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VINDICACIÓN PARCIAL DEL BOWIE DE LOS 80s

Los primeros álbumes que David Bowie editó en los años 1980s tienen momentos realmente muy buenos. Cuando se dice, incluso en este mismo sitio, que los discos de David Bowie de los años 80s son flojos, creo que injustamente se pasan por alto esas obras de comienzo de la década por hacer foco en una segunda mitad de los ochenta poco estimulante, de la cual hasta el propio artista reniega hoy.


Por el doctor Alan Grant

Parte de la razón de la apreciación negativa de los 80s de Bowie se debe a que sus 70s son irrepetibles: diez discos bastante diferentes entre sí, donde se revisitan el folk, el rock, el blues, el music hall, el glam, el soul blanco, el rock otra vez, el pop, el funk, la balada de piano, la New Wave, el kraut rock, la música electrónica, el ambient y sólo Dios sabe qué más, asumiendo a su vez personalidades tan diferentes como las de Hunky Dory, Ziggy Stardust o el Duque Blanco. Y están las canciones. Quicksand antes que nada, pero también Panic in Detroit, The man who sold the world, Changes, Oh! You pretty things, Life on Mars?, Starman, Ziggy Stardust, The Jean Genie, The prettiest star, Diamond dogs, Fame, Breaking glass, Beauty and the beast, Heroes, The secret life of Arabia, DJ, Boys keep swinging, Look back in anger. Mantener ese nivel era una proeza....

... y Bowie lo logró en 1980, el último año de la década del 70 o el primero de la de los 80, como prefieras. Scary monsters (and Super Creeps), producido por su viejo aliado Tony Visconti, arranca con la versión punk de It's no game, onda "después de cantar así mejor que mande 'garganta nueva' al 2020", y cierra con la versión pop del mismo tema, como para que cada uno elija la que más le gusta. Está también Fashion, y está uno de los mejores temas de la carrera de Bowie, Ashes to ashes, una bellísima melodía, unos muy lindos cambios de acordes, una gran interpretación vocal, unas partes de batería bastante intrincadas, un bajo funky que es una delicia, y un video que hizo época. (El mencionado video, abajo a la derecha).

Luego vino su colaboración con Queen en 1982, un gran tema y un gran éxito como Under pressure, con ese juego de melodía y de contramelodía que luego se vuelve melodía principal que me pone la piel de gallina cada vez que lo escucho. Y al año siguiente Bowie repitió la hazaña. Para hacerlo, prescindió esta vez de Tony Visconti, hasta con cierta descortesía de su parte porque se lo avisó a través de una secretaria, y convocó de productor al genio de Chic, Nile Rodgers, con la obvia idea de hacer un disco hitero y bailable. Y también llamó a un guitarrista inverosímil para ese marco conceptual como... Stevie Ray Vaughan. (Uno de los éxitos de los días en que se grababa el disco, allá por diciembre de 1982, era Beat it, la colaboración entre Michael Jackson y Eddie Van Halen. Así que la idea no era una novedad absoluta).

Más allá de cualquier alarma previa ante la llamativa combinación y aún más, gracias a ella, el resultado es brillante, con la guitarra blusera de Vaughan aportando un color nuevo a temas muy discotequeros. El mejor ejemplo es una canción genial como Let's dance, con esa particular combinación de solos a la Albert King sobre sonidos de batería procesados electrónicamente, una maravillosa guitarra líder con eco, líneas de bajo muy funkies duplicadas por un sintetizador, saxos y percusión afrolatina al final. Sin Let's dance, ni Fricción ni discos de Soda Stereo como Nada personal o Doble vida hubieran sido lo mismo. (De hecho, Doble vida fue producido por uno de los guitarristas de siempre de Bowie, el portorriqueño Carlos Alomar. Y Lo que sangra (La cúpula) es un heredero remoto de Let's dance también en sus solos bluseros. Tanto, que hay una muy buena versión en vivo de 1990 con un guitarrista invitado como... David Lebón).

Y además en Let's dance hay otros dos hits restallantes, los dos primeros temas del disco, Modern love y China girl, este último compuesto a medias con Iggy Pop, y también está una linda canción como Cat People (Putting out fire) una colaboración con Giorgio Moroder para la remake ochentosa de la película "Cat People". La placa fue un éxito comercial notable, tanto que descolocó a Bowie, quien confiesa haberse sentido condicionado a partir de entonces para mantener ese nivel de popularidad. El resultado fueron, en sus propias palabras, sus "años de Phil Collins", de los cuales renegó más temprano que tarde. En 1984 se editó Tonight, que tenía un par de aceptables sucesores de China girl y Let's dance como Loving the alien y Blue jean, pero no hacía histora. E incluso el tema que debía ser el punto alto del disco, el cover de la extraordinaria God only knows de los Beach Boys, no es lo que uno espera del encuentro de un clásico eterno con Bowie.

Después... qué importa del después, dice el tango. Un Bowie muy activo en las pantallas de cine ("El ansia", "Furyo", "Laberinto", "La última tentación de Cristo") se contrapone a una carrera musical que anda a los tumbos: un dúo no especialmente memorable con Mick Jagger (algo imperdonable) para un tema a beneficio (Dancing in the streets), un disco flojo en 1987 como Never let me down, y el experimento Tin Machine a partir de 1989, una forma de expiar culpas y arrancar de cero disolviendo uno de los egos más poderosos del siglo en el seno de un grupo casi under.

Pero esos ya no son los 80s, y esa es otra historia.

 

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