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Cine Braille

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Todos estos momentos se perderán en el tiempo como lágrimas en la lluvia

LOS DÍAS ESTELARES DE GLEN LARSON

La televisión argentina de los años setenta no hubiera sido la misma sin este aquí semidesconocido californiano nacido en Long Beach en 1937 y muerto en Santa Mónica en 2014. Larson fue productor o productor ejecutivo de muy recordadas y variadas series como El hombre nuclear, Galáctica Astronave de Combate, Buck Rogers en el Siglo XXV, B.J., Sheriff Lobo, Magnum, Quincy o El auto fantástico. De dos de esas series, Galáctica Astronave de Combate y Buck Rogers en el Siglo XXV, trata este informe.

 

El año 1977 fue testigo del impresionante éxito de Star Wars, hoy conocida como Star Wars IV: A New Hope, y de la consecuente refundación de la ciencia ficción audiovisual bajo las premisas de su prima pochoclera y sensacionalista, la space opera. Glen Larson fue uno de los primeros que vio el filón y que se puso a trabajar para explotarlo: para 1978 ya tenía abrochado un prometedor acuerdo con Universal para producir una serie para la cadena ABC. Se iba a llamar Battlestar: Galactica y no hay duda de que sus responsables se tenían mucha fe: tanto que cada uno de sus capítulos tenía un presupuesto de un millón de dólares, un monto descomunal para la época.
La historia a contar era la de las doce colonias de una civilización avanzada, destruidas por el ataque de unos robots genocidas llamados Cylones, creados por unas criaturas reptilianas del mismo nombre que, para el momento de estos acontecimientos, ya se habían extinguido. Los pocos sobrevivientes del ataque de estas máquinas asesinas huyen de su persecución en 220 naves civiles y militares, con rumbo a un destino tal vez mítico: el de un planeta hacia el que se dirigió una decimotercera tribu con la que se había perdido todo contacto, y que no es otro que la Tierra.
Las alusiones bíblicas a doce tribus y a un éxodo en busca de una Tierra Prometida son tan transparentes como las referencias a las ideas de la Iglesia de la Cientología y de escritores seudocientíficos como Erich Von Däniken, que entonces estaban de furiosa moda. El espectador atento también puede detectar citas a la historia de los Peregrinos del Mayflower, a las Trece Colonias que dieron origen a los Estados Unidos y, si sabe que Larson era mormón, notará que la serie no es inocente de aludir al éxodo de los fieles de esa religión a Utah y a aspectos de su organización, como la existencia de un “consejo de los doce” o la consagración de los matrimonios “por el tiempo y la eternidad”.
Menos obvia es cierta agenda muy afín a los halcones anticomunistas norteamericanos de fines de los años setenta, que entonces estaban alarmados por lo que veían como extrema tolerancia del gobierno demócrata de James Carter frente a la Unión Soviética, Cuba y los movimientos izquierdistas del mundo. Las autoridades civiles de los sobrevivientes de las doce colonias son a menudo presentadas como ineptas y cobardes, y de no ser por los militares su destino sería la destrucción. Toda la historia es una versión de la lucha entre el Bien y el Mal, sin ningún matiz: por ello los tratados firmados con el enemigo son meras trampas tendidas para facilitar la traición, o sea el discurso de la oposición a los acuerdos de limitación de armas nucleares que Carter cerró con el líder soviético Leonid Brezhnev y que el Senado de Estados Unidos finalmente bloqueó en 1979. (El tipo de apuntes que nos recuerda nociones como “batalla cultural”).
Larsen tenía bien ganada una antipática fama de mejorar la falta de originalidad de la mayoría de sus proyectos buscando ideas en los distraídos bolsillos de otros autores, tanto que el escritor y guionista Harlan Ellison lo llamaba Glen Larcery (“Glen Latrocinio”). De hecho el capítulo The lost warrior es una versión del legendario western Shane ambientada en un planeta remoto, y la premisa del capítulo doble Gun on Ice Planet Zero recuerda demasiado a Guns of Navarone. Pero las semejanzas con Star Wars eran tan obvias que su estudio productor, Fox, demandó judicialmente por plagio a los creadores de Battlestar: Galactica, que se defendieron señalando cómo a su vez Star Wars era deudora de otras obras, como los antiquísimos seriales de Buck Rogers o una película de la propia Universal, Silent Running. La demanda acabó en arreglo extrajudicial.
La serie se emitió durante dos temporadas, de 1978 a 1980, sin demasiado suceso. Sus protagonistas eran el recordado Lorne Greene, Richard Hatch, Dirk Benedict, Anne Lockhart, Maren Jensen, John Colicos y Laurette Spang-McCook, entre otros. El piloto fue estrenado en cines como un filme de dos horas, Saga of a Star World, y posteriormente se estrenó un compilado armado refritando episodios, Mission Galactica: The Cylon Attack. La serie del mismo nombre que se emitió durante la primera década de este siglo está basada en las mismas ideas pero con otro enfoque muy diferente y es abiertamente superior, tanto que cabe concebirla como una obra totalmente diferente.
La primera temporada de Galáctica dejó de emitirse en abril de 1979, pero para setiembre del mismo año Glen Larson tenía al aire por la NBC y con producción de Universal otra space opera, Buck Rogers en el Siglo XXV. El concepto era similar, sólo que parecía una vuelta a las raíces: al fin y al cabo, Star Wars no hubiera existido jamás sin el personaje que creara en 1928 Philip Nowlan. (Tampoco el más popular Flash Gordon, que es un Buck Rogers que sí hizo carrera).
El espíritu de reciclaje descarado que permeaba la serie se transmitió a las tareas de producción y diseño de arte: Larson se las rebuscó con ingenio rioplatense para reutilizar escenarios, vestuarios, efectos y hasta ideas de los argumentos de Battlestar: Galactica: otra vez hay un tratado que enmascara una traición. (¡Por si el pueblo norteamericano no había entendido con la otra serie que los pactos de Carter con los soviéticos estaban mal!).
¿Y quién era Buck Rogers? Pues un astronauta norteamericano del siglo XX cuyo vehículo orbital sufre un fallo y queda congelado, hibernando hasta que es rescatado en el año 2491. En ese entonces los pueblos de la Tierra, sobrevivientes de una guerra con armas nucleares, se han unido bajo un gobierno planetario con sede en Nueva Chicago (no en la sede del querible club de Mataderos, sino en una nueva ciudad que se ha levantado donde antaño estuvo Chicago, Estados Unidos). Una civilización extraterrestre, la de los draconianos, acecha mientras rumia su destrucción.
La idea del viaje en el tiempo por vía de la hibernación ofrece las posibilidades del anacronismo: recuerdo, por ejemplo, a Buck Rogers intentando convencer a sus amigos de dentro de medio milenio de los atractivos de… la música disco.
La serie, que se emitió entre 1979 y 1981, era protagonizada por Gil Gerard y contaba, entre otros, con las actuaciones de Erin Grey y Pamela Hensley. Las críticas nunca fueron buenas. Larson repitió la idea de estrenar en cines el piloto, Buck Rogers in the 25th Century, al que le fue aceptablemente