VINDICACIÓN DE LA HIJA DE LA LÁGRIMA
Eco de pasados esplendores y anuncio de sus años más erráticos; momentos musicales sublimes al servicio de una historia que no va a ninguna parte; ráfagas de genio iluminando las horas oscuras del rock and roll way of life. Sin duda, el disco que Charly García editara en 1994 merece una nueva escucha. Tal vez no ésta, claro. .
La idea de ópera rock se parece mucho a una trampa autoimpuesta, porque la historia del rock está llena de álbumes dicen que conceptuales cuya idea rectora, en el mejor de los casos, se sostiene cuatro o cinco pistas. Por caso, la Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pepper no llega a interpretar el tercer tema del disco homónimo y, cuando vuelve, ni siquiera es para el final verdadero. ¿Tommy, de The Who? ¿En serio ven un concepto en canciones que hablan de un chico ciego y sordomudo, del juego del flipper, de un mesías y de campamentos de verano? ¿The Six Wives of Henry VIII? Hago de cuenta que no escuché nada. ¿Agitor Lucens V de Arco Iris? Explíquenme qué tiene que ver una canción como El Señor me dio estas manos con seres extraterrestres. ¿Misión Ciudadano I de Suéter? No hay manera de relacionar uno de sus mejores temas, Ciudadano ilustre, con el concepto general. Almendra se separó cuando se metió en el berenjenal de una ópera rock. Sí, claro, está The Wall, está The Kinks are The Village Green Preservation Society, pero no hay tantos casos exitosos más. En general, el hilo conceptual entorpece más que favorece el fluir de la composición y complica la vida interna del grupo: los casos de The Who y Almendra. Por suerte para los argumentos contrahechos, la mente no puede procesar una sucesión sin postular un orden, aunque fuere tentativo y provisional: es como someter al oyente a una especie de Test de Rorschach sonoro. Y hasta se puede acudir en busca de auxilio conceptual a nada menos que a Borges, por aquello de que el arte es la inminencia de una revelación que jamás se produce, o a Oscar Wilde, por lo de que si la obra de arte refleja a alguien, es al espectador. Pero, como preguntaría el Renzi de Piglia ¿hay una historia? Piedra libre, pillines.
Creo que el concepto de La Hija de la Lágrima, la demasiado conocida historia de las dos gitanas en las Ramblas de Barcelona que deriva en la aventura de la chica que vive bajo tierra y conoce el amor, es irrelevante y hasta perjudicial para el disfrute de la obra, porque no se sostiene en una buena mitad de los temas. ¿Las letras? Aquí no hay versos como los de El tuerto y los ciegos, Canción de Alicia o Promesas sobre el bidet: Charly, totalmente ingerido por su personaje, ya no podía contar historias que fueran nuestra historia, salvo como oblicuo reflejo de su vida de rocker a un tris de convertirse en Pomelo.
Pero está la música: y aquí es donde hay que detenerse, porque en La Hija de la Lágrima abundan los pasajes a la altura del mejor García, que es bastante decir. Pop-rock pero con orquestaciones y capas sonoras de una densidad cercana al rock sinfónico o, mejor, al pop barroco circa 1966-67: Roberto Pettinato, tras escuchar una primera mezcla de la cual hoy no quedan rastros, dictaminó que la analogía precisa era Pet sounds de Beach Boys. Si alguien por allá mencionó a La Máquina de Hacer Pájaros, sepa que estoy de acuerdo. Si otro menciona la influencia de Prince, omnipresente desde Parte de la religión, sepa que también. Yo agregaría, desde el ángulo de la tentativa de concepto, un antecedente llamativo que nadie suele citar; Viaje al Centro de la Tierra del dinosaurio sinfónico Rick Wakeman. Porque La Hija de la Lágrima es como un viaje al centro del planeta Say No More.
La banda de músicos que grabó el disco con Charly es menos resultado de una elección que de las deserciones que acabaron con Los Indeseables: el Zorrito Von Quintiero, Alfi Martins y Fernando Lupano aparecen poco y el Negro García López ya hacía rato que no estaba, remplazado por la recordada María Gabriela Epumer. Charly se apoyó básicamente en ella y en el notable baterista Fernando Samalea para grabar el álbum, más Luis Morandi en percusión y algunos invitados. Por lo demás, García tocó todos los instrumentos que le pusieron por delante en una maratón de sesiones agotadoras y crecientemente bizarras que se extendió de febrero a mayo de 1994. ("Hay veces en que me quiero ir a dormir, pero la canción sigue sonando", le dijo entonces Charly a Sergio Marchi. No digas nada, edición de 1997, página 79).
En la simultánea composición y grabación de la ópera primó una absoluta ausencia de rumbo disfrazada ex-post de filosofía del random que sin embargo is not whatever, con el azar y la intuición como principios rectores: lo que ves es lo que hay. Estamos a pocos años de que el genio de Charly García comenzara a expresarse menos en su música que en la construcción del relato garciesco: la extraordinaria conceptualización casi en tiempo real de las idas y vueltas de su obra y de su vida, en trance de fusionarse en el continuo propio de todo artista romántico, al filo mismo del precipicio. O al menos desde un balcón de un noveno piso.
Así fue que en el estudio se instalaron televisores para buscar la ardua inspiración en películas de (claro) Kurosawa, Kubrick, Coppola o en un documental acerca de Miles Davis, cuando no se subió la calefacción al máximo en pleno verano para que la incomodidad se filtrara de algún modo en la música interpretada, o Charly se vistió de mujer para pensar y componer desde el personaje, procedimiento de ilustre prosapia rockera (¿alguien mencionó al David Bowie de los años setenta?) que siempre me recuerda a la célebre respuesta de Laurence Olivier a un fastidioso Dustin Hoffman, que probaba un truco absurdo tras otro para interpretar mejor su personaje: "¿por qué no prueba con actuar?". Para peor, y como recordó Joe Blaney años más tarde, Charly se pasó tanto tiempo grabando el disco "que no podía oír que ya estaba completo" y más que luchar por terminar la obra luchaba contra ella, o más precisamente contra su propia obsesión, sobregrabando interminablemente capas de instrumentos, borrándolas, volviendo a grabarlas para luego sepultarlas en una de las tantas mezclas. No era la primera vez, y no sería la última, ni la peor.
El álbum abre con una obertura instrumental, denominada así pero en inglés, Overture, que arranca con un efecto en estéreo que crea una sensación de vórtice, y a medida que avanzan sus casi tres minutos se van sumando instrumentos: sintetizadores, batería, percusión, guitarras, bajo, más sintetizadores. La música de Overture invoca eficazmente el aire de misterio que envuelve a la historia y da un marco perfecto al recitado famoso: "y no te olvides, no te olvides nunca de que yo, yo... soy la hija de la lágrima". Sigue un tema brillante, Víctima, melódicamente precioso y orquestado en forma muy compleja: la pared de sonido es un muro abrumador de capas interminables de instrumentos y voces a la Phil Spector, aquel de las sinfonías para adolescentes. Es un tema casi infinito, en el sentido de que en cada escucha se percibe un detalle hasta entonces pasado por alto. La batería está en primerísimo plano, y la dolida letra habla de un corazón que "se ha partido en dos". Los memoriosos recordarán que el tema era la cortina de un talk-show conducido por Moria Casán hacia 1997-98 y llamado Amor y Moria. Sí, aquel que inmortalizó la frase "si querés llorar, llorá".
Después viene el intermedio instrumental Jaco y Chofi, liderado por un bajo destacado y percusiones afro, y con guitarras de fondo que realmente suenan como si fueran tocadas desde el centro de la Tierra. El tema termina con unos compases del clásico Locomotion de Goffin y King. Un separador de relleno, relleno de Charly pero relleno al fin. Si alguien se pregunta quiénes son Jaco y Chofi y qué tienen que ver con la historia del álbum, podemos decir que Jaco es probablemente por el notable bajista Jaco Pastorius, a quien Charly (y Pedro Aznar...) admirara siempre, Chofi por el tecladista y programador Horacio Faruolo, y que la incógnita del sentido del título en parte no es culpa de Charly: los títulos eran provisiorios pero aparecieron impresos en la cubierta del disco por error de un empleado de la compañía editora CBS.
Sigue otro instrumental oscuro, Atlantis, armado en base a capas de sintetizadores zombis y efectos de sonido acuáticos, y cuyo título nos lleva a preguntarnos en vano qué tendrá que ver el mito de la Atlántida sumergida bajo el oceáno con La Hija de la Lágrima nacida en el interior de la Tierra. Después está uno de los hits, La sal no sala, con Juanse en guitarra electroacústica y voz y el Zorrito en bajo y órgano, lo que es decir casi Los Ratones Paranoicos. La Hija de la Lágrima, nacida bajo la superficie, no soporta el sol, y su madre se inyecta mercurio, mineral líquido que antiguamente se usaba para tratar la sífilis, pero cuyos efectos tóxicos y alucinatorios terminaban siendo peores que la enfermedad. El verso "la sal no sala y el azúcar no endulza" como cifra de la insatisfacción es brillante. Y me pregunto si algún cariz edípico se habrá filtrado en la letra: la forzada internación de Charly en una clínica psiquiátrica en 1993 fue decidida por su madre, algo que envenenó las relaciones familiares durante años.
Chipi-Chipi es el tema elegido para ser hit, un caramelo pop inteligentemente construido alrededor de un lugar común armónico, y con un breve solo de bajo como souvenir de Serú Girán. Es fama que fue compuesto casi en el mismo tiempo que lleva ejecutarlo, luego de que a un directivo de la compañía grabadora se le ocurriera quejarse de que el disco no tenía un solo hit. (La observación era necia, pero tal vez Charly siempre haya necesitado a su alrededor a gente que lo desafiara, del Jorge Álvarez que lo empujó a componer Tango en segunda a Pedro Aznar y David Lebón criticando sus aportes a Serú '92 y llevándolo a sacar de la galera Transformación. Y no hablo sólo de aspectos artísticos).
Fernando Lupano toca unas partes de bajo descomunales en el instrumental Calle (Taxi), una pieza de jazz-funk que cuenta además con muy buenos solos de órgano del Zorrito y de piano de Charly. Y cuando termina sigue Love is love, una balada extraordinaria, imperdonablemente subestimada y olvidada, tal vez en primer lugar por el propio autor, quien raramente la ha tocado en vivo. Según la letra, La Hija de la Lágrima descubre el amor y la esperanza, pero el encuentro con su amado se demora. Por lo demás, hay un brevísimo solo de sintetizador que parece distraído de los bolsillos de Carlos Cutaia circa La Máquina de Hacer Pájaros, y un estribillo de armonía más inusual que la muy simple de las estrofas. Por la densidad de la orquestación, es una de las canciones que más obviamente admite la mencionada analogía con Pet sounds. No sé si no es el mejor tema del disco, y arma una secuencia brillante con Tema de amor, un instrumental maravilloso, sin batería ni bajo, montado sobre patrones rítmicos cambiantes y cuya melodía principal fluye a través de una guitarra acústica y un piano.
(Derecha: tomas descartadas de los temas del disco, ordenadas en secuencia. Algunas tienen letras improvisadas en inglés, o voces más intensas y desprolijas. No sugar es muy diferente, mucho más pesada. El quinto tema es inédito, Existir sin vos, un aire funky que enseguida hace acordar a Prince. Este es el Anthology de la Lágrima, pibe (?). Y este es el vínculo a Existir sin vos: una noche con Charly García, documental de 2013 que sigue a Charly durante un largo día de grabación de, precisamente, Existir sin vos, un tema que, repito, no llegó a formar parte de la versión final del álbum. La Hija de la Lágrima existe sin él, precisamente).
Fax U: otra vez el liderazgo de una guitarra electroacústica, y una composición de pocos y simples acordes pero con un desarrollo de melodías y contramelodías brillante. El basto juego de palabras agloparlante del título enmarca una letra que deriva casi sin esfuerzo del hoy arcaico fax a la teletransportación de la serie Viaje a las estrellas. Los versos "no estás completamente inventada / te falta algo, te falta amor" son una trasposición ingeniosa de una anécdota de Jorge Luis Borges esperando infructuosamente un ascensor, que Charly cuenta como si hubiera sucedido en su muy improbable presencia. Un gran tema, pero de relación nula con seres intraterrenos o lágrimas progenitoras que se inyectan mercurio, a menos que nos dejemos convencer por el servicial Marchi del libro ya mencionado: es el fuck you de la Hija de la Lágrima a su amado porque a su llamada la recibe un contestador automático (?). Nos hubiera convenido no saberlo: la explicación desluce a la canción, que se defiende mejor sin ella. (¿Se entiende porqué afirmo que mejor nos olvidemos del "concepto"?).
Siguen dos instrumentales, Lament, un agradable interludio acústico que presenta en primer plano a la guitarra acústica y la voz de María Gabriela Epumer, tal vez demasiado breve como para trascender de su papel de relleno, e Intermedio, una composición orquestal de Carlos Villavicencio, el mismo que trabajara con Fito Páez en El amor después del amor y Circo Beat. Este remanso prepara el camino para el estallido de Workin' in the morning, el primer momento de tempo urgente: un lindo tema de apenas 1 minuto 52 segundos pero que se las arregla igual para tener dos partes muy distintas. La segunda es lenta, y su motivo melódico ya aparece en Tema de amor. Aquí hace acordar un poco a La Marcha Peronista, aunque el parecido es superficial. De todos modos ¡ya bastante tenemos con una historia rarísima como para buscarle una clave de lectura política! (¿La Hija de la Lágrima es Isabel Perón, o Martha Holgado? ¿Cómo entender entonces versos que denuncian que las máquinas "digitalizan mi pensamiento" y "no tengo amor"? ¿Perón era un robot como el de Terminator? ¿Por eso su ideario cambiaba de forma con tanta facilidad, porque era de metal líquido como el T-1000? No es menos disparatado que el argumento "oficial" de la obra).
Waitin' es otro caramelo pop con arreglos de voces muy disfrutables, un lindo tema olvidado, pero qué tendrá que ver con el tema de la placa: a esta altura está claro que hay que negarse a la extorsión de interpretar las letras bajo la luz del mínimo y elusivo argumento, y dejarse disfrutar las canciones. Además tiene una armonía inusual, una sucesión de acordes mayores con séptimas menores, que replica en un marco pop la de ¡el Sueño de amor de Liszt! Waitin' precede a otra de las cumbres del disco, Kurosawa, una hermosa y compleja balada de desamor al nivel de lo mejor de la carrera de García, con los instrumentos sumándose de a poco tras un comienzo con piano, guitarra acústica, triángulo y efectos de sonido (agua que corre, voces). Los versos "nadie me enseñó como sentir / nadie me enseñó como vivir" recuerdan enseguida a "no existe una escuela que enseñe a vivir" de Desarma y sangra y a los falsos maestros de los que Charly se burla desde Aprendizaje. Hay una versión de Lisandro Aristimuño.
Kurosawa termina con unas percusiones mortuorias, y luego Chiquilìn nace rockito quilombero y alterna partes con tempos diferentes, algo que me hace acordar, sólo en eso, a Rock and roll de La Máquina de Hacer Pájaros. La letra es bastante terrible, habla de "matar a tu padre y violar a tu mujer" pero con arreglos de voces que no dan más de pop. Charly se refiere a la pasada al mito urbano del bebé nacido en el espacio, libre de mácula y de pecado, que mencionara en algún reportaje de sus días de furia del verano de 1993. La coda reitera el motivo del final de Victima, y una vez más no se ve relación alguna con la historia de la Hija de la Lágrima, salvo que uno se moleste en inventarla porque está en el mismo disco.
Andan (excerpt) es un breve anticipo del Andan final, un innecesario separador que tal vez cumpla la función de servir de entrada al final de la ópera. Sigue James Brown, un breve y furioso instante de rapeo de los Kuryaki que precede a Intraterreno, un instrumental que cuenta con el violín de Jorge Pinchevsky, viejo compinche de los tiempos de Sui Generis y La Pesada del Rock and Roll. Los sintetizadores de comienzo remiten inmediatamente al Pink Floyd arquetípico y sinfónico de la primera mitad de los años setenta. El motivo musical es el de Tema de amor y el final de Workin' in the morning, pero en otro tempo y arreglo, y hacia el final vira al hard rock de guitarras agresivas.
Luego Charly se acuerda de que está contando la historia de la Hija de la Lágrima y la retoma antes de que se le acabe el disco: en No sugar canta a dos voces con María Gabriela que la Hija de la Lágrima decide escapar y enfrentar su dolor. Un lindo tema con guitarras de timbre infrecuente. El porqué del título: misterio, nene. Enseguida viene Atlantis de nuevo, en una versión más larga y con el agregado de un piano hermoso al final. Esbozos de melodías de las otras canciones del disco pugnan por la atención del oyente sin que uno se imponga sobre los otros, como el medley final de Abbey Road filtrado por el constant concept de la etapa Say No More.
Locomotion de Goffin y King es un tema clásico y muy ganchero: aparece aquí en una versión trunca y a cuento de nada, precediendo a la pista final, Andan (complete), que en poco más de tres minutos además recupera la segunda parte de Kurosawa, sobre una base de máquina de ritmos con sonido de gotas cayendo, suponemos que de mercurio. La última frase que se oye es, nunca me había dado cuenta hasta hoy, la cita de una despedida: "porque mi ángel se fue". (Ángel que, en una canción de la década previa, "no tiene precio y no se puede comprar").
En sus años de oro, Charly García fue el cronista sin igual de los sueños y los terrores del inconsciente colectivo de un país en carne viva. En sus años de plata hizo bailar, cantar y emocionarse a media América. Con La Hija de la Lágrima hay ecos de esas dos etapas, pero también se vislumbra a García convirtiéndose en el Coronel Kurtz del rock and roll way of life que ha sido desde entonces, tan sabio como absurdo, tan ridículo como imponente. Entrando en un ocaso que todavía, cada tanto, sabe iluminar con fuerza de mediodías.
[Nota del 12/04/22: se actualizaron algunos vínculos y se reescribieron algunas ideas, espero que les guste].
ALGUNAS OTRAS NOTAS ACERCA DE CHARLY GARCÍA EN ESTE SITIO
* García en el Polideportivo. Charly García en el Estadio Polideportivo de Mar del Plata, octubre de 2002.
* Extraña influencia. Charly García y Fito Páez en el Estadio Polideportivo de Mar del Plata, marzo de 2003.
* La grasa de las capitales no se banca más. Nota acerca del disco de Serú Girán, mayo de 2005.
* Kill Gil, en su versión filtrada por Internet, mayo de 2007.
* Cinco trucos armónicos de Charly García.
* La dictadura de 1976-83 contada con canciones de Charly García
* Charly García y La Máquina de Ser Feliz.
* Diccionario de influencias en la música de Charly García, de la A a la Z. Nota de junio de 2017.
* Tango (2 x) 4. Acerca del disco Tango IV de Charly García y Pedro Aznar.
* Yo ya soy parte del mar Artículo de mayo de 2018 acerca de la célebre batall... nota de La Opinión de 1977 que enfrentó a Charly y David Lebón con tradicionalistas como Osvaldo Pugliese, Edmundo Rivero y Ariel Ramírez.
* Charly García entre las focas y el Casino en La Feliz Nota de marzo de 2019 acerca de la relación de Charly con Mar del Plata.
* Pizza con fernet: Charly García en Córdoba Nota de abril de 2019 acerca de Charly García y su a veces muy áspera relación con Córdoba.
* No soy un extraño: Charly García y Nueva York Artículo de mayo de 2019 referido al comercio de Charly con la Gran Manzana, la capital del mundo.
* Charly García y Brasil: um vampiro sob o sol. Artículo de junio de 2022 adivinen acerca de qué.
* Spinetta y García: total interferencia. Nota de mayo de 2023 sobre la relación entre ambos próceres del rock latinoamericano.
* Cuando Say No More le cantó a Sui Generis. Nota de setiembre de 2023 acerca del retorno del dúo en 2000, para su obra Sinfonías para adolescentes.
* La lógica del escorpión, de Charly García: tema por tema. Artículo de setiembre de 2024 acerca de su decimocuarto álbum solista.