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A TREINTA
Y CINCO AÑOS DE
LA MUERTE DE
PERÓN - PARTE I DE III
Juan
Domingo Perón es, aún para quienes abominan de él, la figura central de la
política argentina del siglo XX. Ningún otro líder político ha generado más amor
ni más odio; ninguno ha desatado pasiones más duraderas; ninguno está más
presente en el debate político de las décadas posteriores a su muerte; ninguno
ha generado opiniones tan contradictorias ni tan vehementes. La siguiente nota
pretende abordar la vida de Perón en treinta y tres viñetas, desde diferentes
ángulos y puntos de vista. (En coautoría con Patricio Flores). [Publicado originalmente en mayo de 2009 en Televicio Webzine].
“El peronismo es un gran relato trágico porque creo
en que en algún punto todos tienen razón. En el sentido en que Hegel dice que
la tragedia no es lo bueno contra lo malo, lo justo contra lo injusto, sino lo
justo contra lo justo”. José Pablo Feinmann, La política argentina de hoy
está llena de odio. Página/12, domingo 15 de marzo de
2009.
1 NACIMIENTO EN
LA OSCURIDAD
La historia oficial construida desde el poder, a
comienzos de los años ’50, dice que Juan Domingo Perón, segundo hijo de Tomás
Perón y Juana Sosa, nació en Lobos, provincia de Buenos Aires, el 8 de octubre
de 1895, más precisamente en una casa de clase media, de estilo italiano,
ubicada en la calle Buenos Aires 1380 (hoy Perón), y que desde hace años es un
museo dedicado a su memoria. El primer problema que se plantea surge de la
simple compulsa de la documentación: el acta de nacimiento en Lobos está
visiblemente enmendada; en el acta de bautismo, del 14 de enero de 1898 e
igualmente corregida (además de resultar ilegible en algunas partes) el futuro
presidente figura con el apellido de su madre; el acta de casamiento de sus
padres es del 25 de setiembre de 1901. Por ello, parece fuera de toda duda que
Perón fue concebido fuera del matrimonio, circunstancia hoy del todo
irrelevante pero que hace cien años hubiera condicionado un destino: por
ejemplo, de no haberse ocultado, le hubiera sido imposible a Perón hacer
carrera en el Ejército. Y hace apenas cincuenta o sesenta años, el conocimiento
de tal circunstancia hubiera sido un arma formidable en manos de sus
opositores. Por si esto fuera poco, hay otro detalle escandaloso para la época:
la sangre tehuelche y mapuche de Juana Sosa, que hacía que su hijo fuera
mestizo.
El segundo problema es la inverosimilitud del lugar
de nacimiento: la casa de la calle Buenos Aires fue construida en la década del
‘20, como muchos viejos vecinos de Lobos recuerdan, y no hay registro de que el
solar haya pertenecido nunca a familiar alguno de Perón. Incluso los
descendientes de su hermano Mario hoy señalan como lugar más probable de
nacimiento al humilde rancho de la familia materna, cercano a las vías del
ferrocarril.
El tercer problema es la existencia de varios
testigos que afirman que, en realidad, Perón nació en una localidad vecina a
Lobos, Roque Pérez, más precisamente en unos terrenos que su padre compró allí
y puso a nombre de su madre en 1893 (Perón incluso heredó una de las parcelas,
y fue parte de su sucesión tras su muerte en 1974).
El historiador y antiguo
secretario privado Enrique Pavón Pereyra afirma que el propio Perón le dijo en
Madrid en 1973 que había nacido en Roque Pérez, y no en 1895 sino en 1893: el 8
de octubre de 1895 es simplemente el día en que su padre declaró su nacimiento
ante el Registro Civil de Lobos. La razón por la que el nacimiento fue
registrado en Lobos es bastante pedestre: en esos años, Roque Pérez pertenecía
al partido de Saladillo, y para anotar el nacimiento en la localidad cabecera
de ese partido había que recorrer
52 kilómetros, mientras que Lobos estaba a
solamente 30. Para poder hacer esto había que declarar domicilio en ese pueblo,
al que Tomás Perón acudía diariamente a ejercer funciones de oficial de
justicia. [Derecha: Perón adolescente. Fuente: aquí].
2 SU CARRERA MILITAR HASTA 1943
Perón ingresó al Colegio Militar en 1911, y se graduó
como subteniente de infantería en 1913. Se especializó en infantería de
montaña, además de historia e inteligencia militares, y fue profesor de
la Escuela de Guerra. Como
capitán, tuvo un papel importante (aunque dubitativo) en el golpe cívico –
militar que derrocó a Hipólito Yrigoyen en 1930, actuación de la que
posteriormente se arrepentiría: años después, Perón declaró que se dejó llevar
por el respeto que el general golpista José Félix Uriburu se había ganado entre
sus amigos en el Ejército, así como por un clima social que hoy llamaríamos “destituyente”. Ya como mayor, fue designado edecán del
Ministro de Guerra del presidente Agustín Justo, el general Manuel Rodríguez,
quien le confiaría una
misión en extremo delicada en Formosa, en ocasión de la Guerra del Chaco entre
Bolivia y Paraguay. Como teniente coronel, fue enviado como agregado
militar a Chile en 1937, en donde montaría una red de espionaje que
le causaría un gran dolor de cabeza a su sucesor en la agregaduría, que no fue
otro que ¡Eduardo Lonardi! (quien lo siguió en la
presidencia de
la Nación
tras su derrocamiento en 1955).
Tras enviudar de Aurelia Tizón (ver más adelante) fue
enviado a perfeccionarse a Italia en febrero de 1939. Regresaría en enero de
1941, favorablemente impresionado por el rol del Estado en la armonización
autoritaria del capital y el trabajo y por el fenómeno de masas del fascismo
italiano, así como por la maquinaria bélica alemana, a la que vio arrollar a
media Europa en la tremenda contienda mundial recién comenzada. Fue destinado a
Mendoza, al Centro de Instrucción de Montaña, para ser ascendido a coronel en
1942. Cuando, en junio de 1943, fue nombrado Jefe de Estado Mayor de
la Primera División,
con asiento en Buenos Aires, comenzaría su participación activa en la política
argentina.
3 PERÓN Y EL FASCISMO
Dice Eric Hobsbawm en su
“Historia del Siglo XX”: “fue en América Latina donde la influencia del fascismo europeo
resultó abierta y reconocida, tanto sobre personajes como el colombiano Jorge Eliecer Gaitán (1898-1948) o el argentino Juan Domingo
Perón (1895-1947), como sobre regímenes como el Estado Novo (Nuevo Estado) brasileño de Getulio Vargas de 1937-1945 (…).Desde la óptica del otro lado del Atlántico, el
fascismo parecía el gran acontecimiento de la década [del ’30, N. del E.]. Si había en el mundo un modelo al que debían
imitar los nuevos políticos de un continente que siempre se había inspirado en
las regiones culturales hegemónicas, esos líderes potenciales de países siempre en busca de la receta que les
hiciera modernos, ricos y grandes, habían de encontrarlo sin duda en Berlín y
en Roma, porque Londres y París ya no ofrecían inspiración política y Washington
se había retirado de la escena. (Moscú se veía aún como un modelo de revolución
social, lo cual limitaba su atractivo político)”.
“Y sin embargo, ¡cuán diferentes de sus modelos europeos fueron las actividades y los logros
políticos de unos hombres que reconocían abiertamente su deuda intelectual para con Mussolini y Hitler! (…) En Bolivia, unos soldados y políticos que se
inspiraban en Alemania organizaron la revolución de 1952, que nacionalizó las
minas de estaño y dio al campesinado indio una reforma agraria radical. En
Colombia, el gran tribuno popular Jorge Eliecer Gaitán, lejos de inclinarse hacia la derecha, llegó a ser el dirigente del
partido liberal y, como presidente, la habría hecho evolucionar con toda
seguridad en un sentido radical, de no haber sido asesinado en Bogotá el 9 de
abril de 1948 (…). Lo que tomaron del
fascismo europeo los dirigentes latinoamericanos fue la divinización de los
líderes populistas valorados por su activismo. Pero las masas cuya movilización
pretendían, y consiguieron, no eran aquellas que temían por lo que pudiera
perder, sino las que nada tenían que perder, y los enemigos contra los cuales
las movilizaron no eran extranjeros y grupos marginales (aunque sea innegable
el contenido antisemita en los peronistas y en otros grupos políticos
argentinos) sino (…) la clase dirigente local. El apoyo principal de Perón era la clase
obrera y su maquinaria política era una especie de partido obrero organizado en
torno al movimiento sindical que él impulsó. En Brasil, Getulio Vargas hizo el mismo descubrimiento. Fue el ejército el que le derrocó en 1945
y le llevó al suicidio en 1954, y fue la clase obrera urbana, a la que había
prestado protección social a cambio de su apoyo político, la que le lloró como
el padre de su pueblo. Mientras que los
regímenes fascistas europeos aniquilaron los movimientos obreros, los
dirigentes latinoamericanos inspirados por él fueron sus creadores. Con
independencia de su filiación intelectual, no puede decirse que se trate de la
misma clase de movimiento”.
4 EL GOU,
LA SEGUNDA GUERRA MUNDIAL,
LA SECRETARÍA DE
TRABAJO Y PREVISIÓN
Dice
el respetado y veterano periodista Rogelio García Lupo: “el GOU es, en gran
medida, un mito. Una gran creación de inteligencia. (…) Lo cierto es que cuando
iban entrando, descubrían que en realidad la organización ya ha sido disuelta.
Una genialidad de Perón”. (Cabe aclarar que no se sabe bien qué quiere decir
esa sigla, si “Grupo de Oficiales Unidos” o “Grupo Obra de Unificación”). Se
trataba de un grupo informal de altos oficiales con destino en Mendoza, creado
por los tenientes coroneles Miguel Ángel Montes y Urbano De
la Vega, pero que lentamente
pasó a ser dirigido por cuatro coroneles que ingresaron con posterioridad:
Eduardo Ávalos, Enrique González, Emilio Ramírez y Juan Domingo Perón. Los
orígenes e identidades ideológicas de sus miembros eran dispares: mientras
Montes y Ávalos eran afines al radicalismo yrigoyenista,
Perón, Ramírez y González tenían (en grado diverso) simpatías por el
nacionalismo autoritario. A todos los unía el rechazo a la intromisión del
poder político en los asuntos militares, al comunismo, al ingreso argentino en
la Segunda Guerra Mundial en el
bando de los Aliados y a la candidatura presidencial de Robustiano Patrón
Costas, un reaccionario terrateniente salteño con simpatías aliadófilas y
abierto partidario del fraude electoral. El GOU planificaba un golpe de estado
para setiembre de 1943, pero los acontecimientos se precipitaron. Ante el
intento del presidente conservador Ramón Castillo de remover a su Ministro de
Guerra, general Pedro Ramírez, dados sus acuerdos con la opositora UCR para
enfrentar a Patrón Costas, las diversas líneas internas del Ejército se unieron
para derrocarlo el 4 de junio de 1943. (El Ministro era el padre del coronel
Emilio Ramírez). La falta de cohesión del movimiento se percibió inmediatamente: el general Arturo Rawson fue
designado presidente pero no llegó a jurar en su cargo, debido a la oposición
que despertó un equipo gobernante demasiado parecido al que acababa de ser
expulsado del poder, y el 7 asumió el propio general Ramírez. Su presidencia
duró apenas ocho meses: en el marco de crecientes presiones norteamericanas para
abandonar la neutralidad, era imposible mantenerse en el poder sobre la base de
compromisos entre los sectores militares aliadófilos (Storni, Vernengo Lima) y los variopintos partidarios del
neutralismo, que incluían desde nazifascistas embozados (Molina, Pistarini) a católicos reaccionarios pero recelosos del
anticristianismo nazi (el propio Ramírez, Perlinguer)
y a nacionalistas partidarios de una apertura a las masas, como Perón y su
amigo y colega Domingo Mercante, quien, por cierto, era hijo de un dirigente
del sindicato ferroviario. (Una clara exposición de las diferentes tendencias
del nacionalismo de entonces puede
leerse aquí). [Derecha: Mercante].
Los miembros del GOU ocuparon cargos en la segunda
línea del gobierno de Ramírez: Perón, que ya había descubierto que la clave
para llevar al triunfo el proyecto político del grupo pasaba por ganarse a la
clase obrera, se hizo designar Secretario de Trabajo y Previsión Social el 27
de noviembre de 1943. Fue un cargo que hubo que crear: hasta entonces, la
regulación del mundo del trabajo merecía, para el Estado argentino, no más que
una Dirección Nacional. Los principales contactos sindicales de Perón provenían
del socialismo y terminarían formando parte de su gobierno después de 1946: el
dirigente de
la Unión Ferroviaria
Atilio Bramuglia y el de
la Federación de
Empleados de Comercio, Ángel Borlenghi.
La obra de Perón en dicho cargo fue notable,
dando cumplimiento a muchos reclamos históricos del movimiento obrero argentino:
generalización de la indemnización por despido, jubilación para empleados de
comercio, Estatuto del Peón de Campo, hospital policlínico para los
trabajadores ferroviarios, escuelas técnicas para obreros, prohibición de las
agencias de colocaciones, creación de la justicia laboral, sueldo anual
complementario, jerarquización de la policía del trabajo, impulso de las
negociaciones colectivas entre obreros y empresarios. Justo es decir que el
reverso de la moneda de esta política de apoyo a las reivindicaciones del
sindicalismo fue la hostilidad oficial hacia los gremios que no se plegaban al
acuerdo con el gobierno, generalmente dirigidos por socialistas o comunistas,
que acabaron perdiendo la personería gremial. Muchos de esos dirigentes
tuvieron que pasar un tiempo en la cárcel.
Paralelamente, Ramírez cayó en febrero de 1944, tras
la controversia que desató su aceptación de las presiones de Estados Unidos y
la consecuente ruptura de relaciones diplomáticas con Alemania y Japón, y fue
remplazado por su vicepresidente, el general Edelmiro Farrell, cercano a las
posiciones de Perón. Esta cercanía se expresa una nueva designación: la de
Ministro de Guerra, reteniendo el cargo de Secretario de Trabajo y Previsión.
(Más tarde sumaría el de Vicepresidente). Perón fue el cerebro de ese gobierno,
cuya negativa a plegarse al campo de los Aliados lo llevó al aislamiento
internacional, fomentado por unos Estados Unidos sumamente hostiles.
Esa hostilidad llegaría a su punto culminante cuando
el fin de la guerra era inminente, en 1945, con la llegada a Buenos Aires de un
nuevo embajador, Spruille Braden. Su torpe actuación
en contra de Perón durante ese año terminó sirviéndole en bandeja el
eslogan perfecto para la victoriosa campaña electoral de febrero de 1946: “Braden o Perón”.
5 EL 17 DE OCTUBRE,
VISTO POR OPOSITORES
(Una
reseña básica de los sucesos y
significados del 17 de octubre de 1945, aquí)
“Yo
estaba avergonzado e indignado. Eso es, indignado y avergonzado". Jorge Luis Borges, Revista Che, Buenos
Aires, 18 de octubre de 1960. Recogido en “Jorge Luis Borges: Textos Recobrados
1956-
1986”.
“El
17 de octubre salió el pueblo a la calle y produjo un acto de adhesión al
coronel Perón. Creyó que las llamadas conquistas sociales corrían peligro de
desaparecer y afirmó su derecho a mantenerlas, vivando al coronel Perón. En
este apellido la gente joven ve al realizador de un programa social. (…) El
pueblo habló, gritó, desfiló, realizó agresiones, llenó de inscripciones las
paredes, dijo lo que le parecía justo. (…) Asistimos a la condenación de
las manifestaciones populares del 17 y 18 de octubre; observamos que diarios,
gremios, instituciones y partidos se empeñan en demostrar que los manifestantes
no fueron el pueblo ni los obreros auténticos. (…) El ciudadano que escribe
este artículo, hijo de una inmigrante que trabajó como sirvienta y de un obrero
que perdió hace 8 años su vida mientras conducía un carro, declara que en esa
multitud que desfiló encontró gente del pueblo. El autor de este artículo se
encontró a sí mismo en los niños de zapatillas rotas y mal vestidos; en muchos
casos o en todos los que fueron tildados de descamisados. Él también conoció,
con sus 5 hermanos, el hacinamiento de una sola habitación y la promiscuidad de
los inquilinatos; supo que es carecer de medias, ropas, botines y -alguna vez-
comenzó sus estudios secundarios poniéndose los pantalones largos de su padre,
un saco ‘rehecho por su madre’, camisa y sombrero usados, provistos por algún
generoso vecino”. Crisólogo Larralde,
dirigente radical bonaerense. Fuente: Territorio
Digital.
"Cuando
en la época de nuestra famosa Unión Democrática, tantos intelectuales de
izquierda marchábamos al lado de conservadores como [Antonio] Santamarina y señoras de la sociedad, deberíamos haber
sospechado que algo estaba funcionando mal". Ernesto Sábato. Fuente: Redacción
Popular.
"Había
dos países en octubre de 1945: el país elegante y simpático con sus
intelectuales y su sociedad distinguida sustentada en su clientela ‘romana’ y
el país de ‘la corte de los milagros’ que mostró entonces toda su rabia y toda
su fuerza. ¡Nueve días que sacudieron al país! ¡Nueve días en que la verdad se
desnudó! ¡Nueve días que cierran una época e inauguran otra! (…) Desde luego,
el odio no es el único ingrediente del peronismo pero es el fundamental, el
cemento que aglutinó a las masas en torno a Perón". Emilio Hardoy, dirigente conservador. Fuente: Redacción
Popular.
“El malón peronista con protección oficial y
asesoramiento policial que azotó al país, ha provocado rápidamente – por su
gravedad – la exteriorización del repudio popular de todos los sectores de la
república en millares de protestas. (…) Se plantea así para los militantes de
nuestro partido una serie de tareas que, para mayor claridad, hemos agrupado en
dos rangos: higienización democrática y clarificación política. Es decir, por
un lado barrer con el peronismo (…). En el primer orden, nuestros camaradas
deben organizar y organizarse para la lucha contra el peronismo, hasta su
aniquilamiento. Corresponde aquí también, señalar la gran tarea de limpiar las
paredes y las calles de nuestras ciudades de las inmundas ‘pintadas’
peronistas. Que no quede barrio o pueblo sin organizar las brigadas de
higienización democrática (…) reclamando la acción coordinada y unánime contra
el peronismo y sus hordas. PERÓN ES EL ENEMIGO NÚMERO UNO DEL PUEBLO
ARGENTINO”. Declaración del Partido
Comunista argentino, 21 de octubre de 1945. “El peronismo: sus causas”.
Rodolfo Puiggrós.
6 PERÓN Y ESTADOS UNIDOS
El economista Mario Rapoport,
autor de “Estados Unidos y el peronismo”, afirma que “en los Estados Unidos no
existió una política única hacia Juan Domingo Perón. Por el contrario, siempre
convivieron diferentes intereses y sectores en pugna. Fue así desde el
comienzo. El primer embajador de los Estados Unidos, Spruille Braden, fue siempre un tenaz opositor del peronismo,
pero su sucesor, George Messermith, fue un gran amigo
de Perón (…). Braden, en cambió, insistió con su
oposición como subsecretario de Asuntos Hemisféricos”. Un sector del
Departamento de Estado lo consideraba un líder nacionalista latinoamericano, y
como tal, una amenaza al predominio norteamericano en su ‘patio trasero’: fue
el sector que, en un documento secreto redactado en 1949, recomendaba mantener
sobre el país ‘una firme y constante presión (...) sin darles la chance de
sentir que la hemos aflojado’". ¡No por nada Perón intentó apoyarse en el
Reino Unido entre 1945 y 1950, o diversificar la cartera comercial argentina
con su apertura a América Latina, Europa continental y
la URSS!
La otra línea, más pragmática, siempre evaluó que la
prioridad había pasado a ser la lucha contra el comunismo y que, en ese
sentido, Perón no sólo no era un rival sino incluso un aliado: fue la línea que
se impuso con la llegada al poder de los republicanos en 1953, y que llevó a un
progresivo acercamiento que duraría hasta el final del segundo mandato, como lo
atestigua su creciente aceptación de la importancia de la inversión extranjera. “Un documento
histórico”. Mario Rapoport, Hoy, 14 de abril de 2005.
“La
puja de EE. UU. con Perón”. Damián Nabot y David
Cox, Perfil, 16 de diciembre de 2007. “Las negociaciones con
Estados Unidos y Gran Bretaña”, en la "Historia General de las
Relaciones Exteriores de la Argentina (1806 - 1989)” dirigida por Andrés
Cisneros y Carlos Escudé.
7
LA PRIMERA Y
LA SEGUNDA PRESIDENCIA
DE PERÓN EN NÚMEROS
Porcentaje de remuneración del trabajo sobre la renta nacional: 46,7 % en
1945, 61 % en 1952 (máximo histórico), 57,9 % en 1955. Ingreso per cápita: $ 3173 en 1945, $ 3598 en 1955 (un aumento del
3,5 % anual acumulativo). Establecimientos industriales: 61.172 en 1943,
166.501 en 1955. Consumo de petróleo: 3,3 millones de toneladas en 1945, 10
millones de toneladas en 1954. Producción de petróleo: 3 millones de toneladas
en 1945, 4 millones de toneladas en 1954. Importaciones de petróleo: 270 mil
toneladas en 1945, 6 millones de toneladas en 1954. Exportaciones totales: $
3947 millones en 1946, $ 4595 millones en 1951. Importaciones totales: $ 1980 millones
en 1946, $ 5714 millones en 1951. Inflación: 12,86 % en 1946, 40 % en 1952
(máximo del período), 3,7 % en 1954 (mínimo del período), 12 % en 1955.
Afiliados a los sindicatos: 877 mil en 1946, 2 millones 257 mil en 1954.
Analfabetismo: 13,6 % en 1947, 3 % en 1955. Presupuesto dedicado a la
educación: $ 300 millones en 1946, $ 3 mil millones en 1955. Estudiantes
universitarios: 63.319 en 1943, 374.560 en 1955. Presupuesto universitario: $
41 millones en 1943, $ 257 millones en 1955. Saldos inmigratorios 1945-54:
italianos y españoles 532 mil, países limítrofes 110 mil, otros países 112 mil,
total 764 mil. Porcentaje de votos obtenido por la fórmula Perón – Quijano: 54
% en 1946, 62 % en 1951. De “Historia
Argentina”, tomos XIV “El Justicialismo” y XV “El Antiperonismo”. Fermín
Chávez. Juan C. Cantoni, Enrique Manson y Jorge Sulé.
Datos de política sanitaria según
Wikipedia (sitio consultado en abril 2009): 80,1 ‰ de mortalidad infantil
en 1943; 66,5 ‰ en 1953. Esperanza de vida al nacer: 61,7 en 1947, 66,5 en
1953. Camas hospitalarias: 66.300 en 1946, 131.440 en 1954. Beneficiarios de
agua corriente: 6,5 millones en 1942, 10 millones en 1955. Beneficiarios de
servicios cloacales: 4 millones en 1942, 5,5 millones en 1955.
8 PERÓN,
LA PRENSA Y
LA OPOSICIÓN
Más allá de su indiscutible
legitimidad democrática y del carácter revolucionario e integrador de su
política social y laboral, es imposible eludir el carácter represivo y
autoritario del primer peronismo si se quiere hacer un balance equilibrado.
Medios como
La Prensa
de Buenos Aires,
La Nueva Provincia de Bahía Blanca y El Intransigente de Salta fueron cooptados por el poder; El
Mundo, Democracia,
La
Razón, Crítica y Noticias Gráficas fueron comprados en forma
directa o indirecta por el gobierno; todas las radios eran controladas desde el
Estado, a través del todopoderoso y nefasto Secretario de Prensa y Difusión,
Raúl Apold. No se permitió que líder opositor alguno
se dirigiera por radio a la población sino hasta las postrimerías del régimen,
en julio y agosto de 1955, y aún entonces se cuidó de que a cada discurso le
siguiera una respuesta de un miembro del oficialismo. Como la única vía posible
para recibir información que no fuera moldeada para servir a los fines del
gobierno era la reseña de las discusiones en
la Cámara de Diputados
que publicaba
La Nación,
se le retaceó el papel de diario para obligarlo a reducir su espacio. [Derecha: Apold].
Las denuncias de torturas a
opositores proliferaron durante los años del peronismo: son recordados los
casos de Cipriano
Reyes, Félix Luna, Carlos Aguirre, Ernesto Bravo, Roque Carranza, Mario Ingalinella. La afiliación al gremio reconocido
oficialmente y al partido gobernante se hizo virtualmente obligatoria para los
empleados del Estado. La propaganda oficial se volvió omnipresente y
asfixiante, resultando intolerable incluso a partidarios del propio gobierno.
Varios líderes opositores fueron encarcelados o debieron exiliarse en algún
momento: Ricardo Balbín, Arturo Frondizi, Moisés Lebensohn,
Nicolás Repetto, Ernesto Sammartino, Alfredo
Palacios, Federico Pinedo, Oscar Alende, Vicente
Solano Lima, Agustín Rodríguez Araya, Reynaldo Pastor. Los casos de detenciones
de militantes fueron numerosos.
La posibilidad de que hubiera que emplear la fuerza en
algún momento no amilanaba a Perón (algo que conviene tener en cuenta para
cuando consideremos su relación con Montoneros y su responsabilidad en la
creación de
la Triple A).
El 12 de diciembre de 1944, en la casa del directivo de SOFINA Mauro Herlitzka,
dijo a un grupo de empresarios: "después de la guerra vendrán situaciones
graves en todas partes, y yo me he propuesto darle al Estado argentino el
máximo de solidez para que pueda estar a cubierto de todo riesgo. Para esto he
creado lo que yo llamo el seguro y el
reaseguro. El seguro consiste en lograr una organización sindical para
cada gremio (...) bajo la lupa o
supervisión del Estado (...). Ahora bien, si alguno o algunos sindicatos
llegaran a colocarse frente al Estado y en vez de ser factores de colaboración
y de orden fueran instrumentos de rebelión, entonces funcionaría lo que y llamo
el reaseguro: cien mil hombres bien
adiestrados, bien disciplinados, bien armados, que constituirán nuestro
ejército permanente y que tendrán la misión de poner en vereda a todo lo que se
alce contra la autoridad del Estado". (Pacho O’Donnell,
“Historias argentinas”).
Justo es decir que el principal responsable del clima de intolerancia
vivido en esos años fue el gobierno, pero de ningún modo fue el único: el
citado Sammmartino había llegado a calificar a los
militantes peronistas de “aluvión zoológico”;
el diputado radical Santander consideraba que Perón y Evita eran agentes pagos
del nazismo alemán; su correligionario Balbín anunció en un discurso la llegada
de la “revolución radical” (lo cual, teniendo en cuenta antecedentes como los
de 1890, 1893, 1905, 1931 y 1933, distaba de
ser inocente). Y los opositores también recurrieron a la violencia, pero con un
distintivo y notable desinterés por la posibilidad de generar víctimas
inocentes, como fue el caso del atentado terrorista del 15 de abril de 1953 en
Plaza de Mayo (5 muertos y 90 heridos entre los asistentes a un acto de
la CGT) o el incalificable
bombardeo de la Plaza realizado por la Aviación Naval el 16 de junio de 1955
(364 muertos y 800 heridos).
Félix Luna, en "Perón
y su tiempo". "I -
La
Argentina era una fiesta: 1946-1949", destaca este nivel
de intolerancia como algo nuevo en la historia argentina. Esta observación es
harto difícil de compartir: la historia argentina desde
1810 a 1945 está escrita en
sangre, desde la intermitente (interminable) guerra civil del siglo XIX a las
torturas a opositores y la burla a la voluntad mayoritaria de los años
anteriores a 1943, pasando por
la Campaña al Desierto, las revoluciones radicales,
la violenta represión de los movimientos anarquistas y sindicalistas de
comienzos del siglo XX,
la Semana
Trágica de 1919 o las masacres de peones patagónicos de los
años ’20. La intolerancia de los años ’40 y ’50, en este contexto, resulta más
una continuidad que una ruptura, y preanuncia los desencuentros que culminarían
con la masacre de los años ‘70.
Una visión interesante y novedosa del proceso de rigidificación del peronismo hacia 1951 es “Formación
y crisis de una elite dirigente en el peronismo bonaerense 1946-1951”, de Oscar
H. Aelo.
9 LOS CAMBIOS EN
LA CONDICIÓN FEMENINA DURANTE EL PRIMER PERONISMO
Más allá de la conquista del voto femenino en 1947, es interesante notar el
traspaso de “sierva” a “obrera” en la mujer argentina. La misma, la de mil
batallas, alzamientos, éxodos interminables o entreveros, que desde una cocina
improvisada al descampado ofrecía el mate madrugador o procuraba algo de
higiene, y por supuesto, la dueña del generoso desahogo de nuestros
centauros y su consecuente maternidad de a millares con o sin paternidad
definida. Protagonista anónima de nuestra historia, el siglo veinte le deparaba
su lugar en el mundo de las siervas en casas acomodadas de la sociedad porteña.
Esta mujer, la del interior, asumirá con la llegada de Perón un nuevo rol,
complejo, extraño, pero relevante desde donde se lo mire.
Del patrón que la festejaba con o sin disimulo, dejándole cada tanto algún
crío (que terminará directo en el pueblo natal de la muchacha), o de la patrona
que la recelaba y dominaba su vida por completo, o del hijo adolescente,
que despertaba a su sensualidad con la libertad de un dios olímpico, pasará a
la explotación impersonal de la fábrica, con sus horarios, vestimentas y
reglamentos. Era una emancipación notable. Y así, extrañamente, la mujer iría
ganando paulatinamente su libertad a costa de arriesgarla en un mundo
desconocido, su Mundo Nuevo. La “esposa del doctor” era cosa del pasado. Y
ahora, ganaba dinero.
Después de las ocho horas de la fábrica, disponía de su tiempo y de buen “qillay” o “pirapire” en su
cartera, como para enfrentarse a una ciudad por cierto atemorizante. Empezaron
a proliferar los “salones de belleza”, la bisutería, las imitaciones, la
marroquinería y el calzado orientados a este nuevo “comprador” que avanzaba a
paso seguro, definiéndose a sí misma a través del consumo y de la
dignidad que profiere el dinero bien habido y bien ganado, a diferencia del
“heredado”.
Y se produjo el milagro, ya que aquella “chinita”, podía ser tan coqueta y
atractiva como cualquier otra muchacha; es más, ahora también… podía ser
“rubia”, “Rubio Evita”, con o sin rodete, con su carterita y tacones, bien
maquillada, paseando del brazo de algún muchacho “bien” por Avenida Callao y
Santa Fe.
Imagínese usted el cuadro y piense si esto le parece una menudencia,
o si es otra cosa bien distinta, signos de una profunda transformación social.
10 PERÓN Y LOS DEMÁS
Es por demás llamativo
el destino de ostracismo de algunos de las figuras más destacadas del primer gobierno
de Perón: tarde o temprano cayeron en desgracia el Ministro de Salud Pública y
Asistencia Social, Ramón Carrillo; el Ministro de Relaciones Exteriores, Atilio Bramuglia; el gobernador de la provincia de Buenos
Aires, Domingo Mercante; el presidente del Banco de
la Provincia de Buenos
Aires, Arturo Jauretche; el diputado John William Cooke y el secretario general de
la CGT, Luis Gay. (Otra figura
crucial, el zar de la economía peronista, Miguel Miranda, fue destituido por
evidencias de corrupción). ¿Perón desconfiaba de cualquier figura que pudiera
opacar su liderazgo y prefería rodearse de individuos mediocres y obsecuentes? El doctor Carlos Seara,
médico del Hospital Italiano que guardara la salud de Perón durante sus últimos
meses, afirma que el líder del justicialismo “era un tipo distante, un fóbico,
un individuo que ponía distancia. No se dejaba ni rozar por la gente de la
calle”. El general "mantenía intacta una cortesía proverbial, acompañada
siempre de un guiño cómplice en la conversación, puntuada con expresiones
simpáticas, campechanas, claro, hacia las personas que buscaba agradar. Para
con el resto, mantenía una actitud distante, casi despectiva (...) Además,
estaba siempre rodeado de obsecuentes, incluso de gente inteligente, como he visto
yo, señores ministros o funcionarios importantes que en presencia de Perón
reducían su capacidad intelectual a cero y quedaban anulados al lado suyo.
Había excepciones como el doctor Jorge Taiana, el
doctor Domingo Liotta y, sobre todo, el ministro José Ber Gelbard, que siempre me
pareció que tenía cierta autonomía personal y no se eclipsaba ante Perón". “Los últimos días del General: la muerte de
Perón”. Entrevista de Ernesto Castrillón y
Luis Casabal a Carlos Seara,
La Nación,
16 de noviembre de 2003.
11 UNA ESTAMPA DE PERÓN
“Era una época barroca de pagana religiosidad popular. Los dos grandes
héroes cívicos constituían, cosa extraña, un matrimonio. Innumerables procesiones,
manifestaciones o concentraciones populares, homenajes al Presidente, montañas
de flores de agradecidos gremios, campeonatos de fútbol o de sable, de box o de
billar, eran ‘brindados’ a Perón o Evita por los triunfadores. Las placas de
bronce conmemorativos se acumulaban, en recordatorio de tal o cual ley
benéfica.
“Raúl Alejandro Apold, Secretario de Prensa, se
encontraba al frente de una imponente burocracia de papel. Derramaba sobre
la República millones de discursos, reseñas de
actos, folletos conmemorativos, fascículos, volúmenes de propaganda o retratos…
tal era su profusión, equivalente a los nombres aduladores de estaciones de
ferrocarriles, capital de provincia, pueblos, calles o provincias enteras:
Provincia Eva Perón, Estación Juan Domingo Perón, calle Eva Perón, Ciudad
Evita. La nomenclatura era abrumadora. Perón recibía este diluvio impreso con
la más perfecta naturalidad y con una sonrisa cautivante. Siempre era locuaz,
muchas veces, demasiado. Tenía algo de picardía criolla, con una pizca de
compadre y un perpetuo guiño de complicidad en un ojo comprensivo. En sus
discursos se permitía contar algún cuento de Discépolo ante la multitud. Otras veces, en un rapto de furor, como ocurrió después del
atentado con bombas homicidas en
la
Plaza de Mayo el 1° de mayo de 1953, cerró el acto con las
palabras de Marx: ‘Trabajadores del mundo, uníos’. Agudo y también vulgar,
rápido para capturar una buena idea al vuelo y hacerla suya, osado y prudente a
la vez, tenía a su lado otra criatura impar. Era preciso admitir que se movían
ante el vasto público dos actores que se ‘sobreactuaban’ y se disputaban la
escena. Era la victoria a dos voces. Parecía repetirse aquí la ocurrencia de
Jean Cocteau: ‘Víctor Hugo era un loco que se creía Víctor Hugo’”.“La era del peronismo 1943 –
1989”, Jorge Abelardo Ramos.
(Continúa aquí)
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