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TEMA POR TEMA: LA LUNA HUECA, DE SKAY BEILINSON Y LOS FAKIRES

El quinto álbum solista de Skay Beilinson es un muy buen disco que recibe una demorada crítica tema por tema de esta página, auspiciada por Expreso Caracol, de Manuela Tartaruga e Hijos ("tarde pero seguro"). Y paciencia, que mi comentario del primer disco de Los Desconocidos de Siempre ya va a llegar, ya va a llegar.

Sombra golondrina: un corto y lindo tema de apertura con guitarras acústicas, que al promediar ascendiende varios grados en la Escala de Richter, y una linda letra, que acompaña muy bien la melodía. ¡En tu cara, Arjona!

Ya lo sabés: un gran tema con acentos rítmicos que recuerdan al tango de la Vieja Guardia, como Roxanne de The Police, y guitarras marciales a la London Calling, casi como La legión interior de Pedro y Pablo. La letra habla de la mente como refugio, un poco como el There's a place Beatle. ¡Y basta con las alusiones!

La fiesta del karma: armonías y melodías orientales típicas de ese enorme arco que va de Marruecos a la India, pero pasadas por el tamiz occidental de un Led Zeppelin. En todos sus discos recientes Skay dio su lugar a un tema así y se agradece: uno de los defectos que más ayuda a convertir en aburridos a los discos es el exceso de homogeneidad estilística y tímbrica, y temo que el último disco del ex buddy de Skay, el Indio Solari, se salvó de esa imputación por dos o tres temas que rompen el molde. La letra de La fiesta del karma toca una de las principales temáticas del Indio como solista, la mortalidad y ese falso consuelo que es la religión, pero en un registro menos existencialista que místico, y con imágenes más sencillas: "a veces no sé muy bien / si fue el Diablo o si fue Dios / que nos arrojó al vacío en esta danza cósmica" y concluye que "el misterio es existir".

El redentor secreto: tema rock-pop cuya letra es una leyenda infantil sufí acerca de ogros de Ceilán que viven en un limón, y encuentraron su destino en manos de un ciego, que ni siquiera supo nunca lo que hizo. ¿Otros letristas rockeros que hayan sido influidos por la poesía sufí, dice usted? Recuerdo dos: Pete Townshend y Miguel Cantilo.

Falenas en celo: un atractivo arpegio de guitarra abre el camino a una power ballad con una linda letra acerca de insectos que, en su único día de vida, buscan desesperados la luz. La analogía está servida, damas y caballeros. Es notorio el plus que el Indio aportaba a las letras de Los Redonditos de Ricota, del mismo modo que se nota muy claramente que era la mano de Skay la que estaba detrás de la mayoría de las sorpresas musicales.

Arriba el telón: composición tema guerra nuclear, una canción que tal vez llegó tres décadas tarde, cuando Ronald Reagan y Leonid Brezhnev ya son polvo y no precisamente radiactivo. Incluso el tema hasta tiene un aire New Wave de comienzos de los años 1980s por el tempo acelerado y las puntuales intervenciones de teclados. Noto que esta ironía no hace justicia al hecho de que la canción está buena.

La nube, el globo y el río: rara alegoría zen, casi una fábula, con Skay en guitarras acompañado por un cuarteto de cuerdas más trompeta y flauta y la dirección de Alejandro Terán. ¿Se acuerdan cuando el rock era nuevo y a uno lo sorprendía un tema? Bueno, este tema es de esa raza. Lo último que puede decirse de la obra de Skay es que sea previsible.

El sueño del jinete: una frase de guitarra muy tarareable y hitera y un ritmo que parece galopar para una introducción que hubiera hecho las delicias del gran Sergio Leone, y una letra con una imagen algo arcaica como "brioso corcel". Una fábula, otra más, no inocente de alegoría.

Cicatrices: otra muy linda canción, cuyo sonido recuerda a los Beatles en los comienzos de su etapa de psicodelia, digamos allá por She said, she said o Rain. La letra es casi una plegaria, la solicitud de una medida cautelar contra la Parca: "soy una gota en el mar de la historia / sólo un destello fugaz en la eternidad / Dame un poco más, un instante más".

La última primavera: un agradable final acústico en prenda a la simetría, y una letra que vuelve al tema mortalidad, pero esta vez desde el punto de vista de la vida que sigue, algo muy adecuado para la canción final de un álbum. "Los patos nadan en la laguna, hoy / Los niños juegan despreocupados, hoy / Mientras se apaga un sol / Mientras me voy". Y ya está, se fue el disco en apenas 30 minutos, que es lo que debería durar un disco para que te den ganas de volver a escucharlo enseguida si es bueno. Y éste es uno de esos casos.

 

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