz Pepita
Serrador, con quien tuvo un hijo, Narciso Ibáñez Serrador, "Chicho", que siguió
exitosamente los pasos artísticos de su padre. Posteriormente, Ibáñez Menta
contrajo nupcias con la también actriz Laura Hidalgo, de la que luego se separó,
y a los 73 años se casó con Lidia Haydée Rojas.
Otros de sus films fueron "Vidalita", "La bestia debe morir", "Procesado 1040",
"Cinco gallinas y el cielo", "La muerte está mintiendo" y "Derecho viejo", hasta
llegar a "Los muchachos de antes no usaban arsénico", de José Martínez Suárez,
realizada en 1976, que fue su último trabajo nacional.
Ibáñez Menta fue uno de los pioneros de nuestra televisión, medio en el que
alcanzó su primer gran éxito en 1955 con "Teatro universal en un acto", sobre
la base de adaptaciones de piezas teatrales de Oscar Wilde, Arthur Miller y
Oduvaldo Viana, entre otros autores.
Su labor fue casi ininterrumpida para la pantalla chica: "Obras maestras del
terror", "Arsenio Lupín", "El fantasma de la Opera", "El sátiro", "El muñeco
maldito", "El hombre que volvió de la muerte", "El pulpo negro" y "Herederos
del poder", entre otros. Con casi todas ellas logró las más terroríficas caracterizaciones.
Poseía una voz grave y sonora, un cuerpo menudo y ágil, con los cuales recreaba
sin esfuerzo los personajes del drama y la comedia.
Tras una brillante trayectoria artística, Narciso Ibáñez Menta deja una enseñanza
para todos los actores, que engarza su talento con su amor a una profesión que
heredó y le permitió transitar por decenas de personajes que quedarán como perdurable
recuerdo de su pasión inclaudicable por el teatro, el cine y la televisión.
Por Adolfo C. Martínez
Para LA NACION
No hay tapes de TV para recordarlo
Faltan archivos de sus mejores ciclos
Si por estas horas se piensa desde la TV algún tributo hacia la impar figura
de Narciso Ibáñez Menta, el cometido en todos los casos será con toda seguridad
parcial y escaso: apenas algún viejo film, fragmentos aislados de sus apariciones
en la pantalla chica o aquel aviso publicitario de un extractor de aire en el
que se reía de su imagen de "asustaniños". Porque aquellas memorables actuaciones
con las que Ibáñez Menta se sumó a la mejor historia de la televisión argentina
están perdidas.
Es cierto que sus primeros trabajos ("Obras maestras del terror", "Arsenio Lupin",
"El muñeco maldito") se pusieron en el aire antes de la llegada del videotape,
en 1963. Pero es muy difícil que la mayoría de sus hitos posteriores se encuentre
entre el escaso 16 por ciento de los programas anteriores a 1993 que aún se
conservan en los canales, según se desprende de una investigación de LA NACION,
en 1998.
Títulos como "El hombre que volvió de la muerte" y "El sátiro", ambas de 1969;
varias producciones especiales para "Alta comedia", de Canal 9, entre 1970 y
1972; un ciclo con adaptaciones dirigidas por Chicho Ibáñez Serrador, en 1974,
no pudieron ser repuestos y sólo permanecen en la memoria y en las retinas de
quienes tuvieron en su momento la oportunidad de seguirlos.
En la mayoría de ellas, según consigna el riguroso investigador Jorge Nielsen,
Ibáñez Menta se quejaba del frenético ritmo de las grabaciones y de los inconvenientes
de producción que lo dejaban, invariablemente, luchando contra el reloj. Esas
precarias y desordenadas condiciones, que contrastaron con el siempre metódico
y cuidadoso trabajo de Ibáñez Menta, se mantienen hoy. A tal punto que muy probablemente
impidan el tributo que el gran actor merece en el medio que más popularidad
le dio en la Argentina.
Marcelo Stiletano
Hondo pesar entre sus compañeros
Expresiones de algunos artistas que compartieron el trabajo y la amistad
José Martínez Suárez: "El fue un maestro de actores y nuestra amistad
nació cuando los dos trabajábamos para los estudios Lumiton. Pero sólo en 1976
pude tener el gusto y la honra de dirigirlo. Fue en la película «Los muchachos
de antes no usaban arsénico», una producción que me brindó enormes satisfacciones
y en cuyo rodaje comprobé el talento, la exigencia profesional y la calidez
que poseía Narciso. Nuestra fraternal amistad prosiguió a través de cartas y
llamadas telefónicas. Sin duda, con Ibáñez Menta se fue un grande, una figura
insustituible de la pantalla, del teatro y de la televisión".
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Ricardo Passano: "A él le debo una parte fundamental de mi carrera.
En teatro me dirigió en «Un marido como hay pocos», junto a Rosa Rosen, pero
la gran oportunidad me la brindó con «La muerte de un viajante». Allí comprobé
que estaba frente a un hombre excepcional, un ser cálido, un sabio puestista
de teatro, un intérprete talentoso y apasionado".
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Osvaldo Miranda: "Yo era un admirador de sus padres y cuando comenzó
mi amistad con Narciso estuve seguro de que esa ligazón se prolongaría con los
años. Y así fue, pues nos convertimos en grandes compinches. Esta fraternidad
partía de nuestro mutuo amor por el escenario y, en lo personal, de mi gran
admiración por sus cualidades de actor. Si bien nuestras carreras se diversificaron,
lo seguí tratando cada vez más convencido de que Narciso Ibáñez Menta poseía
la sencillez de los grandes y un talento absolutamente indiscutido".
***
Mercedes Carreras: "Ibáñez Menta y Enrique, mi marido, se querían
y se respetaban enormemente. Yo lo conocí cuando filmamos «Obras maestras del
terror», dirigida por Enrique, y por siempre lo valoré como a uno de los más
grandes actores de la Argentina. Su muerte es una pérdida enorme, irreparable,
una pérdida que siento muy mía".
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Horace Lannes: "Me encargaron el vestuario de «Los muchachos de antes
no usaban arsénico», y así me acerqué a Narciso, al que yo respetaba por su
enorme y dúctil talento interpretativo. Me brindó su amistad, y de él aprendí
mucho en este oficio del arte que él, como nadie, supo imponerse por su inteligencia
y su ternura".
Un actor que seducía a su audiencia
Era un obsesivo en todos los detalles
Este
caballero de fina estampa, delgado, de baja estatura y voz grave, se permitía
utilizar todos sus recursos actorales para conmover a la audiencia. De mirada
sagaz, tanto podía desplegar la más encantadora seducción como el comentario
más ácido. Sabía dominar la conversación en charlas de amigos, con un reservorio
de anécdotas que dramatizaba con su tono pausado.
Pero sobre el escenario, era otra historia. Obsesivo con el trabajo y minucioso
en los detalles, basaba sus composiciones en una ardua búsqueda de los perfiles
psicológicos. No tenía empacho en encarar tanto la comedia como el drama, pero
era este género el que le permitía desplegar todo su histrionismo en escena.
También era un visionario que sabía percibir el talento de los otros. Cuando
Arthur Miller escribió, en 1949, "La muerte de un viajante", Ibáñez Menta no
dudó un minuto en tener los derechos y poner la obra en Buenos Aires en 1950.
No sería de extrañar que fuera una de las primeras puestas que se realizaron
en el mundo. Blackie (Paloma Efron) contaba que se había sorprendido cuando
fue a la casa del autor norteamericano y encontró en una de las paredes del
living el afiche de la puesta porteña de la obra. Todo un reconocimiento.
Susana Freire
Fotografía: Narciso Ibáñez
Menta (no figura fuente ni mayores datos)
Fotografía: En 1990, cuando vino de visita
a Buenos Aires (Archivo Lucesole)
Fotografía: El actor, en plena madurez.
Fotografía: (Fotografía sin referencia:
Cartel de la puesta en escena de MUERTE DE UN VIAJANTE, en el Teatro El Nacional)
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