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CINE DE VERANO 2016

Señoras y señores, esta página vuelve a la costumbre de todos los veranos de comentar algunas películas vistas o revistas en estas semanas de reposo estival. Este año son, apenas, La dama de Shanghai de Orson Welles, Érase una vez en el Oeste de Sergio Leone, Tráiganme la cabeza de Alfredo García de Sam Peckinpah, El largo Viernes Santo de John Mackenzie, Educando a Arizona de los hermanos Coen y Star Wars: El despertar de La Fuerza de J. J. Abrams. Luz, cámaras, pochoclo...

 

 

The lady from Shanghai (1947) fue cortejada por la incomprensión desde el comienzo. La crítica y el público fueron a ver un policial negro del niño mimado del cine de la década, y salieron confundidos y desencantados. En parte fue culpa de la Columbia, que abominó del primer corte de Orson Welles y procedió a vandalizarlo con saña. (¡Le cortaron casi una hora!). Pero en parte era un problema de puntos de vista: la historia que Welles estaba contando era menos policial que onírica, alucinatoria, casi kafkiana. Hay que decirlo claramente: como noir, como filme policial realista, La dama de Shanghai es muy deficiente. ¿Cómo se puede pasar por alto que la confesión firmada de un asesinato, elemento central de un juicio más bien farsesco, contiene un error tan grosero que evidencia una falsedad obvia? ¿Por qué el marinero Michael O'Hara (Orson Welles) no se baja en el primer puerto, antes que continuar ese crucero con personajes que detesta? ¿Por qué, si sólo acepta trabajar en el barco porque lo consume el deseo por Elsa Bannister (Rita Hayworth, platinada y bellísima) la rechaza violentamente cuando ella se le insinúa? (Uno sospecha que algo debe tener que ver el Código Hays). ¿Por qué el renombrado penalista Arthur Bannister (Everett Sloane) no se desembaraza de O`Hara a la primera sospecha de que su esposa lo desea? ¿Cómo sobrelleva un film noir las intervenciones de un personaje tan irreal como el del socio de Bannister, George Grisby?

 

(Derecha: esta misma nota, pero convertida en un archivo sonoro por Panopreter 64-bit - la lee un robot con acento castizo, es lo que hay - y subida a SoundCloud. El 2016 en este rincón de Internet viene con todo, nena).

 

La respuesta es que Welles no estaba filmando un policial realista sino otra película: una fábula expresionista acerca del sinsentido de la maldad. Una pesadilla, como nacida de las ensoñaciones del opio en un fumadero de la Shanghai del título. Una fábula que es precisamente la historia de los tiburones que O`Hara le cuenta a Elsa, la historia que sirve de nexo entre las dos escenas icónicas de la película, la que transcurre en el acuario y la del tiroteo final en el laberinto de espejos. Escenas extraordinarias, dignas del genio visual de Welles, copiadas y parodiadas hasta la extenuación, y que justifican por sí solas La dama de Shanghai.

 

(Derecha: los últimos minutos de La dama de Shanghai, la impresionante escena en el laberinto de espejos. En inglés, sin subtítulos).

 

C'era una volta il West (en España, Hasta que llegó su hora; en América Latina, Érase una vez en el Oeste) es una película italiana de 1968, dirigida por Sergio Leone y protagonizada por Charles Bronson, Henry Fonda, Claudia Cardinale y Jason Robards. Muchos dicen que es la culminación del Western Spaghetti: me permito disentir. Primero, porque El bueno, el malo y el feo del propio Leone es insuperable, y segundo, porque todo lo que era novedad y frescura en las películas de la Trilogía del Dólar aquí resulta efectista, como si se siguiera una receta. Las largas secuencias con apenas diálogos, como al comienzo: casi 12 minutos, claramente excesivos. El héroe sin nombre, parco y hábil para despachar a sus enemigos al Meet & Greet con el Creador. El villano que al inicio comete un acto de crueldad intolerable, como matar a un niño a sangre fría. La duración que conspira contra el ritmo: 2 horas 45 minutos. Pero esto pareciera afirmar que la película es mala: para nada, es tan buena como todo lo de Leone, sólo que no me parece acertada su calificación de cumbre del género.

 

El argumento cruza tres historias muy visitadas: la pelea por la posesión de un terreno que bloquea la expansión del ferrocarril al oeste, la lucha de un forajido por liberarse de una falsa acusación, y un duelo de honor entre dos hombres. El Oeste está cambiando, y los veteranos pistoleros de antaño comienzan a dar paso a los hombres de negocios, igual de despiadados pero armados de fajos de billetes, ya que no de revólveres. Y sobre el final de la película, asoma un protagonista futuro: las masas de trabajadores que construyen los cimientos del sistema que los explota. (Las palabras del personaje de Jason Robards y la escena de los cuencos de agua, no diré nada más).

 

Hay detalles de guión brillantes, como la humanización del magnate ferroviario, un lisiado moribundo cuyo sueño es que sus ferrocarriles lleguen al Océano Pacífico y no se detiene en consideraciones acerca de los métodos. El conflicto entre los personajes de Bronson y Fonda es un duelo de valientes que se respetan, más allá de que a ambos les sobren credenciales para el VIP del Infierno, y tiene una dignidad propia de o la Ilíada o de los personajes del cuento El fin de Jorge Luis Borges. Y hay algunas líneas de diálogo geniales. "Vi tres abrigos como ésos hace poco. Estaban esperando a un tren. Dentro de los abrigos, había tres hombres. Dentro de los hombres, tres balas".

 

Bring me the head of Alfredo García (1974) tiene uno de los mejores títulos de la historia del cine, y un gran argumento. La dirigió el Tarantino de los años setenta, Sam Peckinpah, de quien ya hemos comentado aquí películas brillantes como Los perros de paja y La pandilla salvaje. La historia: un poderoso terrateniente mexicano, El Jefe, interpretado por el Indio Fernández, se entera de que su hija ha quedado embarazada de un tal Alfredo García, casi "un hijo" para él hasta entonces, y ordena a sus hombres que le traigan la cabeza del osado amante. ¿La recompensa? Un millón de dólares de hace cuarenta años. (Hoy serían más de 5 millones. Sí, Estados Unidos también tiene inflación, chicos). Un norteamericano que toca el piano en un burdel mexicano, Bennie (Warren Oates) se entera de la cacería y cree que es su momento de pasar al frente, aprovechando que su novia, Elita (Isela Vega) lo engaña precisamente con García y es la única persona que parece saber dónde está. Da la casualidad de que el pícaro García se mató en esos días en un accidente de tránsito, por lo cual Bennie decide que, en vez de ganarse unas monedas a cambio de pasarle la información a los matones de El Jefe, irá directa, literalmente por la cabeza de Alfredo y por el millón de dólares. Pero Elita no resulta tan fácil de convencer, los matones de El Jefe no son tan fáciles de engañar, y los familiares de Alfredo no tienen ningún interés en dejar que persona alguna profane su tumba. El resto es Peckinpah puro.

 

La película fue bastante criticada en su momento por su estetización de la violencia, un lugar común de las críticas de entonces al director californiano y que hoy, luego de Scorsese, de DePalma, de Cameron, de Tarantino, de Verhoeven, de Johnnie To, de Kitano, de Miike, ha perdido consistencia. También fue criticada por una escena de intento de violación que hoy, al contrario de la acusación previa, parece aún peor que entonces. Ya en Los perros de paja había una violación en la que la mujer atacada terminaba por consentir y aún disfrutar del abuso, pero en Tráiganme... hay algo peor: el violador parece arrepentirse de lo que está por hacer, entonces la mujer ¡lo va a buscar para que se la coja! Está bien, es sólo una película, y la fantasía del sexo violento es común en ambos sexos, pero la escena es totalmente gratuita: no agrega nada a la pintura de los personajes y no tiene consecuencias en la trama.

 

Long Good Friday es una película inglesa de 1980, dirigida por John Mackenzie. Casi no se estrena, por problemas con los productores, y sólo llegó a las pantallas gracias a que le interesó a la compañía de George Harrison, sí, el Beatle, compañía que tuvo su papel en el auge del cine británico de los años ochenta. El filme es un policial negro acerca de un gángster, Harold Shand (un excepcional Bob Hoskins) cuyos negocios son agresivamente atacados por desconocidos un Viernes Santo, justo en el momento en que estaba por cerrar un acuerdo con la mafia ítalo-norteamericana. La película está bien hecha, y curiosamente reúne en sus 114 minutos casi todos los tópicos de los ochenta en el Reino Unido: el patrioterismo, el culto al emprendedor y a la libertad absoluta del mercado, la corrupción policial y municipal, los negocios inmobiliarios, la decadencia de la industria británica, el terrorismo irlandés, los nuevos negocios que abría la pertenencia a una Europa unida. (Faltaron el post-punk, el pop, la derrota definitiva de los sindicatos y la clase obrera tradicional, las barras bravas del fútbol y los conflictos raciales). Una joven Helen Mirren brilla en el papel de la esposa de Shand, y hasta aparece un casi adolescente Pierce Brosnan en un rol secundario. Pero si por algo hay que ver este filme es por la secuencia final, un extenso primer plano en el que la cambiante expresión de la cara de Bob Hoskins refleja la sucesión de emociones que embargan al personaje en una situación que no conviene contar. Sólo la cara, sin hablar, y con una música estruendosa que no colabora. Con efectos especiales no se consigue.

 

Raising Arizona (1987) es una de las primeras películas de los hermanos Coen. Los protagonistas son unos muy jóvenes Nicholas Cage, como el asaltante Hi McDunnough (en inglés suena como "hola macnosé") y Holly Hunter como Ed(wina), una policía que conoce a Hi de sus frecuentes visitas a la comisaría. Ambos se enamoran, se casan, se van a vivir a una casa rodante en medio del desierto de Arizona (sic) y buscan ser padres, sólo que... ella es estéril. Tampoco logran adoptar un bebé, debido a los pésimos antecedentes de Hi, aunque él diga que "como ella recibió dos medallas, pensábamos que estaba balanceado". Pero entonces el estado se ve conmovido por el nacimiento de los quintillizos Arizona, y como su padre Nathan (Trey Wilson) bromea en TV que "son más de los que podemos mantener", la pareja de Hi y Ed decide ¡robarse! ¡uno! Obviamente nada le saldrá bien a esos dos imposibles perdedores: habrá una recompensa de 25 mil dólares por el bebé, y eso hará que en el camino aparezcan para complicar todo dos amigos de Hi que acaban de fugarse de la cárcel, los hermanos Gale (el impagable John Goodman) y Evelle (William Forsythe) y un cazarrecompensas que parece copiado de Mad Max o de un Western Spaghetti, llamado memorablemente por Hi "El Motociclista Solitario del Apocalipsis" (el ex boxeador pesado Randall "Tex" Cobb). Hay escenas memorables, como la pelea en una casilla rodante de material demasiado barato, o el asalto al banco llevado a cabo por dos adultos y un bebé. También una breve aparición de Frances McDormand para hacer de taquito un personaje delicioso, y hasta un final bastante sentimental. Casi demasiado para una película que dura apenas 94 minutos que se pasan volando. (Derecha: el trailer original, en inglés, sin subtítulos).

 

Hay diálogos extraordinarios, cosa que no sorprende de una obra de Joel y Ethan Coen. Por caso, Gale le dice al asistente social de la cárcel que nunca se casó porque "a veces uno pone la carrera delante de la familia". Más tarde afirma que se escapó de la prisión junto con su hermano "porque la institución ya no tenía nada para ofrecernos". Cuando la policía le pregunta al padre de los quintillizos si entre sus empleados puede haber algún descontento, responde sin dudar "¡todos!". Cuando un periodista afirma que "se rumorea que a su hijo se lo llevó un OVNI", el padre responde con toda seriedad "no publiques eso, hijo, si su madre se entera, perderá toda esperanza", y enseguida termina su declaración a la prensa con ¡un aviso de su comercio! (Quien lo desee puede disfrutar del guión - en inglés, claro - haciendo clic aquí).

 

Star Wars: The Force Awakens (2015) es un exitoso intento de J. J. Abrams por salvar una franquicia venida a menos. La saga se había hecho un lugar en la historia del siglo XX gracias a unos personajes tremendamente atractivos y a una concepción visual sobresaliente. Su punto débil, en especial en la trilogía de los Episodios I a III, era apenas la trama. (Aclaro aquí, por si a alguien le interesa, que Return of the Jedi me parece claramente la menos lograda de la primera trilogía, y Episodio III la mejor o menos mala de la segunda trilogía). ¿Qué hizo Abrams? Como si fuera la cartonera Rey (Daisy Ridley) fue a la búsqueda de hierros viejos para los cuales todavía hubiera un mercado, y se encontró con Episodio IV. El despertar de la Fuerza es una reescritura bastante puntual de esa entrega inicial, que es en realidad la cuarta parte de la saga. Claro que donde entonces había frescura y hasta cierta inocencia ahora hay autoconciencia y cinefilia, como no puede ser de otra manera a esta altura de la historia del cine. Pero, en compensación, Abrams le dio a su película un espesor dramático que brilla por su ausencia en las entregas pensadas por George Lucas, salvo tal vez en El Imperio Contraataca. Yo sé que se quejará el chico que fui y que vio las tres primeras entregas en el Cine Moderno de Balcarce, allá lejos entre la niñez y la temprana adolescencia, pero qué quieren que les diga, miembros de la secta de los fanáticos de la saga: esta es la mejor película de las siete. El duelo filial es aún más oscuro, los conflictos interiores del villano son intensos y contribuyen a quitarle unidimensionalidad, el regreso de los viejos y queribles personajes es un valor agregado emocional indesmentible, y los diálogos no abusan de esa risible jerga seudoNewAge que es tan propia de este tipo de cine. ¿Qué más hace falta para convencerlos, tal vez que el zopenco de George Lucas la criticara?

 

Dos reflexiones adicionales. Una, que los fanáticos de la serie son casi unánimemente masculinos, lo que contrasta con una película en la cual las mujeres resisten donde los hombres caen. (Alien fue una novedad allá por 1979; El despertar de la Fuerza se suma hoy a una tendencia en la que puedo ubicar a la extraordinaria Mad Max: Fury Road, a - por lo que se sabe - The hateful eight y a la no tan lograda segunda temporada de True Detective). La segunda: Han Solo fue frizado por Darth Vader en El Imperio Contraataca (1980) y descongelado por Leia y Luke en El retorno del Jedi (1983). ¡O sea que hoy me vengo a dar cuenta de que Han se perdió la Copa del Mundo de Fútbol de España en 1982!

 

 

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