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LIBROS EN CINE BRAILLE
PERONISMO: FILOSOFÍA POLÍTICA DE UNA OBSTINACIÓN ARGENTINA
José Pablo Feinmann – Domingo
a domingo con la edición de Página/12
El filósofo, escritor y guionista
de cine José Pablo Feinmann viene escribiendo, desde
hace ya unos cuantos meses, una obra casi tan especial como su tema: el inasible
fenómeno peronista. “Peronismo: filosofía política de una obstinación argentina”
es, para comenzar, un ensayo histórico y filosófico que también incluye capítulos ficcionales (los correspondientes al asesinato de
Aramburu, y que derivarían en la novela
“Timote”, de reciente aparición), así como otros que parecen propios
de unas eventuales memorias del autor. Estos capítulos se publican semana
a semana, casi como un folletín, junto a la edición dominical de Página/12 y,
con periodicidad irregular, se
suben al sitio web del diario. Ese carácter un
poco informe, anárquico y torrencial
(en algunas oportunidades, Feinmann hasta
admite expresamente que piensa salirse de su plan de la obra, por cierto
bastante laxo), los saltos temporales, la pasión puesta en cada toma de partido,
nos llevan a evocar como posible modelo inconsciente a un libro que el autor
considera capital: hablo del “Facundo” de Domingo Faustino Sarmiento.
Feinmann ama escribir: tal vez demasiado.
Abundan los párrafos larguísimos formados por una o dos oraciones; sus digresivos paréntesis
desarrollan teorías o historias enteras: empero, los temas tratados suelen ser
tan apasionantes que uno le perdona (casi) todo. Hay capítulos en los que la
historia del peronismo parece una excusa, porque Feinmann entra y sale del tema a placer, y la palabra "placer" es del todo
adecuada: es evidente que está disfrutando con la posibilidad de aludir (aclaro,
siempre justificadamente) ora a Heidegger, ora al citado Sarmiento, o a
“Peronismo…” es realmente valiosísimo
en lo que hace a la parte de la historia del movimiento que el autor mejor conoce,
por haberla vivido intensamente: hablo de aquellos años intensos en los que
muy diversos factores externos e internos llevaron a miles de jóvenes provenientes
del marxismo o del cristianismo de base a acercarse a las masas peronistas,
generando un movimiento tan rico (y contradictorio al borde del oxímoron) como
la izquierda peronista. El análisis que Feinmann hace
(está haciendo, sigue haciendo) de aquellos años de fines de la década del ’60
y comienzos de la del ’70 va camino a convertirse en punto de referencia obligatorio,
ya sea para compartirlo o combatirlo.
La obra pierde sustancia cuando
se refiere a temáticas a las que el autor no parece haberle dedicado tanta reflexión
como a la antedicha: por ejemplo, a la abundancia de razones para ser opositor
de buena fe a Perón entre 1946 y 1955 (que Feinmann
parece relativizar, en un modo que a nosotros nos resulta algo chocante); por
ejemplo, a un abordaje del conflicto del 2008 entre el gobierno nacional y las
organizaciones ruralistas que luce demasiado simplista,
demasiado deudor de esquemas ideológicos que sólo se podían aplicar de modo
imperfecto a la descripción de aquella realidad. (Cuando uno veía por TV las
imágenes de los coquetos caceroleros de Barrio Norte,
podía pensar que el uso de conceptos como “oligarquía” conservaba sentido; cuando
uno cambiaba unas palabras con los chacareros que participaban en los cortes
o en las innumerables y masivas marchas que hubo en todo ese tiempo en muchas
ciudades pequeñas del interior profundo, entendía que había que emplear esas
ideas con muchísimo cuidado. De todos
modos, aclaramos que Feinmann no es quien incurrió
en las simplificaciones más groseras, y en todo caso, los abanderados urbanos
de “el campo” no se quedaron cortos en ese sentido).
ASESINOS SIN ROSTRO
Henning Mankell - Tusquets Editores, Buenos Aires 2008 (edición original en
sueco 1991, primera edición en español 2001). Traducido por Dea Marie Mansten
y Amanda Monjonell Mansten.
El protagonista de esta novela es un cuarentón abrumado
por su reciente divorcio, por el rechazo de una hija adolescente con tendencias
suicidas, por la senilidad de su padre y por las ineludibles consecuencias de
una dieta a base de kilos de comida chatarra, litros de whisky y hectolitros
de café. Por si estos problemas fueran pocos como para causarle insomnio, es policía,
y el caso que le toca investigar es un espeluznante asesinato de una pareja
de ancianos cometido (todo parece indicarlo) por extranjeros, con lo que además
tendrá de preocuparse de los efectos del irresponsable sensacionalismo de los
medios y de la posible reacción de grupos xenófobos. Más de una vez se lamentará
de la aterradora e incomprensible violencia de una nueva generación de criminales,
de los trágicos efectos del auge de las drogas pesadas, de la ineficacia del
aparato estatal y de la inmigración ilegal. ¡En verdad, la realidad diaria del inspector Kurt Wallander en la Suecia de 1990 es del todo extraña a un argentino de 2009!
"Asesinos sin rostro" es el primero de una serie de relatos que le ganaron a
su autor un lugar importante en el universo de la novela policial negra. Al
igual que otros destacados nombres del subgénero (Chandler, Hammett, Simenon,
Vázquez Montalbán) y a diferencia de los autores de la escuela inglesa (Conan
Doyle, Agatha Christie, Leroux) Henning
Mankell utiliza la investigación de un crimen como pretexto para denunciar
un orden social: en este caso, el ya no tan exitoso modelo sueco de posguerra,
sometido además a tensiones adicionales causadas por la disolución del bloque
soviético.
El misterio policial planteado al comienzo resulta un tanto desvaído: promediando
el libro, Mankell debe recurrir a un segundo crimen, tenuemente relacionado
con el primero, para sostener la trama (segundo crimen que, por cierto, le ayuda
a perfilar más definidamente la doble cuestión inmigración ilegal / racismo
vernáculo como el verdadero eje de la novela). Donde el autor sí se revela muy
eficaz es en la creación de los personajes del inspector Wallander y sus compañeros
de la comisaría de Ystad: sobre todo en el caso del protagonista, que no es
un cerebro excepcional como Sherlock Holmes ni un caballero andante del siglo
XX como Philip Marlowe, sino un hombre común que integra un equipo que hace
bien su trabajo, con conflictos propios de su edad y con ideas propias de su
condición. (Un acierto de Mankell es retratarlo como un conservador; al fin
y al cabo es un policía, no un estudiante adherente del trotskismo).
Estilísticamente, criticaríamos un abuso del narrador omnisciente (siempre preferiremos
que las acciones hablen por los personajes) y un final con demasiadas oraciones
cortas terminadas en punto y aparte, fatigado
y fatigoso recurso de Ernesto Tenenbaum para cuando el tema se le termina
antes que el espacio. En resumen: una buena novela policial que se lee de un
tirón, ideal para un largo viaje en micro o para leer en la playa.
Algunas líneas sobre las variadas lecturas de los últimos meses: "El Rey de la Milonga y otros cuentos" (Roberto Fontanarrosa), "El nacimiento del cristianismo" (John Dominic Crossan), "La ventana siniestra" (Raymond Chandler), "Jauretche y su época" (Norberto Galasso), "Los falsos Mesías" (Christophe Bourseiller), "Punk, la muerte joven" (Juan Carlos Kreimer).
EL REY DE LA MILONGA Y OTROS CUENTOS
Roberto Fontanarrosa - Ediciones de la Flor - Buenos Aires, 2005
Al Negro Fontanarrosa se lo suele considerar un
gran humorista e historietista, pero el reconocimiento como cuentista ha debido
esperar más de lo conveniente. Hace rato que el Negro trascendió las fronteras
del relato humorístico para devenir en uno de los mejores contadores de historias
de la literatura argentina.
"El Rey de la Milonga"
incluye 26 cuentos, lo que casi necesariamente lo hace un libro desparejo.
"Nada más que un sueño", sobre un hombre que, cada vez que está
por tener relaciones sexuales con mujeres atractivas, descubre que es un sueño
y se despierta una y otra vez, arranca por todo lo alto, pero su resolución
no está a la altura de ese comienzo. Hay algunas otras historias que no son
de lo mejor de Fontanarrosa (tal vez "Volviendo al mono" o "Un
corte de tela italiana"), pero pasemos a los puntos altos, que son unos
cuantos y más que justifican la compra del libro. Se destaca el muy buen cuento
inicial, "El discípulo", sobre un guerrillero argentino nacido en
Rosario (como el Che Guevara) que se va a combatir a la selva para resistir
a una de las mayores lacras de la humanidad: levantarse muy temprano para
ir a la escuela. "Sara Susana Báez, poetisa", "El Rey de la
milonga" y "Mi primer milagro" son excelentes cuentos que trascienden
el humorismo (en especial los dos últimos). Los tres mejores son dignos de
figurar en cualquier antología de los mejores relatos del Negro. Uno es "Sopapo
y Milanesa" (un delirante informe periodístico sobre un payaso hambriento
que, cual animal salvaje, se escapa de un circo misérrimo y trastorna la tranquilidad
pueblerina de Villa Ogando). Otro, "Una interesante observación sobre
las narigonas", contrapone en un desopilante diálogo de sordos, en una
mesa del célebre bar "El Cairo" de Rosario, a un joven interesado
en investigar los problemas de comunicación de la vida moderna con los imposibles
y atorrantísimos habitués del mismo. La joya del libro es "Cuando
se lo cuente a los muchachos", sobre el viaje de un típico muchacho de
barrio y un amigo periodista a ver una pelea de box en Montecarlo, secretamente
motivado por una razón familiar a todos en mayor o menor medida: regresar
para narrarlo a los amigos. El desenlace del cuento garantiza carcajadas francas.
Sorprenden unos cuantos (poco acostumbrados) apuntes mordaces sobre
la Iglesia y la religión cristiana. Es difícil resistir la tentación de ligarlos
a los problemas de salud del autor y a la resistencia
de la Iglesia a los tratamientos médicos con células madres. Negro, acá te
queremos mucho: estamos con vos.
EL NACIMIENTO DEL CRISTIANISMO
John Dominic Crossan - Emecé - Buenos Aires, 2003
A todos los que se interesaron por los orígenes del cristianismo
a partir de "El Código Da Vinci", conviene recomendarles este libro
de Crossan, pero no porque tenga algo que ver con el best-seller de
Dan Brown, sino por todo lo contrario. Crossan es un reconocido académico irlandés, ex sacerdote católico,
y "El nacimiento del cristianismo" es una indagación científica
sobre las comunidades seguidoras de la vida y mensaje de Jesús durante las
dos décadas posteriores a la crucifixión, digamos años 30 a 50 de nuestra
era.
Una obra científica ¿Hasta qué punto puede ser "científica"
una obra sobre historia de una religión, y además escrita por un creyente?
En esta obra queda claro cómo y hasta qué grado puede serlo. Crossan utiliza
un enfoque multidisciplinario que da su lugar a la antropología intercultural,
la historia judeorromana y la arqueología de Galilea para delinear el contexto
en el que se desenvolvió el movimiento de Jesús: la resistencia del judaísmo
al imperialismo cultural grecorromano, por un lado, y la resistencia de las
masas empobrecidas a una política imperial que dislocó los fundamentos mismos
de la sociedad. Dado este marco, Crossan se lanza a la crítica de los textos
que han llegado hasta nuestros días (básicamente los cuatro evangelios canónicos,
pero también algunos de los apócrifos, como los evangelios atribuidos a Tomás
y Pedro). Debido a la naturaleza inevitablemente polémica de la crítica textual,
es de destacar que el autor no dé un paso sin aclarar sus supuestos, lo que
además de ayudar a la comprensión invita a la discusión sobre bases sólidas.
Por momentos Crossan tiene tantos escrúpulos en demostrar la base
científica de sus teorías que el libro se aleja de lo que se supone que es
una obra de divulgación, abordando campos tan abstrusos como la memoria oral
de los campesinos bosnios, o la forma en que las mujeres lloran a sus muertos
en la zona rural de Irlanda (todo tiene su por qué, no toca esos temas de
modo gratuito). El resultado (si uno no se deja abrumar por algunos pasajes
algo técnicos) es un libro apasionante, no sólo útil para el conocimiento
del tema principal del mismo sino para efectuar interesantes analogías sociopolíticas
entre la situación de Galilea en la época de Jesús y otros lugares y otros
momentos históricos, en especial la desgarrada Iberoamérica de ayer y de hoy.
Según Crossan, Jesús fue un rebelde, pero un rebelde que despreciaba la violencia,
que anunciaba la alegría de la presencia de Dios aquí y ahora, y que dirigía
un movimiento (de características intensamente judías, que quede
claro) que intentaba dar un marco de contención a los desheredados que habían
sido despojados hasta de la esperanza. El libro incluso nos permite a los
iberoamericanos una analogía aún más perturbadora: ¿fue acaso Jesús un
desaparecido?
Esta es sólo una de las sorpresas que admite la lectura de esta obra.
LA VENTANA SINIESTRA
Raymond Chandler - Emecé - Buenos Aires, 2003
"La ventana siniestra" es la tercera novela de Raymond Chandler (imagen) el creador de uno
de los puntos más altos de la narrativa policial: el duro, sarcástico, quijotesco detective Philip Marlowe. Publicada originalmente en 1942,
sigue el patrón que hizo que las historias de Marlowe trascendieran las fronteras
del género: el detective es un héroe romántico, un hombre íntegro aferrado
a un código de conducta que ya no tiene lugar en una era donde los vínculos
entre el crimen organizado, la política y el mundo de los negocios son más
fluidos y promiscuos que nunca. A las veinte páginas de "La ventana siniestra"uno
tiene claro que la intrincada trama es lo de menos, y se deja llevar a puro
golpe de destreza literaria a un viaje por los cimientos podridos del Sueño
Americano. Los diálogos son brillantes, los personajes están bien delineados,
las metáforas a la Chandler resuenan como martillazos ("vista
a una distancia de treinta metros, parecía algo muy bueno, pero a diez metros
daba la impresión de ser algo hecho para ser visto de lejos"; "de
las orejas le crecía pelusa lo bastante larga como para atrapar una polilla").
Incluso (acabo de comprobarlo) "La ventana..." soporta
perfectamente la relectura, algo que no suele suceder con la novela policial,
y otra señal de que lo menos importante, en Chandler, es el misterio planteado;
en términos de Hitchcock, puro Mac Guffin. Altamente recomendable.
JAURETCHE Y SU ÉPOCA
Norberto Galasso - Peña Lillo Editor - Buenos Aires, 1985
Una de las joyas que uno puede hallar en una librería de viejo. Galasso (imagen), compañero y amigo del legendario Arturo Jauretche, pinta con ayuda de textos y declaraciones del viejo
luchador una interesantísima biografía política de sus primeras tres décadas
de actuación pública, de más o menos 1919 a 1955 (el aspecto privado de la
vida de Jauretche queda relegado al somero relato de su infancia y adolescencia
y a unos cuantos apuntes de tanto en tanto).
Los nuevos aires de la política argentina han renovado la actualidad
del mensaje de Jauretche (decir que han vuelto a estar de moda suena tan poco
nac & pop...). En su reivindicación de lo nacional apoyada en los sueños
y necesidades del hombre de la calle, y no en una difusa noción de patria
hecha de simbologías huecas; en su crítica de la ceguera de la intelligentzia del país que, ya sea liberal o marxista, desprecia por igual la experiencia
del hombre común; en su defensa de los dos más grandes líderes populares del
siglo XX (el radical Hipólito Yrigoyen y el justicialista Juan Domingo Perón),
Jaureteche sintoniza a la perfección con el espíritu de esta era surgida de
las cenizas del genocidio de los '70 y del espejismo colectivo de los '90.
"Jauretche y su época" es más que un buen libro: es un
libro necesario, aún por lo que de equivocado pudiera tener el pensamiento
de don Arturo. Dos ejemplos de esto, en mi humilde opinión: su silencio ante
los costados más negativos de la experiencia del peronismo en el poder entre
1945-55 por miedo a que su crítica fortaleciera el discurso de sus enemigos
declarados, o su tosca relativización de la importancia de las instituciones
republicanas, por cierto hija de la burla que de ellas hicieron los partidos
defensores del status quo durante la Década Infame de 1930-43. Errores
de los que haríamos bien en aprender y en no repetir.
LOS FALSOS MESÍAS
Christophe Bourseiller - Ediciones Martínez Roca - Barcelona,
1994
Una indagación en el universo de aquellos que, dentro del cristianismo,
el judaísmo o el Islam, proclamaron poseer un mandato divino, y en virtud
de tal mandato reclamaron una jerarquía especial: ser el Mesías, en el judaísmo
o el cristianismo; ser el Mahdi, en el shiísmo musulmán.
Bourseiller omite deliberadamente de su inventario
a Jesús y a Mahoma: reconociendo el problema que plantea motejar a un autoproclamado mesías de falso (¿entonces hay o puede
haber mesías verdaderos?), el autor se concentra en aquellos iluminados que
fracasaron abiertamente (al menos Jesús y Mahoma dieron nacimiento a creencias
que atrajeron a miles de millones de seguidores).
Unas líneas más arriba hablaba de inventario: ése es uno de los límites
que tiene el trabajo de Bourseiller. Pareciera haber intentado agotar las
posibilidades de la enumeración, antes de avocarse a la profundización de
los casos más interesantes. Pero cabe respetar la elección del autor, por
un lado, y reconocer los escasos conocimientos que, en muchos de los casos,
han llegado hasta hoy, por otro.
De entre el heterogéneo censo que propone Bourseiller, podría destacar
a Simón Bar Kosebá, el príncipe judío que quiso liberar a su pueblo de la
opresión romana en el siglo II de nuestra era; a Al-Hakim, el califa fatimita
de Egipto, cuyos crímenes desafiaban la comprensión humana y, por ello, fueron
tomados por signo de divinidad; a Thomas Müntzer, el líder de la desdichada
rebelión campesina de 1525 en Alemania; al fanático milenarista y orgiástico
Jan Bockelson; al increíble caso del mesías apóstata Sabbetai Zeví; a Mother
Ann Lee, la primera Mesías mujer; a Hong Hsiu-Chuan, cabeza del culto Taiping,
que hizo tambalear al Imperio Chino y que acabó ahogado en la sangre de veinte
millones de muertos (¡más que las muertes debidas a la Primera Guerra Mundial!);
a Antonio Conselheiro, el líder campesino brasileño cuya rebelión fuera magníficamente
contada por Mario Vargas Llosa en "La guerra del fin del mundo";
al Mahdi del Sudán, que al mando de un ejército casi tribal aplastó una invasión
colonial británica; a Krishnamurti, que fue considerado un enviado de Dios
desde niño y que, cuando creció, rechazó esa distinción y liberó a los hombres
de toda obligación de seguirlo; a Mel Lyman, el Cristo hippie que tocó en
el mismo festival folk en el que la gente le dio la espalda a Bob Dylan; a
Norman Bloom, el anciano judío neoyorquino que usaba sus "poderes"
de Hijo de David para profetizar... resultados deportivos.
PUNK, LA MUERTE JOVEN
Juan Carlos Kreimer - Editorial Distal - Buenos Aires, 1993 (segunda
edición)
Una personal mezcla de diario y crónica de los días del nacimiento
del punk, con especial énfasis en 1977 y en la historia de los Sex Pistols,
una banda que, al fin y al cabo, hizo sólo un disco y duró poco más de dos
años. Pero, parafraseando a Churchill ¡nunca se hizo tanto con tan poco!
El punk llegó a ambas riberas del Plata, merced a las dictaduras
que padecíamos, a principios de la década del '80, cuando ya era historia
en Europa y América del Norte, y se vivió de segunda mano, a partir de algunos
discos y de textos como el de Kreimer (que es de 1978, y fue escrito para
ganarse unas pesetas mientras trabajaba de acomodador en un cine de Londres).
La obra no se olvida de registrar los primeros pasos de los punkzines o las discográficas independientes, los primeros locales que albergaron a
las banditas punks, los festivales como el de Mont-de-Marsan de 1977, las
diferencias entre la actitud contestataria y desesperada del punk inglés (producto
de un medio en decadencia) y la visión más filosófíca y paródica del punk
neoyorquino (emergente de un medio social que nada en la abundancia). También
testimonia la contradicción que las bandas enfrentaban: por un lado repudiaban
el showbiz, y por el otro, estaban pendientes de un contrato con una
multinacional para poder vivir exclusivamente de la música. Obviamente, esta
tensión se resolvió en general por el lado más obvio: vendiéndose.
El punk fue como ese vómito que ayuda a superar una indigestión:
un revulsivo necesario para un rock que, a mitad de los '70, estaba muy lejos
de los intereses de los adolescentes de entonces. Le vino bien a unas cuantas
estrellas que estaban aburguesándose, y que respondieron a la provocación
con grandes obras ("The Wall", "Some girls", los primeros
discos solistas de Peter Gabriel). Aportó a la confusión con su creencia en
la superioridad del músico inexperto o ignorante, pero también ayudó a aclarar
los tantos: el rock nunca fue sólo música, sino también una actitud
vital. Un chico de dieciséis años que conoce tres acordes no tiene por
qué sentirse disminuido ante un rockero que fue al conservatorio, siempre
que tenga algo que decir.
Y vaya que hay cosas para decir.
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