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HIPÓLITO BOUCHARD: EL CORSARIO ALBICELESTE (PARTE II DE III)
Nueva versión corregida en los errores, aumentada en los datos y disminuida en los énfasis patrioteros de una historia que nada tiene que envidiarles a las hazañas de Sandokán, el Corsario Rojo, Jack Aubrey o el Capitán Blood. ¡Al abordaje!
LA GUERRA DE CORSO EN EL OCÉANO PACÍFICO
En septiembre de 1815, el Director Supremo Ignacio
Álvarez Thomas le otorgó una patente de corso a Bouchard,
quien participaría de una expedición financiada por Vicente Anastasio Echeverría. Éste era un abogado rosarino de dilatada vida
pública. Sus padres habían soñado que fuera sacerdote, destino que se encargó
de cambiar cuando decidió estudiar leyes y se casó con su prima, provocando un
escándalo que llegó hasta los tribunales. Combatiente en las Invasiones
Inglesas, dueño de una fortuna importante, actuó siempre en segundo plano desde
el principio de
De las dos naves corsarias botadas por Echeverría, una
se perdió en la travesía del Cabo de Hornos. Bouchard logró salvar la suya, la corbeta Halcón, y rodear el Cabo, pese a
la oposición de sus oficiales, que querían volverse y llevaron su
insubordinación al borde del motín. Ya en el Océano Pacífico, se puso a las órdenes de
Guillermo Brown, que contaba con la fragata Hércules y el bergantín Santísima Trinidad. Los tres
barcos de la pequeña flota corsaria hostigaron las líneas de comunicación
realistas y lograron paralizar el comercio marítimo español en el Pacífico:
entre otras hazañas, hundieron la fragata Fuente Hermosa y
capturaron una nave similar, la Consecuencia, el 28 de enero de
1816. Ese barco sería luego rebautizado con el nombre de
En un ataque a Guayaquil, Guillermo Brown fue capturado por las fuerzas españolas. Bouchard y el hermano de Brown, Miguel, negociaron un canje para recuperar al prisionero, a cambio de ceder gran parte del botín obtenido. Poco después, Bouchard informó a Brown (con quien se detestaba cordialmente) que su barco hacia agua y que volvería a Buenos Aires. Negociaron el reparto de bienes; a Bouchard le tocó en suerte la Consecuencia, por la que cedió la Halcón, y mantuvo otra nave muy deteriorada, la Carmen o Andaluz, para la cual tenía otros planes: se la dejó a los oficiales que habían intentado insubordinarse...
COMIENZO DE
"El
capitán, a cuya dirección iba fiada
A mediados de 1816, Hipólito Bouchard desembarcó en Buenos Aires y se encomendó a los preparativos de una nueva expedición corsaria, patrocinada otra vez por Vicente Echeverría. Se hizo de los pocos recursos que el gobierno podía darle (sables de caballería, para una operación en el mar) y preparó su tripulación, en la que se destacaba un joven criollo que participó en su anterior viaje, Tomás Espora, que iniciaba así su carrera en la marina argentina.
El primer inconveniente que debió afrontar la
expedición ocurrió cuando todavía no había partido, y casi termina con la
aventura antes de empezar. En la noche del 25 de junio de 1817, una discusión a
bordo del buque terminó en una pelea que debió ser reprimida por la infantería
de marina, con el saldo de dos muertos y cuatro heridos graves. El Director
Supremo Juan Martín de Pueyrredón suspendió la
partida de
Tenemos un problema con la historia de la navegación de La Argentina: prácticamente la única fuente con que contamos es la documentación escrita que dejó Bouchard. Formulada esta prevención, pasamos al detalle del viaje. Tras zarpar con 450 hombres a bordo, 125 de ellos infantes de marina,
Cruzar el Atlántico les llevó dos meses. A comienzos
de setiembre,
El 7 de noviembre, con una tripulación diezmada,
Tras repeler un ataque de piratas malayos, Bouchard, siguiendo los usos y costumbres del mar, convocó un consejo de guerra que juzgó a los prisioneros y los sentenció a muerte, con excepción de algunos menores que fueron recibidos como grumetes. Los piratas malayos fueron devueltos a su nave, a la que se le aserraron sus palos. Luego, Bouchard ordenó el fuego. Los piratas desaparecieron bajo las aguas gritando: "¡Alá! ¡Alá!".
Tras esta aventura,
En el viaje a Cantón,
Julián Manrique, grumete de
NUESTRO HOMBRE EN HAWAII
El 18 de agosto de 1818, La Argentina fondeó en la bahía de Kealakehua, en una de las islas del archipiélago hawaiano. Hawaii era entonces un reino independiente, gobernado por Kamehameha I, quien había creado una pequeña flota con la que comunicaba las islas del reino y comerciaba con China. Se había rodeado de asesores europeos, que lo aconsejaban en su trato con las potencias. Hawaii también era una especie de paraíso mahometano: se caracterizaba por la desinhibición sexual de sus mujeres, bellas morenas de senos descubiertos, que siempre hicieron las delicias de los marinos que arribaron a sus tierras.
Apenas llegó, Bouchard se encontró, atracada en el puerto, una nave que había sido comprada por el rey. Tras prudentes averiguaciones, Bouchard descubrió que era la corbeta argentina Santa Rosa, o Chacabuco, que se aprestaba a partir, también en afán corsario, cuando La Argentina dejó Buenos Aires. La tripulación de la Santa Rosa se había rebelado frente a la costa de Chile y, tras desembarcar a sus oficiales, navegó por el Pacífico hasta Hawaii. Los hombres se dispersaron por la isla, habían tomado mujer y estaban adaptados a las costumbres locales. Ante la falta de tripulación, el capitán le vendió el buque al rey Kamehameha y partió sin que se supiera más de su suerte.
Entonces, una ley del mar, que se aplicaba estrictamente, establecía que cualquier capitán que encontrase marineros amotinados debía ejecutarlos sin dilación, para escarmiento y para evitar que el ejemplo cundiese. En esa época los oficiales eran pocos; la mayoría de la tripulación de cualquier barco estaba formada por levados, esclavos, condenados y capturados. Bouchard apresó a un grupo de hombres del Santa Rosa que estaban escapándose de las islas. Comprobó que la corbeta estaba totalmente desmantelada, varada en el puerto, y decidió efectuar el reclamo ante el propio monarca. Finalmente ambos llegaron a un acuerdo: el rey devolvía la nave, aportaría hombres a la tripulación de Bouchard (unos cien) y éste indemnizaría a la corona por los gastos de compra del buque.
En las memorias del capitán montevideano José María Piris, integrante de la expedición de Bouchard,
se afirma que Kamehameha firmó un Tratado de Comercio,
Paz y Amistad con Hipólito Bouchard, en el que
reconocía la independencia de las Provincias Unidas del Río de
Bouchard prosiguió la captura de los amotinados del Santa Rosa en Kaouai. En Oahu, la isla más grande y rica de Hawaii,
cargaron provisiones y atraparon a los últimos amotinados que se habían
escondido en los bosques: uno fue condenado a muerte, y el resto a recibir
azotes. Tras otorgar grados militares al rey Kamehameha y nombrar algunos cónsules, decisiones para las que no estaba facultado,
Hipólito Bouchard partió hacia el este. Junto a
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