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Cuando el Apóstol
Catódico tenía como treinta años, moraba en la ciudad
junto al río del color del río. Por esa época se hacía llamar Pepe, y se ganaba
la vida como pasante en el burdel Afrodita Calipige, dedicado al culto de
la diosa epónima. Allí hacía las veces de portero, pianista, barman, lavacopas y alcahuete del caften.
El día primero del
primer mes del año, luego de almorzar sandía con vino carlón, Pepe se retiró
a una de las habitaciones para dormir una siesta. Allí tuvo una visión: se
le apareció en sueños una mujer muy bella, bañada en suave luz blanca. La
bella mujer tenía una larga cabellera negra, y vestía una túnica que tenía
los colores del Club Atlético San Lorenzo de Almagro. La mujer tomó del piso
una palangana con agua helada, y arrojó el líquido al rostro de Pepe, diciéndole:
"ningún hombre que esté atrapado en los negocios del siglo puede tornarse
sabio; vete de aquí, pues, a buscar
Como Pepe no atinase
a reaccionar, la mujer tomó otra vez la palangana y volvió a echarle agua
fría en la cara, diciéndole: "has sangrado la bolsa de tu patrón y has fornicado
con su predilecta; vete de aquí, pues, a buscar la verdad".
Huyó entonces Pepe de
aquella casa de pecado. Vagó por la ciudad durante tres días con sus diecisiete
noches, delirando y creyéndose
Dormía Pepe el sueño
difícil de los fugitivos cuando notó que no estaba solo. Abrió los ojos y
creyó ver, en la oscuridad nocturna, a un hombre hecho de harapos que, rodeado
de un enjambre de moscas, estaba sentado frente a él. "¿Quién eres, extraño?",
dijo Pepe, y el hombre, que parecía muy anciano, respondió: "soy Heránides
Parméclito,
Rey Filósofo del Alto Palermo, Príncipe Sabio del Bajo Belgrano y Sátrapa
Trascendente del Bajo Vientre. En mis años mozos también formé parte del grupo
filosófico, murga y equipo de papi fútbol "Cínicos de
Pepe, sintiendo
que su turbación lo abandonaba, contestó: "veo por tus palabras que eres un
sabio oriental; oye, pues, mi historia, noble señor", y pasó entonces a narrar
los episodios de su vida, desde su nacimiento hasta el día en que fuera visitado
por la mujer santa, sin omitir ni el relato de la vez en que fue a pedir cambio
a la sucursal Tapiales del Banco Nación y se encontró con Cacho Castaña, ni
cuando le solicitó un autógrafo a Mirtha Legrand confundiéndola con Tita Merello.
Cuando el sabio
oriental oyó la historia de la aparición de la santa (pues los gritos de Pepe
lo habían despertado de un pesado sueño cogitativo), un brillo nuevo apareció
en sus ojos. Se incorporó, apoyó su mano en el hombro del joven y exclamó:
"has de saber, botija, que yo también he tenido una visión. También se me
apareció una hermosa joven, engalanada con los colores del Ciclón, y me dijo
que encontraría a un muchacho que me relataría que había sido testigo de otra
de sus apariciones. 'Aliéntalo a seguir por el camino de la sabiduría', me
exhortó, 'y dile que
Reconfortado, Pepe
no cesó de dar loas a la dama y al sabio, mientras se quitaba las ropas y
le entregaba a Heránides dos billetes arrugados de cinco pesos y una moneda
de veinticinco centavos. Desnudo, Pepe no paraba de dar loores y loores. Heránides,
que temía que la presencia de la policía acabara con tan edificante momento
extático, le ordenó irse de allí y esconderse, a la espera de un nuevo anuncio.
Antes de que el filósofo se retirara, el joven tomó de la mano al sabio, que
trataba de alisar entre sus manos los billetes de cinco pesos, y le pidió que le dijera quién era la bendita
dama de luz que a ambos se había aparecido. "Por lo que me dices, bó, esa
dama es
Pepe, temblando de
miedo y de frío, se hincó y, mirando al Cielo, exclamó: "¡gracias, noble Heránides
Parméclito, faro en medio de las tinieblas, por hacer la luz en mí! ¡
Y dicho esto, cayó
en un profundo sueño.
(Continúa)
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