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PERÓN Y SU TIEMPO.
TOMO I:
Félix
Luna - Editorial Sudamericana. Buenos Aires, primera edición 1984, quinta edición
1987.
Más allá de que existen motivos muy válidos
para criticar sus obras, Felipe Pigna es usualmente denostado en forma rigurosamente
proporcional a las cifras de ventas de sus libros e inversamente proporcional
al tiempo dedicado a su lectura; Pacho O’Donnell suele ser desagradablemente acomodaticio
y cultivar la errata con una pasión digna de mejor
causa; Jorge Lanata a menudo parece menos interesado en contar nuestra historia
que en escribir el tango lacrimógeno de nuestra perpetua desventura.
Félix Luna, sin embargo, ha sabido ganarse el respeto general, y no es difícil
entender por qué.
En lo estrictamente literario, Luna es superior
a los mencionados, algo que no debiera sorprender: además de divulgador de temas
históricos, es novelista, poeta y dotado
letrista de canciones de géneros populares. En lo estrictamente histórico,
a Luna nunca lo anima el propósito de proponer anacrónicos altares o patíbulos post-mortem para las figuras de nuestra
historia, sino el de ayudar a comprender los procesos en los que se vieron envueltos
(enfoque que a veces sobreactúa y suele hacerlo parecer condescendiente).
Esto no implica que rehúya el juicio: ya veremos que, al menos en esta obra,
no podría estar más distante de la asepsia.
En otras cuestiones, Luna es más sutil: cuando
se ocupa de las compañías estatales que prestaban servicios públicos, dedica
mucho más espacio a aquellas que presentan flancos discutibles (ferrocarriles,
teléfonos) que a aquellas que sólo le merecen elogios (gas). Cuando reconoce
uno de los logros más importantes de la época (la erradicación de la plaga de
langosta) no puede reprimir la tentación de adosarle un reproche: "millones
de hombres de campo [le] agradecieron íntimamente, tal vez compensando las exacciones
que sufrían en otros aspectos...". Se parece demasiado a una injusticia
el escasísimo espacio concedido al secretario de Salud Pública Ramón Carrillo,
a quien, en la descripción del gabinete (pág. 367) se le dedican sólo diecisiete palabras, menos que las que se emplean para contarnos que el secretario de Comercio
e Industria era un industrial que fabricaba los sombreros Flextil. En la página
401, Luna parece acordarse de Carrillo y reconoce que, durante su gestión, la
mortalidad infantil y las enfermedades infecciosas se redujeron "notablemente",
que aumentó la capacidad hospitalaria y que en pocos años se logró erradicar
una enfermedad endémica como el paludismo. En suma, Carrillo alcanzó más logros
que todos sus antecesores y sucesores pero el relato de estos éxitos, para Luna,
no llega a merecer una página entera…
También resulta discutible el tratamiento condescendiente
que se da a
Hasta aquí los puntos que nos invitan a discrepar,
o al menos matizar los puntos de vista de Luna; pasamos a lo mucho de bueno
que tiene el libro: al detalle con el que se cuentan los tremendos
(y a menudo olvidados) conflictos entre las líneas internas del justicialismo
entre 1946 y 1950, que ayudan a explicar la imposición del férreo verticalismo
que caracterizó a los años ’50. A la perspicacia con que se apunta al sustrato
ideológico y cultural común del peronismo y la intransigencia radical, razón
por la cual muchas de las leyes importantes del período se aprobaron por una
amplísima mayoría en
En resumen, puede decirse que “
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